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El canto de los pájaros

Drama Filmada únicamente usando luz natural, la historia de "El canto de los pájaros" es, según su director, Albert Serra: "en cierto sentido bastante simple, cuenta lo que dicen esas tres frases de la Biblia: unos Reyes Magos que llegan a un sitio que parece ser el Portal de Belén, y se van". Preestrenada en Cannes 2008 con una acogida discreta. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
11 de diciembre de 2009
47 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Albert Serra es a todas luces, un personaje peculiar. Autodidacta, dice él y convencido sin resquicio de duda de su sublime calidad. Desde el inicio, deja claro que sus películas son excesivamente personales y nada moldeables. “En mi primera película presentada en Cannes, habían unas 1200 periodistas acreditados. Cuando terminó, quedaban unos 300. Con esta, mi segunda película, también habían unos 1200. Cuando finalizó, habrían unos 600. Así que podemos decir que esta película es más comercial.” Es desde luego un chiste. Pero continúa dejando patente su soberbia:
“Si conseguís aguantar hasta el final, habréis visto una de las dos mejores películas españolas desde que Buñuel murió. La otra es Honor de Caballería (su ópera prima)”.

“El cant dels ocells” fue estrenada en Madrid y duró una semana. Unas ochenta personas fueron a verla. Las mismas que habían ayer en este ciclo de autor que hace la UIB en la Sala Augusta. Cuando terminó la película quedábamos unas veinte personas. Algunas durmiendo, otras de cháchara, otras en estado orgásmico y yo pensando que este tío tiene muchos huevos para hacer este tipo de películas.

La verdad es que casi no había que preguntarle nada porque él sólo respondía en monólogos de diez minutos muchas de las preguntas que tenía preparadas. Y aunque en algunas conseguí resolver mis dudas en otras me dejaba patente que esto de película no tiene casi nada. Una de las cosas que más me llamó la atención fue que José (Mark Peranson), al contrario que el resto del reparto (los tres reyes magos y María que hablaban en catalán) hablaba en hebreo. Pero no existe motivo para ello, sino un mero capricho artístico y testicular de su director. Mark Peranson es un crítico de cine que fue a ver el rodaje de la película. Y estando allí al director se le ocurrió la gran idea de lo místico que quedaría que este critico judío hablara en hebreo haciendo de José.

La mística es algo de suma importancia para Serra. Y quiere resolver sus diálogos con mística. Dice que en su guión no existen diálogos, sino el tema que quiere que surja en ese diálogo. Da total libertad a unos actores no profesionales con la única salvedad de que no pueden hablar a ninguno del equipo. A uno de los actores le dice en privado que diga una palabra en concreta que el director encuentra mística o que pueda trascender a un diálogo místico (¿flipante eh?). Y a partir de este punto el espectador recibe algunos de los diálogos más absurdos que haya oído en una sala de cine.

Sugiere que esta película consigue así unos personajes naturales, donde la fuerza queda en la imagen, no en la palabra, y la espontaneidad de estas actuaciones genere un regreso a la niñez. La verdad es que esta técnica no genera una mierda de todo ello. Para empezar si se muestran naturales o no depende de la calidad como actor; y para terminar, el diálogo de los sueños se me antoja forzado y fuera de lugar.


Abrónchense los cinturones porque esto continúa.
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Chagolate con churros
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9 de junio de 2010
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al presentar "Honor de cavalleria", Albert Serra comentó no era "la narración de una aventura sino la aventura de una narración". Su aventura siguiente, "El cant dels ocells", prosigue en la misma senda, puliendo algunas aristas, aunque persistiendo en otras limitaciones. En conjunto, me parece un avance respecto a su versión del Quijote, en cuanto percibo en ella una más estructurada unidad formal, y una también más conseguida capacidad de poetizar sus contenidos.

"El cant dels ocells" no narra, pues, sino más bien acompaña parsimoniosamente a los tres Reyes Magos en su errático viaje hacia la adoración del recién nacido. La cámara se muestra más segura en la concepción del plano. A ello contribuye el tratamiento visual en un contrastado blanco y negro (aunque en escenas nocturnas la textura se torna más confusa) que define a los personajes, carentes de cualquier psicologismo, siempre en relación a un paisaje rocoso y lunar —la película se rodó íntegramente en exteriores de Fuerteventura, Tenerife e Islandia, buscando, también en palabras del director, un territorio "abstracto y mítico"—. Esta abstracción, de marcado primitivismo, que podríamos emparentar con la interesante "El tiroteo", de Monte Hellman (tanto en su fisicidad como en su temática metafísica), dota a la película de un poderosísimo magnetismo, ya que éste no brota de la artificiosidad de unos decorados (pensemos en el último Fellini, por ejemplo), sino de una forma de mirar lo que la naturaleza ya ha creado. Es en ese saber mirar donde se concentra la cualidad más pura de Serra como cineasta.

Hay en ese trayecto zigzagueante momentos para el recuerdo: la divertidísima discusión de los Reyes sobre qué camino seguir (que obligatoriamente sólo puede degustarse en su versión original: la dicción profana de los no-actores de Serra es tan esencial en su cine como el automatismo en el habla de los modelos de Bresson), la pasoliniana y heterodoxa recreación de María y José, el momento de la adoración ante el niño, donde escuchamos la melodía que da título al film (aunque hay que admitir que tras la sublime interpretación que en su día inmortalizó Pau Casals, cualquier nueva aproximación siempre resulta menos emocionante), o el baño postrero, inequívoco símbolo de purificación: desde las antípodas del cliché religioso, llegamos sin embargo a una experiencia eminentemente espiritual.

Otros momentos, sin embargo, nos alejan, casi nos expulsan, del film: Serra reincide en la excesiva morosidad de los tiempos muertos. La dilatación de un plano ya dilatado solamente puede conducir a la redundancia. Quizás el director debería tomar nota de su admirado Bresson, al que le bastaba con una hora y poco más para transmitir una visión del mundo. Particularmente, pienso que, planteada en estos términos —una "miniatura", como "Madre e hijo" de Sokurov, o los últimos trabajos de Manoel de Oliveira—, el resultado podría haber sido un poema visual memorable y mágico.

El problema de fondo...
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Quim Casals
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18 de octubre de 2008
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega uno de los títulos que van a hacer furor entre los cinéfilos más "modernos" esta temporada. El deambular de los tres reyes Magos en busca del niño Jesús en unos apabullantes paisajes áridos (Islandia y Canarias) con una preciosa fotografía en blanco y negro.

Planos compuestos con intención pictórica, ritmo lento, contemplativo y rectilíneo, en una obra que es pura imagen y puro movimiento hacia el horizonte, totalmente desaconsejada para los que busquen una narrativa férrea articulada en tres actos delimitados.
Frederic Celadon
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30 de octubre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto muchas películas en mi vida y sólo me he salido de dos o tres: ésta ha sido una de ellas.
Para mí es una mala película de la que solamente se salva la fotografía. Quizás haya algún otro elemento que pueda salvarse, que me perdone, pero me puso tan de mal humor que no pude apreciarlo.
Es una plasta, con planos fijos interminables que, como dice la canción, "me llegan a desesperar", con unos diálogos planos, insulsos... vamos, para mí una TOMADURA DE PELO.
La desaconsejo para personas normales; la recomiendo para masoquistas, para personas que crean que su vida es aburrida (viéndola y comparando les subirá un montón su autoestima) y como castigo para la cantidad de políticos corruptos y banqueros-empresarios depredadores que abundan tanto, desgraciadamente, en la fauna nacional.
Fernando
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8 de marzo de 2009
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Cant Dels Ocells es toda una experiencia cinematográfica por dos motivos. Por un lado, porque lo importante de esta pelicula no es tanto lo que sucede, sino la experiencia de ver cómo sucede, vivir el momentazo de hora y media que acompaña a los protagonistas, los Reyes Magos de Oriente que viajan para adorar al recién nacido Jesús. Por el otro, porque la sala de cine es el único lugar donde puede y debe ser disfrutada la película con plenitud. Con la predisposición y la oscuridad del espacio, la escala acongojante de la pantalla y el silencio complice de la comunidad de espectadores. Vamos, que en DVD este film puede ser una castaña importante.

Serra dice: “Además de buena, la película es divertida, y no excesivamente intelectual” o “Ésta o mi anterior película, son probablemente la mejor y segunda mejor película del cine español de los ultimos 25 años, a elegir el orden” Y tiene razón… en que su película no es especialmente para intelectuales, lo cual no quiere decir que su visionado no sea complicado.

El realizador cuenta de forma extremadamente pausada una serie de banalidades y momentos muertos en la vida de tres reyes magos, así en minúsculas, anónimos, todos de raza blanca, que caminan por un paisaje radical (rodado entre otros entornos, en Islandia y Tenerife) siguiendo la famosa estrella. Un argumento de sobra conocido permite, como el planteamiento del director reconoce, pararse en pequeñas conversaciones huecas y aparentemente inanes, y en la contemplación de estos tres hombres en todas sus acciones, desde echar una siesta, darse un baño, o buscar en el cielo la luz de guía. Estas secuencias, largas sin más, son con todo, lo que hipnotizan y producen a la vez una sensación de desasosiego argumental que una vez vencido, permite acceder a la paz que el director busca, la experiencia que nos mueve, y que nos permitirá no buscar ni moralejas ni tramas secundarias ni diálogos de relleno, tan solo reconocer mucha verdad, salpicada siempre con algo de humor y la sensación final de que lo que vemos proyectado está mucho más cerca de lo que pudo ser en realidad, que cualquier de las impostadas ( y aún así queridas, claro que sí) secuencias de carton-piedra del Hollywood de siempre.

Y es que Serra, al eliminar cualquier tipo de épica y aparatosidad histórica, lo que consigue es reducir personajes y motivaciones a sus más elementales ideas, sin dobles lecturas, simplemente va al origen y muestra a personas sin la carga que la tradición y la religión les ha impuesto. Y aún así, como él mismo reconoce, su película es profundamente religiosa, pues ni relativiza ni busca la crítica en el contrapunto, sólo explicita la humanidad de aquellos que viajaron movidos por su fe, buscando a Jesús. Quizás por eso, en el momento de la Adoración, la emoción embarga el discurso, que hasta ahora era sereno y por única vez escuchemos música en la película: El Cant Dels Ocells, de Pau Casals.
Arcade
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