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La religiosa

Drama En el siglo XVIII Suzanne Simonin -Anna Karina- es obligada por su familia a entrar en el convento de Longchamp, donde la superiora De Moni -Micheline Presle- la convence para que tome los hábitos, pero a la muerte de ésta debe soportar la férrea disciplina de la Madre Sainte-Christine -Francine Bergé- y su afirmación de que está endemoniada. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
21 de febrero de 2011
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se puede caer, las más de las veces, en contar una historia trágica, real, vital, en la más completa trama telenovelera, burda y hasta violenta, donde lo que se quiere hacer notar escapa completamente de la realidad, se convierte en una fábula mediática. Caso contrario este retrato, peca sí, un poco de predecibilidad, pero el impacto final sigue siendo perturbador como el silencio al que ya no estamos acostumbrados, pero que está ahí, apenas quejándose en los rincones de la vida, y que para algunas existencias fue y seguirá siendo la realidad más cotidiana.
La que es a mi consideración la mejor actuación de Anna Karina, junto con la de la prostituta de "Vivir su vida", otra película de límites.
javier
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13 de abril de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas han sido las monjas que hicieron votos forzados por presión de algún miembro de su familia o de varios a la vez, pues, preferían tener a una ‘santa’ y no a una solterona, una ‘descarriada’ o una eterna rival de sus otras hijas o hermanas. Para algunas de éstas mujeres, la estadía en el convento fue toda una desgracia, porque deseando llevar una vida normal, tenían que ajustarse a los pesados rituales y normas de aquellas instituciones, además de que no eran raros los desmanes y/o las inclinaciones non sanctas, con lo que, su salud emocional (y en ocasiones física) no estaba asegurada. Peor aún, era intentar rescindir de los votos, pues, se buscaba toda suerte de obstáculos para que las monjas no abandonaran sus recintos ya que, así se evitaba la propagación de la mala atmósfera... ¡Eran muchas las cosas que se tenían que ocultar!

Marguerite de la Marre (1717-1790), fue una monja francesa, recluida en la abadía de Longchamp, que intentó repetidas e inútiles veces renunciar a sus votos y volver a ser libre como lo fue hasta apenas los tres años. Fue tan dramática su historia y sufrió tantas vejaciones durante los muchos años pasados en los claustros, que, el escritor Denis Diderot, la tomó como base de una historia semejante que se publicaría como, “La Religieuse”. Su gran sabiduría y su profundo espíritu crítico, sintieron intolerable que, en nombre de Dios, se dieran situaciones de semejante infamia, y contra todo riesgo, Diderot escribió sus memorias noveladas en 1780, pero éstas no verían la luz hasta 1796, cuando ya el escritor había fallecido.

Como era de esperarse, “La Religiosa” fue tildada de obra anticlerical, pues, se quería impedir que se hiciera eco de que las instituciones religiosas ejercen coerción sobre sus adeptos; oprimen la naturaleza humana; alimentan la locura y la degradación mediante sus medidas represivas; y a algunas personas, incluso, las conducen al suicidio con profundos sentimientos de culpa… o de impotencia. En definitiva, de ser las aparentes instituciones donde el amor y la integridad deberían estar siempre sentadas a la mesa, se convierten (en muchos casos) en antros donde se aniquila por completo la libertad, y la dignidad del hombre o la mujer son pisoteadas sin resquemor alguno.

Siglo y medio después, cuando otras, muchísimas, tristes y deplorables historias han seguido teniendo lugar en aquellos claustros, el director francés Jacques Rivette, tiene la osadía (¡bienaventuradas todas las osadías que se asumen en nombre de la verdad y de la libertad!) de llevar al cine la gran novela de Diderot y el resultado es una obra lúcida, objetiva, desapasionada en sus juicios, y con más interés de que cesen las represiones y los abusos de cualquier orden, que de condenar a alguien en particular.

En, <<LA RELIGIOSA>>, Rivette, exalta los valores de su personaje, Suzanne Simonin, como ha dado en llamar a la monja que, con mucho vigor interpreta, Anna Karina, y poco se interesa en señalar maldad en aquellas superioras y monjas que lucen como sus verdugos. En toda la historia, y en algunos de sus personajes, lucen revertidos esos rasgos de luz y oscuridad que a unos y a otros los determinan, y esto da un particular brillo a esta tormentosa historia que tiene un largo eco desde que surgieron los llamados claustros.

Liselotte Pulver, Micheline Presle, Yori Bertin, Francine Bergé y Francisco Rabal, complementan un reparto que se ajusta muy bien a su cometido; y a nivel técnico, las cosas bastante correctas, aunque la edición podría ser lo menos decantado de un filme que, por esenciales razones, ha logrado la trascendencia.
Luis Guillermo Cardona
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7 de diciembre de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hija bastarda de familia venida a menos es obligada a ingresar en un convento (era una salida digna en ciertas situaciones).
La película narra su triste periplo por dos abadías. Los dos extremos; la primera, cruelmente ascética y sibilinamente malvada, la segunda, terriblemente relajada y disoluta.
La pobre protagonista será un títere en manos de jerarquías e instituciones que la maltratarán sistemáticamente, con la constancia terca propia de gente sin alma. Sin salida y sin remedio.
Se verá atrapada en una red cerrada de intereses endogámicos y enclaustrados. Padecerá el encerramiento y el afán de sometimiento. Será vejada, perseguida y humillada; tratada como objeto de cambio y manejo, excusa de todo tipo de pasiones reconcentradas y asfixiantes.
Mirada objetiva, fría, metálica sobre mundos cerrados y perversos. Pura hipocresía en movimiento. El arte de guardar las formas con fines espurios. El ornato, el orden y la ceremonia como ropajes falsos que tratan de esconder los más bajos deseos y las más negras ansias.
Una gran farsa, un enorme teatro; reflejo pavoroso e intenso de la mascarada exterior; espejo cóncavo y deformante del mundanal ruido.
Apreciable película, hermosa, quizás un poco plana y consabida. Se sigue con interés y sin sobresaltos. Hay certeza pero no hay riesgo.
El siglo dieciocho, con sus aparatos de poder eclesiásticos y ocultamientos varios, leve, indirectamente plasmado a través de los penosos avatares de esta pobre víctima. Nacida para sufrir. Se confirma la inevitable verdad: si en tu casa te desprecian, prepárate para lo peor; te comerán viva; serás cordero degollado entre lobos sin escrúpulos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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