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María Antonieta

Drama Siglo XVIII. La princesa de Austria María Antonieta (Shearer) se casa con el delfín de Francia, Luis XVI (Morley), un hombre tan retraído que su relación con la joven es puramente formal. Antonieta se dejará fascinar por las fiestas de París y derrochará el dinero a manos llenas, aunque esta situación no durará mucho. Basada libremente en la biografía de 1932 del escritor Stefan Zweig sobre la vida de la reina María Antonieta de ... [+]
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
7 de noviembre de 2018
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue el último regalo del productor Irving Thalberg a su esposa, Norma Shearer, antes de fallecer de neumonía a los 37 años.
Y fue un buen regalo, porque la vida de María Antonieta, la princesa austriaca destinada a ser reina de Francia, casada a los 15 años, víctima de problemas conyugales que le impedían engendrar un heredero, despilfarradora, ingenua, frívola, odiada en la corte, difamada hasta el exceso y finalmente engullida por la Revolución Francesa, daba para un gran melodrama.
El guion estaba basado en la brillante biografía de la reina escrita por Stephen Zweig, quien se documentó a partir de la abundante correspondencia de la época. Aunque la película descuidaba el interesante análisis histórico de la obra, sí reproducía su esencia trágica y romántica.
Realmente era complicado en dos horas y media presentar tanto personaje importante y tantos hechos relevantes. El montaje final, por ello, es especialmente meritorio. Ya sabemos lo que hizo Sofía Coppola en su versión, dejarlo todo a la mitad.
La Metro Goldwyn Mayer no repararía en gastos, aunque renunciaría a filmarla en color. Una pena, porque el gran trabajo del diseñador de vestuario, Gilbert Adrian, no luciría igual. Se había documentado con todo detalle, e incluso había reproducido vestidos de las pinturas de la época. Pero es que el dispendio iba camino de convertirse en algo parecido a las hazañas de María Antonieta.
Norma Shearer tenía la misma edad que su personaje cuando murió, 37 años. Por eso lo complicado fue reproducir sus años de adolescente, con un oportuno abuso del maquillaje. Hizo un buen trabajo, a pesar de que sus circunstancias personales durante el rodaje tuvieron que ser duras. Algunos momentos memorables los comento en el spoiler.
También en el reparto eran destacables Robert Morley en el papel del apocado Luis XVI, John Barrymore encarnando a Luis XV, y Joseph Schildkraut en el papel del intrigante Duque de Orleans, un aristócrata con valiosos contactos entre los revolucionarios. Su exagerado maquillaje resultaba altamente siniestro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feng Lanzhí
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8 de marzo de 2011
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que fácil hoy en día, con las nuevas tecnologías, ambientar una película histórica o de época. Qué milagro el de esta película, realizada en 1938 y todavía deja al espectador asombrado de todo lo que significó el esfuerzo para lograr la ambientación que se plasma en el film. Decorados, vestuarios, música y artistas, todo esto dirigido magistralmente por W. S. van Dyke y que, como otros directores de su época, eran auténticos artesanos del cine. Película de calidad.
Jody
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4 de agosto de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de una impresionante suntuosidad y fabuloso vestuario, con unos decorados que nos hacen creer que estamos en el mismísimo Versalles. La elección de los actores también es acertadísima, con una Norma Shearer espléndida en su transformación de frívola en responsable esposa y madre de familia, con un deber dinástico que cumplir. Robert Morley, en el papel de Luis XVI, con un gran parecido físico al mismo, está también perfecto como rey apocado, responsable y tierno a un tiempo. Por terminar con el trío protagonista, para Fersen escogieron al máximo galán de la Fox en esos momentos, un jovencísimo Tyrone Power, quien agranda las posibilidades de su personaje con matices y contención del gran actor que siempre fue, haciendo de su creación un Conde de Fersen inolvidable, a pesar de tener muy pocos minutos en la película (teniendo en cuenta su dilatado metraje). Todos los secundarios, excelentes. La Historia (con mayúsculas), está bastante respetada y por momentos nos acerca magníficamente al repulsivo ambiente revolucionario de las calceteras y del Terror. La música que envuelve todo este placer visual es inspiradísima, a cargo de un Stothart que pocas veces ha estado mejor. En resumen, una verdadera obra de arte injustamente olvidada.
Capu
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18 de enero de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ha criticado negativamente en demasiadas ocasiones la larga duración del film. En efecto, la película es larga, dura 2 horas y media, pero en mi modesta opinion, es lo que tenía que durar. Pienso que no le sobra nada y además, son 151 minutos que para nada se hacen ni aburridos ni monótonos.
Sobre la dirección artística decir que es increíble cómo en 1938, y de manera totalmente artesanal, se recreó ampulosamente y con todo lujo de detalles el Versalles del siglo XVIII. No se explica, por tanto, que perdiera el Óscar en esta categoría ante "Robín de los Bosques" (Michael Curtiz, 1938), que aún siendo una magnífica película de aventuras, en cuestión de decorados y vestuario "María Antonieta" le da mil vueltas.
En cuanto a las interpretaciones, destacar sobre todo la magnífica recreación llena de matices que Norma Shearer hace de la última reina de Francia. También Robert Morley está acertado en el papel de reparto del insustancial rey Luis XVI.
Charlie Martell
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10 de octubre de 2010
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Superproducción en B/N de la MGM, dirigida por Woody Van Dyke, concebida para luchar contra la competencia de la TV. El guión adapta la novela biográfica “Maria Antonieta” (1933), de Stephan Zweig (1881-1942). Se rueda en MGM Studios (Culver City, CA), con algunas escenas filmadas en Versalles (Francia) y en Hollywood Park Racetrack. Producido por Hunt Stromberg, se proyecta en sesión de preestreno el 8-VIII-1938 (L.A.). La acción principal tiene lugar, en 1770-93, en Paris y Versalles.

Es el último proyecto de Irving Thalberg, que fallece en 1936, a los 37 años, durante la fase de preproducción. La obra se caracteriza por su grandilocuencia, sus propósitos colosalistas, el elevado número de extras que moviliza, la grandiosidad de los escenarios (alguno de dimensiones que duplican las del original), la opulencia del vestuario y peinados y su objetivo de asombrar y maravillar al público del momento. Visto con ojos actuales, resulta un film recargado, artificioso y empalagoso. Estas sensaciones se ven potenciadas por la extensión del metraje (2 horas y media) y la inserción de tres cortes de música (obertura, entreacto y final), que pretenden elevar la película a la categoría de obra maestra.

Para interesar al público, el relato incorpora una historia de amor extramatrimonial de ficción. Lo hace a costa de la verosimilitud y la consistencia narrativa. Convertida en subtrama paralela a la principal, la digresión romántica introduce distorsiones innecesarias y perturbadoras. Para reducir los niveles de altisonancia, el realizador echa mano de anécdotas añadidas, que aportan sencillez y ternura, como la del soldadito de plomo. Se sirve de subrayados dramáticos y de imágenes cargadas de simbolismos premonitorios. Los episodios trágicos quedan fuera de pantalla, que es ocupada por imágenes que muestran reacciones subjetivas, acompañadas de sonidos que estallan o enmudecen.

La fotografía, de William H. Daniels y otros, busca encuadres inquietantes que refuerzan el dramatismo. Los diálogos se resuelven mayoritariamente con figuras de perfil que reducen el juego del plano/contraplano. Se consigue, de ese modo, crear sensaciones de solemnidad que en ocasiones se confunden con otras de hieratismo y rigidez. Las interpretaciones de los protagonistas (Shearer y Morley) son meritorias, pese a las exageraciones de ella y al estatismo de él.

La música, de Herbert Stothart, anuncia o subraya el drama (obertura), elogia la sublevación popular contra la opresión absolutista (intermedio) y celebra el triunfo de las ideas revolucionarias (final), en contraste con el discurso visual y verbal que defiende a los protagonistas y reduce sus errores a cuestiones anecdóticas.

En conjunto, la película se ve con interés, aunque pesa mucho su artificiosidad, estatismo, colosalismo y las contradicciones que contiene. No es aceptable la identificación que establece de los líderes revolucionarios con la crueldad, el arribismo, el odio y el asesinato.
Miquel
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