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La noche del cazador

Intriga. Drama. Cine negro. Thriller Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
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Críticas 227
Críticas ordenadas por utilidad
20 de noviembre de 2008
239 de 330 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Tratad esta película como a un material muy delicado. Para empezar, nunca la veáis a la luz del día. Contempladla desde la oscuridad, a partir de la medianoche, con la precaución con la que espiaríais el rostro de un vampiro dormido. Porque al igual que para un vampiro, el sol es pernicioso para "La noche del cazador". En su naturaleza de pesadilla, no sobreviviría a la luz de la razón, como no sobreviven los terrores nocturnos a la confrontación del amanecer.

2) Pero hay otra cosa más importante. No la veais sin recordar los tiempos en que el mundo os parecía un lugar grotesco, terrible, misterioso. Un lugar en que las sombras eran demonios y los adultos eran gigantes y las palabras eran conjuros y los bosques, reinos perdidos y los ríos, sangre de ondinas. Si no tenéis tal capacidad, no vale la pena que perdáis el tiempo con "La noche del cazador".

3) Y el último, también importantísimo. No intenteis verla como una parte indispensable para completar vuestro currículum cinéfilo. Ni porque se os haya dicho que es una obra maestra. Ni para pasar un rato de terror. Ni para llenar la aburrida sucesión de horas de una tarde de domingo. Esto es un error garrafal.

Si hacéis caso de todo esto, quizás descubrireis una puerta que muchos a día de hoy, han pasado por alto al ver esta película. Y que conduce a un reducto muy oscuro y olvidado, en la parte más recóndita de la memoria del alma; un instinto más antiguo que el hombre que nos advierte de que el mundo todavía es un lugar del que hay que tener miedo.

"Los cuentos de hadas no le proporcionan al niño su primera intuición de la existencia de los espectros. Lo que le proporcionan por vez primera es la intuición clara de que es posible derrotarlos" (Chesterton, "El ángel rojo")
Neathara
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10 de junio de 2005
168 de 227 usuarios han encontrado esta crítica útil
La maestría de esta genial película no solo radica en su música y sus imágenes poéticas, en su belleza indiscutible o en su oscuridad, radica en lo heterogénea que es. Una mezcla de thriller gótico (pero en la América profunda) con referencias a los cuentos de hadas (Hansel y Gretel), al cine mudo de Griffith (no es casual la presencia de Lillian Gish) o al fanatismo religioso y la crueldad infantil. Todos esos temas surgen en apenas hora y media de puro cine. Muchos dicen que cae en el ridículo, pero es que la película se desliza por el territorio onírico y se convierte en un cuento con niños y ogro. Todos los efectismos están plenamente justificados gracias al magnífico guión, al montaje y a la prodigiosa interpretación de Robert Mitchum como predicador fanático y divertidamente malvado. Es una verdadera maravilla que en el cine americano de los 50 se pudiese rodar una película tan llena de significados (incluso referencias bíblicas) y tan bella y poética ( la poesía o la sutilidad reflexiva eran más propias del cine europeo de la época) . El precio fue alto: un inmercecido fracaso de público y crítica y el perdernos otras películas que ese gran actor llamado Charles Laughton podría haber dirigido. Una pena, pero siempre nos quedará esta maravilla para ver en una oscura noche veraniega.
Josh20
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31 de octubre de 2008
104 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi esta película por vez primera, por suerte en pantalla grande y con subtítulos, recuerdo que sus imágenes me estaban provocando una especie de fascinadora estupefacción, absolutamente incómoda.

Era joven y comprendí que estaba asistiendo a algo; pero no sabía qué era. ¿Qué pasaba con aquello que estaba viendo? Era claramente la película de alguien que apenas conocía la técnica de rodaje cinematográfico. ¿Por qué estaba incómodo y fascinado, a la vez? Hacia la mitad de la proyección supe que, en mi simplismo reduccionista, necesitaba calificar lo que estaba viendo, ponerle un nombre, archivarlo en una categoría determinada y proceder a compararlo con los modelos conocidos. Y no podía. ¿Por qué, si se trataba de una película con una historia inteligible - por cierto, para los que la ridiculizan, obra de dos de los mejores escritores americanos del siglo XX, Davis Grubb y James Agee- y una defectuosa realización según el canon clásico? ¿Qué me impedía juzgar y llegar a un veredicto? ¿Qué clase de hechizo perturbador tenían esas imágenes?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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28 de febrero de 2010
93 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película no admite medias tintas. La habré viso casi una decena de veces; las primeras me encantaba, las siguientes me parecían una infantilada tonta, y las dos últimas he comprobado que es un milagro inimitable.

El secreto de esta película es volver a la infancia. Charles Laughton la rodó en el ocaso de su vida, cuando uno ya no necesita demostrar nada. Así que se retrotrajo desprejuiciadamente a la niñez y filmó un cuento terrible con la estética de un cuento de hadas, pero en vez de en un mundo fantástico lo pone en la tierra.

Hay constantes referencias cuentistas. Promesa solemne, niños que huyen, lobo feroz, hada madrina, sapos y conejos, etc. Hasta hay un guiño a Frankenstein.

Pero ya digo, esto sólo se puede disfrutar desde la infancia. Algo sólo reservado a los niños, y a los que comprenden que el secreto de la vida es intentar volver a serlo.

El cuento no es terrible porque dé susto, sino porque los cuentos de hadas son más reales de lo que la gente cree. Por eso a esta película, o la amas o la odias.
Gilbert
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2 de octubre de 2008
108 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el paso de los años he ido variando –muy lentamente, todo hay que decirlo- en mi percepción sobre “La noche del cazador”. Yo era de los que abominaban de ella de siempre, y pensaba como otros muchos que era una de esas películas infladas por ciertos caprichos y circunstancias del destino, siendo una verdadera quimera pretender realmente saber a quién le interesa travestirla como una obra maestra.

Y aunque desde un punto de vista maniqueo, es decir sí o no a “La noche del cazador”, mi respuesta sigue siendo negativa, con los últimos tres visionados he ido apreciando cuestiones y matices que la convierten en un producto interesante.

Claro que más por interés, voluntad y ganas que por verdadera calidad del metraje. Sobre todo hay una parte, que es todo el final de la cinta, cuando los niños son recogidos por Mary Poppins, que no hay por donde cogerla.

Como decía la viuda de Charles Laughton, a su marido nunca le gustó esta película. Tampoco los niños. No tuvo hijos, fue un homosexual de esos que no pudieron salir del armario. Esto viene al caso porque por mucho que se quiere ahora cambiar la historia, Laughton no se llevaba bien con los niños en el rodaje, y si por él fuera el predicador los hubiese cortado en pedacitos.

La vida al revés. Cuanta gente habla de cuento infantil, cuando a Laughton, animal de teatro, sólo le interesaba la narrativa dramatizada y no el simbolismo poético. Más curioso aún resulta que muchos de los que defienden la película sean algunos grupos vinculados a instituciones religiosas, cuando Laughton fue un verdadero hipócrita de su tiempo completamente ateo.

Robert Mitchum, que hacía de padre y casi de director en el rodaje, ante la apatía y malas pulgas de Laughton, dijo en sus memorias que más sorprendente que el rechazo que provocó en su momento la película, era su éxito posterior. Y aunque nunca renegó de la película, incluso se llegó autoparodiarse en “El póker de la muerte”, siempre le supo mal que aquel fuera su personaje más recordado cuando desde el punto de vista interpretativo tiene más de una docena de registros mejores.

Eso sí, un truño tampoco es, sólo que como le ocurre al arte en el siglo XX y como tan bien explica travislook en su excelente crítica, ahora quien decide qué es bueno y qué es mejor en los círculos cinematográficos eran los niños que vivieron aquella época, y como nosotros, como todos, idealizamos la infancia, porque la patria de un hombre es su infancia.

Por cierto hay una versión realizada para televisión en 1991 protagonizada por Richard Chamberlain que está muy bien, mucho más adulta y oscura, que yo vi en su momento antes que la antigua y me hizo concebir muchas esperanzas que nunca han sido llenadas. Quizá la vuelva a ver una vez más. La esperanza es lo último que se pierde.

Nota: 6,2
vircenguetorix
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