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Dallas Buyers Club

Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 224
Críticas ordenadas por utilidad
26 de septiembre de 2013
158 de 197 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he sido un fan del cine de Jean-Marc Vallée, para qué negarlo, y de hecho su archipopular "Crazy" (2005) no me emociona en exceso. No obstante creo que tiene talento para la puesta en escena y que, cuando le dejan, puede dar de sí bastante más que lo que se ha visto hasta la fecha. "Dallas Buyers Club" no va a cambiar mi opinión sobre su carrera pero tampoco va a torcer las cosas, porque aunque se trata de una película sencilla, con una planificación muy básica, al menos tiene a bien alejarse del academicismo (algo que ahogaba, en parte, a "La reina Victoria") para tratar un tema más enfático y necesitado de una dirección enérgica, incluso descuidada.

En "Dallas Buyers Club" se cuenta la historia de un hombre que tras descubrir que tiene SIDA y que le quedan 30 días de vida decide no cerrarse las puertas y luchar para seguir adelante. No hay un drama afectado al estilo de la "Philadelphia" de Jonathan Demme (1993), sino que esto se acerca más a una narración de los hermanos Coen que a algo a la caza de premios importantes. Bueno, esto en relación a los aspectos puramente formales, porque está claro que tanto Matthew McConaughey como Jared Leto van a lo que van. A veces molesta un poco la actitud de algunos actores a la hora de abordar estos films, pero cuando lo logran, uno lo admite: ambos están magníficos. La pérdida de peso y modificación física tienen una razón de ser más allá del puro exhibicionismo, por lo que -por mi parte- no hay quejas.

El mayor problema de un trabajo como el que ha facturado Vallée es que se dé de bruces con la indiferencia. Sí, tiene dos grandes interpretaciones masculinas, dura dos horas que se pasan rápido, y aborda un tema dramático de tal forma que termina por contagiar su alegría. Está "hecha para gustar" a las masas, con todo lo bueno y lo malo que tienen estos trabajos con un objetivo tan definido. En resumen: una película entretenida, y correcta, que se eleva gracias a sus actores principales. No cambiará el mundo, pero verla es una opción válida.
Caith_Sith
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15 de diciembre de 2013
91 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia, real, podría haber sido muchas cosas, pero no es ninguna mala. Podría haber sido muy sensiblera, pero se queda en la orilla de la sensiblería, lo justo para conmover pero sin pedazos rosas innecesarios, lo cual deja lugar al pensamiento, a la conmoción, deja, de hecho, un poco de mal cuerpo.
Cuenta su argumento sin ambages y mostrando una parte curiosa, la de la ignorancia que sobre el SIDA hubo durante mucho tiempo, donde se pensaba que era una enfermedad de homosexuales nada más. Roza este problema y muestra la sorpresa que produce la infección por heterosexuales, pero de una forma poco sensiblera, sin drama, y aún así muestra todo el drama que supone esta enfermedad para quien es contagiado en los primeros años de su aparición, lleno de conmoción y de miedos por la mucha ignorancia.
La segunda crítica, la que hace contra el sistema (fundamentalmente sanitario y farmacéutico), de nuevo deja mucho a la voluntad del espectador lo cual se agradece. Es muy crítica pero sin cebarse en ella. El espectador tiene la oportunidad de pensar por él mismo, de sacar sus propias conclusiones al respecto. La cinta no fuerza el pensamiento, muestra lo que hay, sin más, muy duro, pero uno puede sentirse en libertad para aceptarlo o no. Y sinceramente se agradece mucho, porque uno siente esa dureza pero no se siente arrastrado por ella hacia una opinión formada por uno mismo, es sólo una invitación.
Sin duda una de las mejores películas del 2013. También por las imágenes que juegan muy bien para llevar la película a un buen fin. La performance de los protagonistas no deja nada que desear, antes al contrario, son excelentes en su papel y te ayudan a comprender el enorme problema que plantea el film.
Merece la pena ser vista.
didac_valmon
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11 de enero de 2014
70 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por finales de 2012, cuando se empezaron a conocer los primeros detalles (y filtraciones fotográficas) de “Dallas Buyers Club”, el proyecto de Jean-Marc Vallée cobró una inusitada atención por las mutaciones Matthew Mcconaughey y Jared Leto. Después, teníamos constancia de su argumento —un biopic de Ron Woodroof: drogadicto, heterosexual y homófobo al que en 1986 se le diagnosticó SIDA y le dieron treinta días de vida— y nos preguntábamos el potencial que un director tan personal podría sacar en su primer largometraje netamente norteamericano. Una vez vista la película aparecen muchas preguntas sobre las posibilidades de una propuesta y sus decisiones dramáticas, argumentales y visuales. El libreto de Craig Borten y Melisa Wallack nos desvela que el director de “C.R.A.Z.Y.” da la impresión de que no ha podido hincar el diente a una oscilación entre un proyecto de encargo y una cinta más ajustada al Gus Van Sant de “Tierra prometida” y, sobre todo, “Mi nombre es Harvey Milk”.

Si alguien busca información sobre alguna posible conexión encuentra una entrevista y fotografías del director de “Paranoid Park” a Jared Leto, uno de los actores favoritos para conseguir el Oscar al mejor actor de reparto, en vmagazine. Y realmente la cinta de Jean-Marc Vallée, en una parcela determinada, parece ser un proyecto furtivo de Van Sant… porque su mayor debilidad es que no concreta el tipo de película que quiere ser, como si quisiera agradar a varios posibles frentes sin perfilar una forma definida. Habita un arco argumental que abre y cierra la película de ese diario (y contabilidad manifiesta) de los días a los que Ron Woodfroof tiene que ajustar su nueva cuenta atrás al darle los médicos apenas un mes de vida. Disponemos también de esa evolución de un homófobo que acaba convertido en uno de los estandartes de la lucha contra el virus del SIDA y precisamente su batalla contra la Administración de Alimentos y Medicamentos y los intereses de las farmacéuticas norteamericanas da la impresión de dejar un poso de filme tanto de denuncia como de exaltación de un héroe involuntario y atípico. Incluso podríamos tener cierta tensión sexual (y triangulo imposible) entre los personajes de McConaughey, Leto y Ganer como otra pieza dramática. En realidad, no hay demasiado atisbo autoral en la recreación de un libreto (tal vez impuesto y de encargo) por parte de Jean-Marc Vallée, aunque el director explota hábilmente ese sonido que marca la cercanía de la sentencia del muerte del protagonista o consigue una secuencia que conjuga la belleza que habita en la muerte en una sala de una clínica repleta de maravillosas luminosas y resplandecientes.

Tampoco podemos escarbar mucho más en esas capas narrativas un tanto desequilibradas que evitan sacar otros satélites colindantes en la vida real de Ron Woodfroof como una hija y una hermana. A los guionistas les interesa tratar demasiadas cosas en vez de focalizarse en una vertiente netamente dramática y centrarse únicamente en sus personajes. Les interesa la épica y la contra-crónica en esa lucha frente a médicos, empresas farmacéuticas y el propio gobierno por buscar unas vías de tratamiento alternativo y no tóxico para prolongar su vida. La moraleja es que Woodfroof consiguió siete años de vida adicional cuando le habían sentenciado a uno mes y realmente, al final de todo, el discurso se reduce a que el personaje se suba a ese (toro de) rodeo que es la vida y no se baje del mismo. No obstante, “Dallas Buyers Club” interesa; no sólo por las interpretaciones de McConaughey y Leto sino por aportar otro punto de vista inédito bajo un foco dramático menos moralista de lo que se podía pensar a un tema del que creíamos que estaba todo dicho.
Maldito Bastardo
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11 de noviembre de 2013
56 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matthew McConaughey y Jared Leto son los diamantes de belleza eterna, pues han logrado lo que pocos actores consiguen y es su propia metamorfosis. Y no solo debemos referirnos a la conversión física, sino a como han estudiando a sus personajes y han sacado lo mejor de sí mismos para alcanzar ese nivel altísimo de profesionalismo actoral. Además, abordar las temáticas de las drogas, la promiscuidad heterosexual, la homosexualidad, el SIDA y el dinero de por medio, algo así como un "Robbin Hood" que lucha por obtener medicación y ayuda para otros pacientes que realmente morían en mayor porcentaje que hoy en día por culpa de la demagogia del sistema de toda una sociedad, es sin duda apoteósico. Mis felicitaciones al director.
LaNadaporSiempre
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19 de enero de 2014
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean-Marc Vallée, gusten o no sus películas, tiene un algo único. Algunos directores pasan toda su vida buscando su línea y su estilo, y este canadiense ya lo tiene desde hace años, cuando asombró al mundo con su estupenda C.R.A.Z.Y. Dicho estilo se aprecia en el peculiar uso de los colores y la iluminación, siempre tirando a oscuras y reflejando los ambientes deprimidos que retrata la cámara, y en los planos cuidadosamente desenfocados que sin embargo acercan más a personajes y espectadores (ver el comienzo de la cinta, con Woodruff practicando sexo antes de que comience el rodeo, o el flashback fragmentado en que recuerda cómo se contagió del VIH).
Aquí, Vallée pone todo su saber cinematográfico, que es mucho, al servicio de una historia con el trasfondo del SIDA en los 80. Sin embargo, aunque es un buen testimonio sobre los efectos de la enfermedad y el rechazo social a los enfermos, lo que más interesa es el retrato de una amistad insólita entre dos hombres condenados en principio a no entenderse y del espíritu de supervivencia de los seres humanos, forzando incluso los límites de las leyes para hacer más llevadera la estancia de muchos desamparados en ese fatídico club en el que nadie quiere estar.
Por supuesto, de lo que más se habla y con razón es de la interpretación de los dos protagonistas. No es fácil decir si esta es la mejor versión de Matthew McConaughey, porque en Mud, su gran película de 2012, también estaba excelente en un registro muy distinto. Lo que sí se puede decir es que en la piel de este hombre tan valiente como difícil y ciertamente reprobable en muchas cosas que es Ron Woodruff (reprobable y a la vez admirable por ser el único que parecía hacer algo útil por os enfermos, aunque fuese lucrándose a costa de ello), McConaughey se come la pantalla cada vez que aparece en una actuación llena de fuerza y matices. Es el papel de una vida, sin duda, y de una carrera, la suya, que ha experimentado un giro de 180 grados desde Magic Mike. Ya nadie se acuerda hoy del actor normalito tirando a mediocre que hacía comedias románticas sin demasiado fondo. Ojalá siga por este camino. Y lo mismo se puede decir de Jared Leto, ejemplo de actor que nunca llamó la atención de nadie por sus dotes interpretativas, siempre mejor músico e incluso director (atención a los videoclips que ha grabado para su magistral banda, Thirty Seconds to Mars) que actor. Llevaba cuatro años sin trabajar en el cine, y ha resurgido con esta película con una fuerza arrolladora, en la que es casi la primera demostración de su carrera de que tiene madera para mucho más que para ser un intérprete del montón. A una transformación física y vocal espectacular, Leto suma un desgarro emocional y un encanto que hacen adorable al personaje de Rayon, un ser que inspira ternura, compasión y amor hasta en el espectador más duro. Su fragilidad (atención a la escena en que habla con su padre) y buen humor a pesar de todo llegan al alma.
En definitiva, una buena película, muy buena a ratos, sin duda, pero a la que le falta un paso para estar a ala altura de otras de las mejores del año. Un paso llamado "emotividad".

Lo mejor: McConaughey, Leto y la realización de Vallée.
Lo peor: Quizá por evitar la saña y lo lacrimógeno, la película peca de fría en su narración. La intensidad procede de los actores en vez de del guión, algo mecánico, poco emotivo y con un ritmo irregular durante todo el metraje. Es más una cinta de escenas, momentos y miradas que de conjunto.
Sibila de Delfos
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