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Still Walking

Drama Un día de verano, unos hijos vuelven a la casa familiar para visitar a sus ancianos padres. Los dos llegan con sus respectivas familias para conmemorar la trágica muerte del hijo mayor en un accidente ocurrido hace quince años. Aunque la casa y la comida familiar apenas han variado, el paso de los años permite observar ligeros cambios en cada uno de los miembros de la familia: el amor se mezcla con el rencor y todos guardan algún secreto. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
30 de septiembre de 2008
60 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película ha sido una de las que más ha gustado a la crítica en el Festival de San Sebastián. El hecho de beber de las fuentes del cine de Ozu me imagino que habrá tenido su peso en este éxito.
El muy sensible director Hirokazu Koreeda cuenta una historia muy parecida a la de la clásica Cuentos de Tokio. En este caso son los hijos los que vuelven a pasar un día a casa de los padres ya ancianos. Pero como en aquella, los reproches más o menos manifiestos están a la orden del día, siempre bajo una capa de corrección nipona que evita que la tensión se apodere del relato. La imborrable presencia de un hijo muerto quince años atrás es el eje entorno al cual gira la reunión familiar, para desgracia del hermano pequeño que es constantemente comparado con el fallecido.
El director hace una película pausada y elegante, en la que la acción la marca el ritmo de los diálogos. Unos diálogos donde cada frase lleva implícito un reproche, siempre expresado con la mayor suavidad. En ese sentido es brillante el personaje de la anciana madre que no deja títere con cabeza sin perder en ningún momento la encantadora sonrisa de su rostro. Solo en una ocasión su expresión se vuelve dolorosa e incluso cruel ante la presencia de un personaje ajeno al entorno familiar, pero cuya vida ha marcado a la familia.
Una duración inferior a las dos horas, y un ritmo más acorde con los tiempos que corren hacen de Still Walking una película más fácil para el espectador que su modelo, Cuentos de Tokio. Pero donde Koreeda sale perdiendo es en la obviedad de todas las situaciones que se muestran. Lejos de la extrema sutileza y contenida emoción de Ozu, esta película resulta bastante más previsible en los sentimientos y comportamientos de sus personajes. Para muestra la tópica secuencia final años después.
Still Walking acaba resultando una buena película, a la que quizás se le nota mucho su deuda con la más triste y compleja Cuentos de Tokio.
ernesto
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17 de julio de 2009
65 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mirada de Ozu se sitúa siempre a la distancia justa de sus personajes. Nos da su intimidad sin aspavientos.

Kore-eda se aproxima más de lo prudente. Sus personajes tienen asma, les falta el aire para respirar.

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Ozu filma el pueblo o la ciudad desde lo alto. Un tren atraviesa la pantalla. Unos niños irrumpen en el plano, diminutos. Juegan, se persiguen. El plano es vida.

Kore-eda reproduce el mismo plano. En color. Sin niños. La sustancia de lo vivo apenas cristaliza.

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Ozu MUESTRA el sentimiento de sus personajes. Los diálogos parecen casi intrascendentes, mas una corriente subterránea llena de sentido fluye por detrás de las palabras. La imagen tiene el don de la elocuencia.

Kore-eda DICE lo que siente cada personaje por medio de la voz en off y del diálogo. La imagen, en su caso, ilustra más que habla.

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Ozu filma con sordina.

Kore-eda tiende a ser enfático-pausado.

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La cámara de Ozu se asoma a los espacios interiores.

Los espacios interiores se colocan delante de la cámara de Kore-eda.

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En Ozu cada movimiento es un poema. Alterna y dosifica las tensiones.

Kore-eda construye una historia en forma de perpetuo pseudo-clímax. Cada escena está cargada de significación lírico-poética o dramática. El abuso de lo culminante quita fuerza a la totalidad. Y cuando llega el clímax verdadero...

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Ozu mantiene líneas de emoción, entrelazadas.

Kore-eda se queda sobre todo en los segmentos repulidos, preciosistas.

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Kore-eda inserta primeros planos de flores y ramitas con musiquilla hortera de guitarra.

Ozu no rueda así de cursi.

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Kore-eda lo calcula y cierra todo para que nada se le escape. Se esmera plano a plano.

Ozu nunca ahoga. Deja que el aire fluya en el montaje.

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En Still Walking, el armazón de la estructura es muy visible.

En Cuentos de Tokio, el esqueleto de la narración es firme y silencioso.

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Kore-eda nos entrega una emoción analizable. Sus personajes son demasiado comprensibles.

Los personajes de Ozu son sencillos y complejos. Pedacitos de vida en celuloide.

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Al menú de Kore-eda le falta guarnición. La necesaria para que destaque el plato principal.

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No quisiera dar la impresión de denostar exageradamente ‘Aruitemo, aruitemo’. La cinta alberga buenas intenciones. Kore-eda no cae en idealizar la figura de los padres. Al contrario, los retrata con dureza cariñosa. Tampoco busca peripecias efectistas de guión.

Pero Ozu.

Ozu sigue caminando al otro lado del vacío.
Servadac
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25 de junio de 2009
33 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás porque la cultura y tradición japonesas son completamente diferentes a la occidental, quizás porque son mucho menos trascendentales que nosotros, quizás porque la muerte forma tan parte de ellos como la vida, quizás porque no les asusta que llegue su último suspiro. Quizás por eso en Japón en general y Hirokazu Koreeda en particular, hablan de la muerte con una naturalidad pasmosa.

En "Still walking" podemos escuchar esta conversación entre dos ancianos:
- Tengo la sensación de que mi tiempo se podría acabar cualquier día. Cuando ocurra, quiero que esté conmigo en mi muerte.
- En ese caso, te sobreviviré.

En España, Europa o América la conversación sería algo diferente:
- Tengo la sensación de que mi tiempo se podría acabar cualquier día, no? Si ocurriese, quiero que esté conmigo hasta el final.
- ¿Ocurrir, qué? Si usted todavía está muy joven, al menos le quedan 10 años para disfrutar de sus nietos, y espérese que no crezca aún más la familia!

Nosotros intentamos evitar la muerte, en Japón la afrontan, la esperan sin miedo y la viven con naturalidad. Koreeda debe de ser uno de los directores más prolíficos en asuntos mortuorios. En "Still walking" Koreeda habla del implacable paso del tiempo. A un anciano matrimonio le visitan sus hijos. Un hijo casado con una viuda con un niño, y la otra hija casada y con dos hijos. Abuelos, padres y nietos hablan con total naturalidad de los familiares muertos. Un hijo de los ancianos murió, y su foto preside la casa.

El director japonés perdió a su padre y a su madre, y como hijo arrepentido por no haberlos atendido como debieran, les ha hecho una película homenaje. El mismo Koreeda reconoció sus influencias familiares para hacer el film. "A pesar de ser una película de ficción, me basé en la personalidad de mi madre y en su forma de hablar para la madre del protagonista. Quería hacer una película en la que reconociera a mi madre. No quería llorar su pérdida, sino volver a reír con ella. Así nació este largometraje".

No es la primera vez que Koreeda habla de la muerte. "After Life", "Maborosi", "Distance" o la aclamada "Nadie Sabe", tratan en mayor o menor medida, la muerte.
Sersolo
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6 de julio de 2009
31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
A diferencia de otros usuarios, no siento que Koreeda me hable de la muerte, o al menos, no es el tema principal. Esta película me habla de la vida y su propio título (Todavía caminando) me lo corrobora.

No existen giros en la trama, ni existe más película que el reencuentro de una familia alrededor de una mesa. No existe más humanidad ni más veracidad que todo aquello que se dice mientras saciamos el hambre y no existe cine más sencillo que aquel que intenta trasmitir todo esto. Por todo ello, y bebiendo de las fuentes del cine de Yasujiro Ozu, “Caminando” se exhibe como un cine de personajes, no tanto de situaciones, donde la cámara es usada a modo de ventana.

Tremendamente erróneo, y casi insultante, que esta película, de cine tan libre de compromisos con el espectador, termine de la forma que lo hace. A partir de la aparición de la voz en off, “Caminando” abre un atajo con el cine actual. Mi consejo: cuando la familia se despida en el autobús levántense de la sala, apaguen el DVD o cambien de canal (esto es utópico y casi sarcástico) sin preocuparse de los últimos cuatro minutos de película. De hacerlo, habrán visto un cine diferente y sin complejos.
Chagolate con churros
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28 de mayo de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencillo e intimista drama familiar, que si bien bebe de la mejor tradición del cine oriental, refleja los escondidos sentimientos que puede tener cualquier historia familiar de hoy en día. Pensamientos, intuiciones, recuerdos y vacíos que provoca la falta de un ser querido para una película tierna y concisa. Buen cine.
enyel
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