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Tarde para la ira

Thriller Madrid, agosto de 2007. Curro entra en prisión tras participar en el atraco a una joyería. Era el conductor, y el único detenido por el robo. Ocho años después sale de la cárcel con ganas de emprender una nueva vida junto a su novia Ana y su hijo, pero se encontrará con una situación inesperada y a un desconocido, José.
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Críticas 239
Críticas ordenadas por utilidad
8 de septiembre de 2016
213 de 267 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo, que tanto me meto con el cine español, me pongo a los pies de Raúl Arévalo. Si sabe mantener el nivel mostrado aquí, estamos ante un cineasta que va a marcar el cine español de los próximos años. Un thriller que me recuerda mucho al que el mismo Arévalo protagonizó "La isla mínima" con personajes profundos, complejos, bien dibujados, sin trampas de guión, con magníficas localizaciones que dan a la película una personalidad propia, una banda sonora a la altura, y unos actores de diez.
Raúl Arévalo es el propio guionista y escribió la historia pensando en Antonio de la torre y en Luis Callejo para protagonizarla, creando unos personajes que encajaban como un guante en los actores que iban a darlos vida.
En el aspecto actores, mención honorífica para Manolo Solo con un personaje que, a priori, iba a ser el más complicado de que encajara en un thriller, dado que aporta los momentos, digamos, cómicos de la historia, pero lo solventa a las mil maravillas.

Para ser su primera película, caray como domina la cámara, talento innato. Esos planos introspectivos sobre el carácter y las motivaciones personales de cada personaje, están a la altura de muy pocos directores. Por no hablar de la atmósfera personalísima y asfixiante de la película.
El nacimiento de la ira, y su transformación en venganza. "Tarde para la ira" lleva al cine lo que Gabriel García Márquez creo para la literatura con "Crónica de una muerte anunciada".

Para mí, que no veo mucho cine español, lo admito, es la mejor cinta patria del año y no tiene nada, pero absolutamente nada que envidiar a los mejores thrillers internacionales.
Rufus T Firefly
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28 de septiembre de 2016
123 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la sala de cine ya sentí, como todo un mérito mayúsculo, que Tarde para la ira me estuviera emocionado antes de que ocurriera algo especialmente conmovedor, que lo estuviera consiguiendo por la simple belleza de su autenticidad. Un placer epidérmico que me llegó desde el principio de un modo espontáneo y natural. Y salí del cine con la intención de buscar información sobre ella. Supe entonces que una de las razones del aroma especial de su textura era resultado de una opción estética intencionada: la decisión de filmarla en celuloide (en peligro de extinción), tal y como hacen, con el de 35 mm, Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Christopher Nolan o J. J. Abrams, principales líderes de la resistencia contra el imperio digital. Arévalo había elegido el Super 16 mm. Cuando este ancho de película, más “barato” y manejable, se pasaba a 35 mm para su exhibición en salas comerciales, dejaba un granulado especial, y este efecto justamente era el que de un modo completamente deliberado estaba buscando el director para su impecable debut. Uno de los pocos laboratorios de revelado de Super 16 mm se encuentra en Rumanía, de modo que las latas con el material filmado estuvieron volando en continuas y peligrosas idas y venidas. Y como el metro de película estaba costando un dineral todo el mundo tenía que estar especialmente afinado y concentrado a la hora de rodar. En fin, un acierto de Raúl Arévalo, pues ese toque vintage y amateur, ese tamiz granulado de luz plomiza, había merecido la pena y caló inconscientemente en muchos de los que éramos espectadores desprevenidos.

No pretendo que los demás compartan mis gustos (“el gusto es mío”), pero sentí sin proponérmelo que, al igual que esas canciones que a la primera empapan de placer nuestro cerebro, conectaba al instante con mis sensores del equilibrio estético: estuve a punto de la lagrimilla sin que aún hubiera sucedido nada dramático y fui consciente de que me emocionaba por la belleza de su factura descuidada, por el temple enérgico de su sencillez, por el pulso intenso de su ritmo, de sus diálogos, de sus silencios, de su verdad.

Considero todo un meritazo que una película de atmósfera sórdida, sucia, violenta… una película que se desenvuelve en los ambientes cutres de nuestras barriadas, en los ambientes de nuestros rancios usos y costumbres de clase media baja, de la ordinariez de nuestros bares, de nuestras charlas vulgares, nuestras pintas chabacanas, nuestras rumbitas castizas… sí, considero todo un meritazo que una película así no caiga ni en la horterada, ni en el costumbrismo cañí, ni que tampoco caiga en el simple entretenimiento de acción violenta ni en las poses del realismo social comprometido.

Tras un impactante comienzo y un buen tramo pausado de calma posterior (en el que anida una extraña tensión), la película evoluciona hasta convertirse en una especie de road movie mesetaria (no es precisamente glamuroso el pueblo segoviano de Martín Muñoz de las Posadas) empapada de mala sangre. Me llaman la atención algunas críticas que sólo la califican de interesante. La película es sobresaliente, mama de la esencia más turbadora de nuestro cine negro, y si la hubiera firmado Peckinpah, Eastwood, Kitano o Cronenberg, esos mismos críticos prejuiciosos elevarían a este western crepuscular castellano a la categoría de obra maestra.

Sin moralinas, sin exhibicionismos, sin sermones, sin bonitos encuadres, sin cuidadas simetrías, sin estudiados claroscuros, sin oxigenantes perspectivas, sin acción trepidante, sin alardes de ningún tipo… la película me estaba llegando por la simple maestría de su punto de vista y el equilibrio contundente de su autenticidad sin imposturas.

Seguramente también me emocionó porque en la oscuridad de la sala fui consciente de que estaba disfrutando de un “clásico” instantáneo del cine español -por adelantado, sobre la marcha, en un jodido vis a vis- sin tener que esperar para desencadenar esa certeza a la libertad provisional de futuras valoraciones.
Yanpol64
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9 de septiembre de 2016
117 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tarde para la ira" dignifica el cine español reciente en todos los sentidos. Es una película que por desgracia no atraerá a muchos espectadores a la sala de cine, pero que a los que atraiga tendrán el privilegio de vislumbrar hora y media de gran cine condensado y sorprendente. Su campaña de publicidad nos dejaba un anuncio que no presentaba con claridad lo que de verdad abordaba la cinta, pero ese ha sido otro de sus grandes aciertos.
El guión construye unos personajes complejos, oscuros, silenciosos y volátiles. Esos personajes y lo que esconden son los conductores de la historia. Una historia de venganza que toma cortes de Saura y Peckinpah con acierto, mejorando conforme avanza, entregando un golpe inesperado en su ecuador y manteniendo al espectador al borde de su asiento hasta su final. Su ritmo narrativo acompaña el suspense de forma genial, sosteniendo tu atención y no dejándote ir hasta su último plano.
La factura técnica nos devuelve a la estética de películas de corte clásico, lejos de la alta definición actual, ayudando a introducir aún más al espectador en el ambiente sórdido que se respira de la cinta. Raúl Arévalo dirige de forma experta para ser su debut, demostrando ser una carta de presentación casi inmejorable. La banda sonora impone de verdad en los momentos de vorágine y tensión.
Las interpretaciones cortan la respiración: Antonio de la Torre está inmenso de principio a fin. Los momentos en los que consigue dejar al personaje de Luis Callejo (desatado y contenido de forma genial) quieto y boquiabierto hace lo propio también con el espectador. Ruth Díaz termina de cerrar un tridente protagonista perfecto. El resto de secundarios cumplen con solvencia.
Un violento thriller de venganza, notable, lleno de suspense de principio a fin, con geniales interpretaciones y una dirección fantástica: "Tarde para la ira" es un auténtico torrente hasta en sus momentos "tranquilos", divido en cuatro partes (tres pequeñas iniciales y una cuarta y última que ya desvela las verdaderas cartas de la cinta), que atrapa y no deja ir. Incluso ese plano final deja tu cabeza preguntándose qué pasará después, una vez que los créditos finales anudan la conclusión.
Jesus Reviewer
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11 de septiembre de 2016
96 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
Te han destrozado la vida. Te han quitado todo anhelo y tu única obsesión es la venganza. Tu existencia se reduce a la paciente e insípida espera del momento propicio para completar tu objetivo último: vengarte de quienes destrozaron tu mundo, tus planes de futuro y tu dicha. Nada de lo que hagas borrará el pasado, pero al menos habrás completado tu razón de ser y quizás encuentres la paz que unos delincuentes segaron en su codicia criminal. Quizás. Es el áspero y envenenado punto de partida de este seco y duro thriller sobre la muerte y el desencanto. La cinta adopta el punto de vista de su abatido protagonista, perro rabioso y malherido que habita un erial sin horizonte, un desierto desapacible y yermo donde sólo germina la ira.

El sobrio estilo recuerda al mejor Saura. Impacta el retrato inmisericorde y sin concesiones de las gentes que habitan este desolador mundo del hampa barriobajera y cutre que no piensan más que en sí mismos y que parecen carecer de cualquier empatía o compasión. Y la desilusión es contagiosa y tóxica, corroe las entrañas y trunca cualquier esperanza. Destaca sobre todo el dominio portentoso del tempo narrativo – en apariencia pausado, pero en realidad un volcán taimado a punto de estallar – y de la estética cochambrosa y mísera que no refleja sino la ruina moral que hiede a cada paso. Fondo y forma van así de la mano y configuran un relato acre e inhóspito que parece fruto de una maldición cañí. El laconismo como segunda piel. No hay indulgencia ni reparación. Sólo castigo.

La atmósfera enrarecida y el deliberado acabado sarmentoso y tosco tanto del ambiente rural como de las barriadas metropolitanas es muy meritorio; no parece una ópera prima sino que tiene la determinación, el empaque y la factura de un proyecto señero muy bien engarzado, repleto de originales hallazgos visuales, como si no tuviera ninguna duda de qué es lo que nos quiere contar ni cómo lo quiere llevar a cabo. El dominio del inexorable ritmo fatalista y de las ponzoñosas imbricaciones de cada uno de los personajes nos demuestran que Raúl Arévalo ha realizado un debut en la dirección memorable, lleno de garra, cólera e intención. Además obtiene de todo el elenco unas interpretaciones inmejorables. Se nota que ha sido cocinero antes que fraile.

Incluso el final abierto y nada complaciente ni efectista – que no hace sino recalcar y ahondar en la soledad intrínseca de las baldías almas quebradas de sus protagonistas – es un prodigio de concisión y talento. En resumen, una obra certera, impactante y muy recomendable.
antonalva
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29 de septiembre de 2016
70 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
El conocido actor Raúl Arévalo debuta como director, y lo hace con una contundencia sorprendente, creando un thriller con sabor a la España de los años 80 pese a estar ambientada en la actualidad, forjando un film seco, incómodo y brutal, que anuncia a un director que seguro que dará mucho que hablar.

“Tarde para la ira” no va entrando poco a poco, lo hace desde la primera secuencia. La escena inicial es una inyección que hace que entres en la película de golpe, sin calentar. Una bofetada de cine para que no desvíes la vista de la pantalla durante el resto del metraje. El atraco, la detención, unos títulos de crédito muy tarantinianos, y ya estás totalmente entregado a todo lo que va a venir a continuación.

Tras la bofetada inicial, Arévalo va poniendo las piezas delante del espectador, una por una. El bar, Ana, José, el padre en el hospital, una pulsera, la cárcel… y no deja que el público enlace todas las piezas de la trama hasta la mitad de la película, cuando todo gira hacia una dirección espeluznante y sin retorno.

Durante esa primera mitad, no puedo evitar recordar el cine quinqui de los años 80 por ese retrato del Madrid suburbial y esa jerga tan característica. Pero en la segunda parte de la película es el espíritu de Sam Peckinpah quien toma las riendas de la película, la cosa se pone seria, y uno no da crédito a que lo que está viendo en la pantalla sea obra de un director español novel.

Hay un gran trabajo en la construcción de los personajes. Habitantes de los barrios más desfavorecidos de Madrid, perdedores que viven más en la taberna que en casa, fracasados de la vida que buscan la gloria sobre el tapete ganando una ronda de cubatas al mus. Complejos seres que acumulan derrotas y sed de venganza, personas a quienes la vida ha mimado poco y cuyo destino parece estar escrito.

Las interpretaciones de estos personajes son todas excelentes, pero por supuesto uno se queda fascinado por la mirada helada de Antonio de la Torre, quien compone un personaje taciturno e inolvidable que va desarrollándose y evolucionando en cada escena, a medida que avanza la película. De la Torre demuestra un poderío interpretativo inconmensurable, con una contención y frialdad que no cualquiera lograría transmitir. Grandioso.

A su lado, Luis Callejo vuelve a demostrar que es uno de los actores españoles en mejor forma, y Ruth Díaz poniendo de manifiesto que es una actriz que debería ser tenida mucho más en cuenta. Y no puedo evitar mencionar la corta pero inolvidable aparición de Manolo Solo, que en los diez minutos que aparece se cuela en la memoria del espectador para siempre. Muy grande.

Arévalo gusta de los planos secuencia y nos deleita con varias escenas apabullantes de cámara en mano combinadas con un montón de primeros planos rodados con elegancia y una sabiduría impropia de un novato. Todo ello aderezado con una magnífica ambientación y una música muy flamenca, muy de barrio, para evocar, una vez más, ese cine español de hace treinta años en el que los protagonistas eran chavales macarrillas destinados a morir en algún atraco o por sobredosis.

Todo funciona bien en esta película. Los personajes turbadores, la trama perfecta que combina el thriller con el drama intenso, el fondo en el que se plantea el sentido que tiene la venganza, y donde acaba ésta y empieza el ensañamiento. La tristeza que desprenden la vida rota de José por lo que le pasó hace ocho años, la vida rota de Curro tras pasar por la cárcel y su dolor por no poder retomar lo que dejó, la vida rota de Ana confundida entre amores equivocados y una juventud que ya se le ha escapado en vano. Vidas rotas, y las que faltan por romperse.

Excelente película. Inesperada sorpresa. No sobra ni falta nada. No hay una escena superflua ni un momento prescindible. Es dura, arriesgada y precisa. Es tensa, arrebatadora y desoladora. Estoy seguro de que dentro de unos años presumiré de haberla visto de estreno.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
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