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Ensayo de un crimen

Drama. Comedia Archibaldo de la Cruz ha visto en su infancia morir a su institutriz, alcanzada por una bala perdida, mientras él se escondía en el ropero de su madre. Ya adulto, la muerte de varias mujeres cercanas a él hacen que Archibaldo crea que es un asesino. Su único argumento es que él deseó todas esas muertes y que las mujeres terminaron siendo asesinadas. Interrogado por un juez, Archibaldo desvela su vida y las razones por las que piensa que ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
11 de agosto de 2008
80 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Archibaldo de la Cruz viste capa española.
En las tabernas donde se consumen bebidas llameantes pide siempre un vaso de leche. “¡Pero que personajote está usted hecho, don Archi!”.
Usa maneras corteses, recortado bigotito de galán, dentadura brillante y tupé con reflejos.

2. Ingresado por agotamiento nervioso, cuando cuenta cómo de niño mató a su institutriz, la monja-enfermera no le cree.
Buñuel se embarca en ese relato y lo cinematografía con vivacidad.
Escena primitiva, que crea un vínculo morboso entre fetiche, placer erótico y muerte: Archibaldito, hijo único, juega a esconderse en un ropero, vestido con zapatos y corsé de su madre. Recibe el regalo de una caja de música. La institutriz improvisa para él un cuento: un genio dio al poseedor de la caja el poder de matar con sólo desearlo. El niño prueba en silencio, justo cuando una bala procedente de una revuelta callejera alcanza a la institutriz, que cae al suelo, muslos y medias al aire.

3. Cuando Archibaldo se presenta en comisaría, atribuyéndose ufano la muerte de la monja, el inspector-jefe, condescendiente, no le cree.
—El pensamiento no delinque. Desear la muerte de alguien no es delito.
No obstante, procede a tomarle declaración. Archibaldo se explaya otra vez, y otra vez Buñuel, al galope, lo convierte en cine cuajado de recursos.
Archibaldo había recuperado en un anticuario la caja de música. La profunda huella de su cerebro se refrescó al oír la melodía. Las notas, un corte accidental de navaja en la mejilla, la sangre con que la imaginación riega los muslos destapados de la institutriz muerta…, una erupción de placer febril y neurótico.

4. Unido a la atracción por una mujer, el impulso homicida. Archibaldo maquinará el asesinato de mujeres virtuosas y mujeres emputecidas, y si mueren a manos de otros, o en accidentes, se pretenderá él el criminal, en virtud del poder asociado a la recuperada caja de música.
Una forma de ser alguien: un tremendo criminal, ya que no un santo o, simplemente, un hombre...
Masoquismo, sadismo, megalomanía y diversas formas de impotencia van hinchando la confesión.

5. Plan idóneo para dar Buñuel rienda suelta al irrepetible enfoque de su oscuro objeto del deseo, lo femenino que oscila entre la virgen y la prostituta, la santa y la bruja.
La invocada figura de Juana de Arco, ejecutada en el fuego, sintetiza algunos de esos atributos…
“Mi pequeña Juana de Arco”, es uno de los tenebrosos piropos de Archibaldo.
Y para dar también rienda suelta al fetichismo, en potentes escenas, densas, que rezuman una morbosidad explosiva como un gas: maniquíes casi vivos, prendas íntimas (pantaletas) que se ponen y se quitan, medias negras..., todo ello mezclado con diversas impregnaciones religiosas.

6. El discutido final, que rompe la compacta unidad de humor siniestro y lirismo fúnebre, fue descrito por Buñuel como un ‘scherzo’. A broma hay que tomarlo, pues.

(8,5)
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Archilupo
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23 de octubre de 2007
42 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Archibaldo de la Cruz, un joven y apuesto burgués, es el protagonista de este onírico y desasosegante relato de Buñuel. El ritmo narrativo con el que comienza el film es increíble, propio del mejor cine negro de Fritz Lang, y a partir de ahí, no sólo no baja en intensidad, sino que además, a medida que avanza, va destapando una a una todas las obsesiones del autor.

Se trata de una obra convencional de Buñuel, pero la magia de este enorme cineasta, que aúna poesía, nervio y estómago está presente en cada escena. Quedan perfectamente reflejado en el film su concepto de la burguesía y las clases reaccionarias, y por si las imágenes y actitudes de los protagonistas no lo dejaran claro, lo resalta en frases lapidarias como la del ayudante del anticuario, o en la conversación que tienen el cura, el militar y el comisario en la boda.

Por si fuera poco, Ernesto Alonso se hace magníficamente con su personaje, mostrando en su rostro todos los matices que requería el papel: la apostura del joven y galante burgués, turbada constantemente por sus obsesiones criminales que salen a la luz a raíz de escuchar la caja de música, es según Buñuel una perfecta alegoría de la doble moral y la hipocresía que envuelve a este estamento. Pareciera que a cada tonada de la caja el rostro de Alonso fuera cambiando el gesto, y es que la banda sonora, en particular la que suena deformada, se hace carne en la película, y consigue removernos las tripas constantemente. Varias veces siente uno que está con una navaja entre las manos, cortándose o incluso...¡asesinando a la terrible Patricia Terrazas!

Es impresionante la habilidad con la que Buñuel teje imágenes y situaciones, y toda la película está salpicada de momentos inolvidables. Casi perfecta...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Interzone
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23 de septiembre de 2007
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Archibaldo es un aburguesado fetichista que de niño se ponía prendas y zapatos de su madre o quedaba extasiado contemplando una caja de música, después vendrá su obsesión por la muerte.

Mientras todo avanza, Buñuel nos hace ver una amplia gama de piernas femeninas e incluso entra en juego un maniquí bastante logrado a imagen de una de las mujeres que aparecen.

Se adivina como una parodia de la fe y el fanatismo católico (por si fuera poco el apellido del protagoniosta es de la Cruz) con un hombre que ve realizados sus criminales pensamientos a partir del momento en que le relatan en su niñez un cuento sobre un objeto con poderes mágicos.

Buñuel narra con seriedad pero esto no es más que una pose que deja entrever un humor ácido tornado a cínico cuando se escucha decir "Decente y pobre es peor que granuja y rico" o después de la confesión, que el juez concluye dando un trascendente consejo en alusión a la colección de navajas de Archibaldo: "Rasúrese con máquina".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ennis
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19 de diciembre de 2007
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una cierta estructura de thriller y aderezado por una sugerente trama surrealista inequívocamente buñuelesca esta película es una auténtica maravilla.
¿ en qué me baso ? Sencillamente se sale de los tópicos cliches del thriller, es incatalogable y a su vez tiene una trama que engancha y seduce por lo irreal de ella, además Buñuel realiza un espléndido ejercicio irónico que valdría para echar por tierra muchos thrillers de los que se hacen en la actualidad.
Si a todo esto añadimos una cierta carestía de medios ( pertenece a la etapa mexicana de Buñuel, más limitada en este aspecto, pero no menos importante y fructífera ) y la presencia de actores desconocidos pero igual de eficaces que cualquiera más famoso nos encontramos con una de esas joyas de orfebreria de la historia del cine.
El guión es sencillamente genial y es que no es oro todo lo que reluce.
Un saludo, Efelson
efelson
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9 de noviembre de 2009
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Archibaldo de la Cruz es un pobre diablo, un hombre que sobrevive como puede al terrible conflicto interior de saberse un psicópata, saberse un criminal en potencia y sumado a todo ello el padecimiento de una soledad absoluta. Está claro que si el personaje principal, Ernesto Alonso, no gusta, la película puede hacerse insoportable ya que nos encontramos ante un papel total. En Archibaldo de la Cruz se concentra todo el interés de la historia. No encuentro que sea una interpretación brillante, pero no cabe duda que Buñuel fue quien la orientó y a él se debe ese lenguaje empalagoso y esa sonrisa perenne tan fea como irritante. Lo cierto es que este pobre diablo da bastante rabia, porque aunque en ese prodigioso prólogo se justifique su personalidad es un asesino, confeso de actos no materializados, ahí está el absurdo y la gracia, ahí está también el enorme Buñuel que logra escenificar de manera tan brillante una idea tan macabra.

Es original y sorprendente, está llena de imágenes sugerentes y su desarrollo no permite respiro hasta el final. Apoyo la evidente crítica a la justicia, aunque no creo que sea tanto una película de humor negro, más bien es terror.
Luisito
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