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El hombre del brazo de oro

Drama Frankie Machine, un hombre con talento musical, sale de la cárcel y, además, consigue dejar la heroína. Su principal problema será encontrar un medio de vida honrado y evitar las drogas y el juego. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
30 de mayo de 2007
48 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas son las cosas que se pueden destacar de este film. En primer lugar el hecho ser el primero en tratar de forma explícita, siendo en todo momento una película comercial, la adicción a la heroína y acercarse sin tapujos al síndrome de abstinencia, lo cual, dicho sea de paso, permitió a Sinatra desarrollar un papel que le llevó a estar nominado para el Oscar de ese año. Pero empezando por el principio sería casi un pecado no mencionar los créditos creados por el gran Saul Bass (habitual en muchos filmes de Preminger o de otros maestros como Hitchcock. Destacar también la banda sonora, la música de jazz que acompaña a Frankie en todo momento (incluso en su subconsciente?), esa música que el mismo interpreta con la batería (su gran pasión) cuando las drogas o su mujer le dejan. El montaje, típico en el Hollywood de la época y de Preminger en particular, es un montaje casi invisible, donde no se producen a penas rupturas visuales en los tránsitos narrativos, todo fluye con aparente normalidad para que nos centremos en la historia, en la propia narrativa, dejando para una segundo o subsiguientes visionados el ir descubriendo la maestría con la que un director de corte clásico va resolviendo cada detalle. Pero si algo cabe destacar de la película es que todo y abordar de forma clara y explícita la adicción a la heroína de su protagonista y siendo este un tema central no es el único elemento dramático en la narrativa del film. La película, que podría entrar en la categoría de lo que se dio en llamar “film noir” da una importancia decisiva al contexto, al entorno hostil (social, económico y familiar), el chantaje (mafioso y amoroso) y las propias pasiones amorosas, que son, en esencia, el tema de fondo de la película, alejándose a su vez, de cualquier postura moralista sobre el uso, abuso, o pesadilla de la adicción a la heroína, postura que desafortunadamente sí hemos visto en otras películas mucho más recientes y "llamativas". Y excepcional Novak, voluptuosa y sensual como siempre y maternal como nunca
manderlay puntoes
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7 de noviembre de 2009
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje de Hollywood sobre el problema de la droga, realizado por Otto Preminger (“Laura”, 1944). El guión, de Walter Newman, Lewis Meltzer y Ben Hetch (no acreditado), adapta la novela “The Man with the Golden Arm” (1949), de Nelson Algren (1909-81). Se rueda íntegramente en estudio, en un decorado de sólo 8 escenarios (sala de fiestas, escalera y vivienda del protagonista, vivienda de Molly, bar, calle, apartamento del traficante y tugurio de juego), con escaso presupuesto. Es nominado a 3 Oscar (actor, decorados en B/N y música). Producido por Otto Preminger para Carlyle/UA, se proyecta por primera vez en público, en sesión de preestreno, el 14-XII-1955 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en un barrio marginal de Chicago (Illinois), a lo largo de unas 2 semanas de la primavera de 1955. Frankie Machine (Sinatra), apodado “el hombre del brazo de oro”, de 30 y pocos años, casado con Sofía “Zosh” (Parker), de 25 años, llega a su casa después de 6 meses de privación de libertad, que ha pasado en un centro de rehabilitación de toxicómanos. Ha superado la adicción a la heroína, ha aprendido a tocar la batería y es portador de una carta de recomendación del médico para que un amigo le presente al director de una orquesta de jazz. Lleva consigo un regalo de sus compañeros del centro: el tambor de una batería, símbolo de su felicidad futura, de su ilusión presente y del proyecto de ganarse la vida como músico. Frankie era el mejor jugador de cartas del barrio y trabajaba como jugador a comisión en las partidas clandestinas de póquer de Zero Schwiefke (Strauss). Zosh, que lleva 3 años en silla de ruedas, es una persona amargada, frustrada, caprichosa, dominante y desequilibrada. La vecina Molly (Novak), chica de alterne de una sala de fiestas de “strippers”, es comprensiva, afectuosa, sensual y atractiva.

El film suma drama, crítica social y drogas. Analiza de modo minucioso y realista la angustia del toxicómano, la dependencia de la droga, el sufrimiento y las crisis asociadas al síndrome de abstinencia. Crea imágenes poderosas que explican la administración de la heroína y el calvario del drogadicto. Con acierto expone el peso del entorno en los toxicómanos: falta de trabajo estable, desestructuración familiar, frustraciones personales, presión de los traficantes, etc. Añade la consideración de factores ambientales, como los de un barrio en el que abundan el alcoholismo, el paro, la prostitución, la marginación, la criminalidad, el chantaje, la miseria y el juego.

Sin palabras se pone de manifiesto la necesidad de incorporar la familia a los procesos de rehabilitación, el tutelaje profesional de los ex toxicómanos durante su reinserción, la ayuda en la búsqueda de trabajo y en la preparación para su desempeño, las necesidades de comprensión y cariño y su tratamiento como personas enfermas, evitando siempre su criminalización.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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1 de diciembre de 2010
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para menoscabar la categoría artística de Preminger, Cukor decía de él que era “un hombre de negocios muy hábil y perspicaz”.

Preminger creó en 1953 una productora para, además de dirigir sus películas, sacarlas adelante. Prueba de su independencia es que cuando filmó “El hombre del brazo de oro” se saltó el Código Hays, censura sobre temas como el adulterio, las axilas pilosas o el ombligo. También las drogas, lacra asociada a las escabrosas cloacas de la sociedad.
Al contar la historia del heroinómano Frankie Machine, quien regresa al barrio de Chicago tras una rehabilitación, Preminger aplica un enfoque muy distinto del oficial: presenta la adicción como proceso patológico derivado de la debilidad de carácter y de la presión de factores ambientales.
El ‘junkie’ se hace, viene a decir, y en gran parte lo hace la sociedad.

Frankie vuelve a ese barrio de callejones con bares y viviendas como corralas y quiere ser un hombre nuevo: ya no el jugador con increíble mano para el póker (de ahí su apodo, brazo de oro sobre todo para el organizador de timbas) sino batería de conjunto musical. Durante la rehabilitación ha aprendido y practicado. Su brazo de oro bien puede valer para sacar ritmos de los tambores, piensa. Pero el impune camello del barrio, el de los chalecos de petimetre y la astucia sibilina, también piensa en ese brazo: que tiene venas, acceso directo al torrente sanguíneo, lo que lo convierte para él en filón. Zosh, la esposa posesiva, piensa que ese brazo de oro es sólo para caricias a ella debidas por ese accidente del que le culpa cada cinco minutos.
El campo de fuerzas donde Frankie intentará renacer como batería lo completan el amigo, tan leal como corto de luces, y la camarera (Kim Novak), amiga compasiva pero no sumisa.

En el desarrollo de la historia Preminger pone en juego su experiencia teatral y cuaja una puesta en escena magnífica, aprovechando con travellings aéreos y largos planos-secuencia los decorados, de donde la acción no sale, y logrando compacta unidad dramática.
Contribuyen tanto la convincente interpretación de Sinatra, que da bien todos los registros de su personaje, expuesto a oscilaciones límite, como la presencia enérgica de Kim Novak, mucho más que un rostro atractivo.

La narración, que de dichos elementos hace un manejo ágil e interesante, moviendo a buen ritmo los dilemas de los personajes, acusa en el desenlace algunas simplificaciones, tal vez porque en realidad lo prioritario para Preminger era mostrar lo hasta entonces inédito en pantalla: la crudeza de los síndromes, la inexorable fisicidad de la dependencia, o la figura vil del traficante, para quien el adicto es una mercancía con brazos.

Y si Preminger pudo hacerlo, aunque a Cukor pareciera fastidiarle, fue por su probada independencia y porque tuvo el arrojo de saltarse la censura.
Y de jugarse su dinero en un proyecto en el que creía.
Archilupo
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18 de agosto de 2007
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otto Preminger está empezando a entrar por derecho propio en la categoría de mis directores míticos. Películas como Anatomía de un asesinato, Al borde del peligro y especialmente Laura son ejemplares muestras de su buen trabajo y su capacidad para mantener en todo lo alto la atención del espectador. Pero, con El hombre del brazo de oro, Preminger da una vuelta de tuerca y ofrece al espectador una película de adultos y para adultos. Una película que supuso un punto de inflexión en el sistema de censura norteamericano al que se enfrentó con el apoyo de la productora United Artists y con el resultado de que a partir de este momento pudieron tratarse temas tabú hasta entonces como la drogadicción.

La Legión Católica de la Decencia ya condenó a Preminger en 1953 por su película The moon is blue donde una “pícara” Maggie McNamara escandalizaba a la censura de la época con frases como ésta: “¿Cree usted que soy una virgen profesional?”. En definitiva, que Preminger estaba resultando mucho Preminger para las castas legiones a las que no les quedó más remedio que claudicar. Y gracias a ello la película pudo estrenarse en los diferentes Estados de USA si bien la escena del pinchazo fue cercenada en la mayoría de ellos.

Dejando aparte estos prolegómenos, que ayudan a enclavar la película en su contexto social y temporal, debo decir que la película impacta, aunque es cierto que resulta “light” si la comparamos con otras producciones más duras (Ej. El Pico), pero no nos olvidemos ni del año: 1955 ni de los Torquemadas de turno.

Buena interpretación de Frank Sinatra, genial Eleanor Parker y excepcional Kim Novak de la que “robaré” una frase de Manderlay es : “voluptuosa y sensual como siempre y maternal como nunca”.

Y por encima de todos ellos, un director distinto, enfrentado a las estructuras más cerradas y a los celosos guardianes del “genuino sueño americano”, rompiendo sus moldes y abriendo el cine a nuevos horizontes de madurez y progreso: Otto Preminger.
FATHER CAPRIO
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20 de septiembre de 2007
23 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¿Qué tal, Frankie? ¿Cómo te va?
- Bien, acabo de salir de la cárcel.
- Lo sé. Oye, pásate por mi casa un día de éstos.
- No, gracias. Lo he dejado.
- No seas tonto. Al primero invita la casa.
- No iré. Ahora estoy limpio. Me he rehabilitado.

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La venda atada fuertemente impedía la correcta circulación de la sangre. Una vena sobresalía. El brazo tenso sintió el pinchazo de la aguja. Se introdujo con precisión y delicadeza. Apretó. La presión del dedo índice sobre el émbolo le hizo volar. Cerró los ojos. Ufff, ¡qué sensación! “Es la última vez que hago esto”, se dijo con voz entrecortada.


Se había vuelto a engañar.
Dromedario
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