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Sólo se vive una vez

Cine negro Un delincuente de poca monta (Henry Fonda), condenado ya tres veces, es acusado de un asesinato que no ha cometido. Aunque consigue escapar de la cárcel, la fatalidad le impide seguir el camino recto, a pesar de contar con el apoyo de una mujer que le ama. (FILMAFFINITY)
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
14 de julio de 2008
80 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo existe un Henry Fonda y para desgracia de cualquier cinéfilo que se precie, nos dijo adiós hace ya mucho tiempo. Si bien es cierto que la llegada de Lang a Hollywood venía precedida de una escueta pero estupenda filmografía que le daba ya el estatus de no tener que demostrar nada, su inicio en América vino acompañado de la colaboración de estupendos actores: Tracy (Furia, 1936) y el propio Fonda. En estas primeras cintas, Lang juega con la falsa culpabilidad de sus actores y las drásticas consecuencias que ello conlleva. No necesitó mucho tiempo el director alemán para castigar y poner en tela de juicio esa costumbre tan inhumana como es la de la pena de muerte. Lo que pasa es que la calidad de este director, impedía que esta denuncia se visionara como tal, y nos quedan eso sí, dos grandes películas de cine negro. Esta segunda, con un final más conseguido que el de la primera.

En ambas películas, cohabitaba con el actor principal, un animal bello y de mirada sincera. Se llamaba Sylvia Sydney, y creo que no dejo un ojo seco en las salas de antaño. Sylvia se muestra frágil, pero al mismo tiempo, con un temperamento fuerte, capaz de sacar a su pareja sentimental de cualquier atolladero o secar las lágrimas y sufrimientos de un Fonda fantástico.

Así que sólo necesitamos los dos pares de ojos de los protagonistas para que nosotros podamos leer la película. Una delicia.

Y nos ayuda la cámara de Lang, que siempre sabe donde ponerse, y la hermosa fotografía de Leon Shamroy y la música y unos secundarios que completan esta historia de angustia y sobresaltos.

¡Sólo se vive una vez!

¿A que esperas para verla?
Chagolate con churros
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8 de noviembre de 2005
62 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película americana de Lang, rodada en Hollywood. Fue producida por Walter Wanger, productor independiente ("La diligencia").

La acción tiene lugar en una gran ciudad norteamericana y alrededores en 1936. Narra la historia de Eddie Taylor (Henry Fonda), condenado tres veces por robo, y de su novia Joan Graham (Sylvia Sidney), que trabaja como secretaria del Defensor del pueblo y desde hace 3 años espera la libertad de Eddie para contraer matrimonio con él, convencida de sus buenos sentimientos. Lang construye un drama psicológico que contiene una ácida crítica social. La sociedad en la que se mueve Eddie no confía en él, no cree en la posibilidad de su reinserción, lo estigmatiza, lo excluye del trabajo y le expulsa en plena noche de una pensión en la se había alojado con su mujer. Acusado de un crimen que no ha cometido, es arrestado, juzgado y condenado a muerte por indicios (su sombrero) situados en el lugar del crimen por su antiguo compañero de celda. Lang habla, además, de la imposibilidad de la redención. Pese a los buenos propósitos de Eddie y de su matrimonio con Joan, una muchacha inocente, trabajadora y honesta, el destino le cierra los caminos de la integración. Un tercer tema que aborda Lang es el de la fatalidad que se cierne sobre la vida de personas inocentes, las conduce al fracaso y a la destrucción. Otro tema central de la película es el amor sincero, generoso, incondicional y profundo que une a la pareja, a pesar de la mala suerte, la acumulación de contrariedades y las dificultades que han de afrontar. Lang describe este amor con convicción, ternura y lirismo. La película narra, en suma, una historia de amor que deviene imposible a causa de la fatalidad y de una sociedad cegada por los prejuicios, egoista e injusta.

La música acompaña la acción acentuando los elementos trágicos y exaltando los momentos líricos. La fotografía desarrolla una narración visual brillante y conmovedora. En torno a los protagonistas crea un clima de opresión y ahogo, mediante la dosificación de la luz, la potenciación del claroscuro, la proyección de sombras claustrofóbicas y el encuadre desde abajo del muro de cierre y la caseta de vigilancia del recinto carcelario. El guión contiene expresiones conmovedoras ("Tenemos derecho a ser felices", en boca de Joan), una definición ajustada de los dos protagonistas y un giro gradual de Joan desde su optimismo inicial hasta la profunda tristeza que la embarga hacia el final. La interpretación de Fonda es excelente y la de Sidney sobresale por la fragilidad y el candor que la actriz trasmite al personaje. La dirección construye un melodrama de profundas resonancias trágicas.

Película de cine negro que, en muchos aspectos, anticipa las características del género de sus años de esplendor en los 40. Una obra clásica, que se sitúa entre las más logradas del autor.
Miquel
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7 de septiembre de 2007
35 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los comentarios a esta película he leído esto: “Lang deja atrás su expresionismo alemán” y yo me pregunto: ¿Cómo se hace esto? ¿Basta con dejar la maleta de lo que has sido en la orilla del camino, léase la frontera americana?.

Muy al contrario creo que Lang no solo no lo deja atrás sino que lo incorpora al cine USA. Bueno, más que decirlo yo, lo dicen críticos como Dennis Schwartz "Ozus' World Movie Reviews": “ Film a caballo entre el fatalismo, un oscuro expresionismo alemán y un escenario a lo Bonnie and Clyde”. Y, en mi opinión, de esa incorporación resulta altamente beneficiado el cine americano.

La comparación con la historia real de Bonnie and Clyde es inevitable como lo es también la referencia a Los amantes de la noche aunque, para mi, Lang supera a Nicholas Ray. Pero esto es una opinión y como todas, discutible.

Buen trabajo de Henry Fonda al que siempre miro con recelo en todas sus interpretaciones pero que siempre acaba convenciéndome y, sobre todo, un trabajo muy personal de Lang, donde no reniega en absoluto de sus orígenes sino que, muy al contrario, los pone al servicio de las barras y estrellas. ¿El resultado?: Francamente bueno, aunque haya quien hable de obra menor.

¡Denme muchas obras menores como ésta!.
FATHER CAPRIO
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23 de noviembre de 2009
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin nadie que nos compre lo que se supone que nos encanta, y que le proporciona más felicidad que a nosotros.

Sin nadie que tuviera frío, porque siempre tiene frío.

Sin nadie a quien ocultar cosas que nos avergüenzan.

Sin nadie que nos sorprenda todos los días con su infinita capacidad para descubrir quiénes somos en realidad y no pedir cuentas por ello.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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14 de marzo de 2008
28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eddie Taylor es un delincuente de poca monta condenado tres veces pero acusado de un asesinato que no ha cometido. Decide entonces escapar de la cárcel, pero esta decisión y la fatalidad le cerrarán la posibilidad de seguir un camino recto en la sociedad, a pesar de contar con el apoyo de una mujer que le ama.
El destino es el dictador de este drama con clima de serie negra, en el que la fatalidad se cuelga del cuello de Henry Fonda, un presidiario a punto de demostrar su inocencia y sólo encuentra obstáculos en su camino. Aspirar a la integración, después de haber pagado por los delitos, no es fácil. Su rehabilitación resulta socialmente imposible, y se encamina a la tragedia arrastrando consigo a su novia.
Con un guión asombrosamente moderno de Towne y Baker, con aportes simbólicos –desde las manzanas que abren el filme (Adán y Eva) hasta la metáfora de las ranas-, es una engañosa intriga que se resuelve por la superposición de capas argumentales, cada una con entidad propia y a la vez inseparables.
Eddie y Joan. Henry y Sylvia. Juntos comparten un momento de felicidad, pero qué poco dura. A punto de consumarse la anunciada tragedia a lo Romeo y Julieta (las mencionadas ranas), el filme da un vuelco. Henry Fonda escapa de prisión... y no desvelaré más. Pero, lejos de acabar, el filme recién comienza para dar paso a una fuga a través del país en lo que será –aunque en el largo camino tendrán un niño- el definitivo reencuentro con su paraíso perdido, su destino fatal, liberador. La película va a por todas y en su desmesura flaquea hacia el último tercio, en esa huida a lo Bonnie & Clyde contada con una prisa que le resta verosimilitud, pero, aún así, se beneficia de la infalible dirección de Fritz Lang, que escribe poesía; Henry Fonda la recita. Estupenda fotografía de Leon Shamroy, que da a la luz y a la sombra categoría de personajes.
Desesperada y desgarrada, Fritz Lang no hace concesiones, ni siquiera al final. Henry Fonda nos proporciona uno de los rostros más inocentes que hayamos podido ver en la pantalla, intentando luchar contra los elementos, sin darse cuenta de que cuando uno lucha contra el mundo sólo puede perder. Nunca una película tan negra había resultado tan poética.
Naran
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