El pequeño gigante

Muy buenos efectos especiales y un buen par de números musicales hacen de esta discreta cinta presuntamente para niños -más bien para adultos infantilizados- un pequeño clásico hoy bastante olvidado.

Que el protagonista (Russ Tamblyn, un bailarín ante todo, que ya había actuado en "Siete novias para siete hermanos") tuviera 24 años e intente pasar por niño no ayuda mucho a creerte la historia.

Dicha historia está basada en un cuento de los hermanos Grimm, del que el director y productor George Pal, era un ferviente admirador, ya que era centroeuropeo, y tuvo que emigrar como otros tantos a Estados Unidos con la invasión nazi. Años más tarde realizaría una discreta película sobre ellos y en fechas muy recientes se ha hecho un remake con unos más que paupérrimos resultados. De ellos, maestros de la literatura folclórica y gótica realiza un guiñol perdiendo todo su simbolismo mágico y convirtiéndolo en un musical al estilo Hollywood donde los niños, por ser niños, deben ser un poco tontos.

A la película le falta precisamente lo que se le exige a un cuento, una historia, y en muchas ocasiones parece un pretexto para ir alternando un número tras otro sin mucho sentido. Los números musicales son demasiados irregulares, tenemos desde algunos magníficos como el baile de claqué con nel monigote a otros bastante lamentables como los de la dama del bosque y su novio.

La falta de calidad de los malos (un desaprovechado Peter Sellers entre ellos) hace que la película no tenga contrapeso y que sea esa avaricia la que esté tan poco desarrollada en la película la que hace no simpatizar con los protagonistas al ser sus antagonistas tan ridículos, cosa que no pasa en los cuentos de los Grimm.

George Pal, aún así alcanzó un considerable éxito lo que le permitió hacer lo que sería su gran película: "El tiempo en sus manos", adaptación de la obra de H.G. Wells.

"El pequeño gigante" es una película más de nostalgia que otra cosa debido a esa forma de cine artesanal ya perdido, pero que a los niños resulta alejado y aburrido y a los mayores un tanto cursi. Película para ver con Karina de invitada.

Nota: 6,3

La libre adaptación del personaje de los hermanos Grimm que lleva a cabo L. Fodor para la pantalla, se convierte en una película familiar y entrañable, elaborada con notable adecuación a la psicología infantil.
Un sobresaliente criterio estético y una emotividad controlada jalonan la trama principal y sus diversas vicisitudes que siempre encuentran un punto justo de cohesión en el contexto de una buena ambientación y de unos efectos especiales ingenuos pero efectivos.
R. Tambyn, bailarín, polifacético, equilibrista y magnífico actor borda su papel protagonista y también lo hace P. Sellers caracterizado como tosco y avieso patán.
Diversas piezas musicales -se agradece que estén traducidas al español- y algunas coreografías originales proporcionan colorido aunque ralentizan algo la acción.
Sencilla, de amable visionado pero no exenta de intriga, el largometraje sabe combinar con habilidad el mundo real y la fantasía.

Es lo normal en las películas del magiar, que el aspecto técnico sea espectacular. Así alcanzó el Oscar a los mejor efectos especiales. Aquí asistimos a un festival de multiexposiciones, con los personajes muy bien diseñados, pero sin aquel toque abstracto que tenían los Puppetoons originales del artista húngaro-holandés-americano, que destacaban por una bella fotografía en vivos colores.

Las canciones son muy cursis, pero la intérprete de casi todas ellas es la excelente cantante y compositora de jazz Peggy Lee (Pal era un sibarita de esta música: si el cine era su esposa, el jazz era su amante). Los decorados son bastante atractivos. Sin embargo, es de lo más flojo que le he visto a este director. Tanta canción me altera los nervios, y le falta el espíritu de acción y aventura de sus otras pelis de la década (“La guerra de los mundos” por encima de todas). Recomendada para iniciados en la obra de Pal y gente que disfrute con musicales muy bien hechos y suficientemente entretenidos. Un 4,5.