Secuestro de una mujer

Última entrega de la trilogía del Milieu, Il boss empieza de manera inmejorable, se desinfla hacia la mitad (exceso de verborrea) y toma aire en el último tercio para llegar a otro grande finale marca de la casa. El argumento es manido: bandas mafiosas enfrentadas, el capo que defiende la vieja ortodoxia, las nuevas generaciones carentes de cualquier escrúpulo que intentan tomar el poder. En medio, un asesino implacable que lucha no sólo por su vida, sino por su ascensión al poder. Añádase a esto una policía corrupta e ineficaz, unos políticos, en fin, qué nos van a contar a nosotros a estas alturas, y ya tenemos servido un violento espectáculo que nos dejará absortos hasta la última imagen. El capítulo interpretativo reúne a un hierático Silva con un sobrio Conte, en un papel aprendido de memoria que borda; y a dos grandes del cine italiano poco conocidos por estos pagos, Gianni Garko y Vittorio Caprioli. La nena es mona, pero sosa, y enseña lo justito. Por cierto que las escenas eróticas son de llorar, se nota que Di Leo está más cómodo filmando sus grandes set pieces de acción. Tampoco cuela el encoñamiento de Silva con la Santilli, su relación está mal expuesta y peor rodada. Pero no se puede tener todo. La banda sonora de Bacalov aporta unos temas tirando a funky algo periclitados, pero el conjunto se alza por encima de la media del poliziesco de los años 70 y vale la pena echarle un vistazo.

Versión en vivo de los bolsilibros escandalosos y llamativos, cine de quiosco gritón, espectacular y sin miramientos, que se destaca del pelotón de filmes de mafiosos surgidos a calorcillo del éxito de "El padrino" o "The french connection" (las fuentes principales de la vampírica naturaleza derivativa del "cinema bis") gracias a la potente personalidad de Di Leo como director, a su desenfreno virulento, a la violencia sin descastar y a una misoginia rampante (lo que no impide la presencia de un personaje femenino extraño y radical interpretado por la bella Antoni Santilli) absolutamente adictiva. Un estilo amarillista y furibundo que supura autenticidad, colando, sin salirse de los márgenes del género ni ponerse plomizamente aleccionador, un retrato a lo bruto de un sistema corrupto de arriba a abajo (ejemplarmente irónico ese rótulo que remata el asunto), con una virulencia y un sentido del humor zumbón (ese prefecto histriónico, apayasado y hasta los cojones) que ya quisiera para sí tanto y tanto film de "mensaje" concienciado y narrativa intragable. Banda sonora carismática del gran Luis Enrique Bacalov, soberbio plantel de característicos, papel secundario para la gloria del "spaghetti-western" Gianni Garko (protagonista también de esa joyita del horror que es "La noche de los diablos") y sobretodo protagonismo para el mítico secundario Henry Silva (también presente en "Nuestro hombre en Milan") como matarife infalible, duro entre los duros capaz de congelar la pantalla con su sola presencia.

Como en toda empresa que se precie, en las familias mafiosas también hay ajustes, recortes, reorganizaciones de plantilla, fusiones, adquisiciones, y OPAs hostiles. Lo que pasa es que a veces se hacen de forma más drástica. Y para ello hay especialistas como el amigo Lanzetta, interpretado por Henry Silva, que abre la película asaltando a golpe de lanzagranadas la "empresa" rival. Y eso es solo el principio de una serie de ajustes de cuentas y recortes de personal por la vía rápida que incluye tiroteos, bombazos, guantazos, traiciones, y el secuestro de una chica, hija de uno de los mafiosos, que resulta ser una perla también (ninfómana, borracha y fiestera, aunque entrañable). No faltan, claro, los contactos de la mafia con las altas esferas, la corrupción política y policial, y cierta dosis de comentario social corrosivo (casi siempre en boca del consabido comisario desencantado y cínico pero honrado) sobre tales cuestiones que de todas formas no interrumpe el trepidante desfile de masacres y escabechinas que se suceden a todo trapo amenizadas por la psicodélica música del habitual del género Luis Bacalov.

Porque "Secuestro de una mujer" es ante todo y sobre todo una película de acción, y como tal funciona estupendamente: es ágil, es entretenida, es violenta, es excesiva y no deja que decaiga el espectáculo en ningún momento. Como la estética es menos "moderna" que en otros policíacos de Fernando di Leo, ha envejecido mejor, y aunque Richard Conte está prácticamente de vacaciones y Henry Silva es un tío bastante inexpresivo, los dos están en papeles hechos a su medida y resultan bastante creíbles, Conte como capo mafioso ladino e intrigante, y Silva haciendo de matón duro como el terrazo y frío como el corazón de tu suegra.

Mención aparte merece la estrambótica subtrama romántica, tan descacharrante que uno llega a dudar si no será una especie de parodia de aquellos soporíferos romances entre delincuentes y jovenzuelas que tanto abundaban en el cine negro francés de los 60.

Comparada con las otras dos películas de la trilogía criminal de Di Leo, esta me parece superior a "Nuestro hombre en Milán" y al menos tan buena como "Milán calibre 9", aunque no tenga un final tan sorprendente e impactante como el de aquella.

Obligatoria para los amantes del thriller setentero italiano. Y recomendables para los aficionados al cine de acción o policiaco en general.