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La vida de los otros

Drama. Thriller República Democrática Alemana, año 1984. El capitán Gerd Wiesler (Ulrich Mühe), un hombre solitario, es un competente oficial del servicio de inteligencia y espionaje de la Stasi, la todopoderosa policía secreta del régimen comunista de la RDA. Sin embargo, cuando le encomiendan que espíe a la pareja formada por un prestigioso escritor (Sebastian Koch) y una popular actriz (Martina Gedenk), no puede ni siquiera imaginar hasta qué punto ... [+]
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Críticas 331
Críticas ordenadas por utilidad
20 de febrero de 2007
303 de 362 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que mi nota es de un 8'5 pero en fin, no nos pondremos quisquillosos por eso. Para ser una película de dos horas en la que no hay una persecución ni una escena de esas típicas "para enganchar", te mantiene atenta a la pantalla y con los cinco sentidos pendientes de lo que te van narrando.

Wiesler es encargado de vigilar a una pareja de artistas y de sacarle algo, lo que sea, para quitar al escritor de enmedio ya que al político de turno se le ha antojado su pareja y no le hace gracia que ese tipo con ideas ande suelto por ahí. Mediante escuchas por toda la casa Wiesler se sumerge en la vida de los otros, de esa pareja, de sus amigos, de su romance y de su fe.

Historia que bien pudo ser verdadera, o que pudo haber a cientas a mayor o menor escala. Con personajes reales como la vida misma con las mismas reacciones que tú y yo podríamos haber tenido ante tales acontecimientos. La historia de un grupo de personas que intentaban sobrevivir con la cabeza alta en un régimen en el que solían cortar todo lo que sobresalía.

Mühe lo borda, como ya han dicho por ahí. Te identificas mucho con el personaje pese a su trabajo y sus ideales, porque se muestra lo que hay tras el uniforme; el hombre solo, que se aferra a la disciplina del partido porque no tiene otra cosa a la que aferrarse, y ni de eso está seguro.

Una gran película y la primera que me hace llorar en el final desde hace... buf, no sé. Años.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Motoko
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11 de marzo de 2008
166 de 187 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco antes del derrumbe soviético, unos intelectuales disidentes son espiados sin restricciones por la Stasi, en el Berlín oriental.
Las autoridades culturales, cuya corrupción aparece con rasgos de especial indecencia, se ensañan con un círculo de escritores y artistas, a quienes impiden crear con libertad, pero también emigrar a Occidente.
El Poder actúa con acentuado rencor contra esas mentes irreductibles, a quienes atribuyen conspiraciones y planes de fuga que a veces, por mera coincidencia, existen de verdad.
La ideología oficial es ya simple paripé, fachada de cartón piedra que apenas camufla la depredación sexual, el derecho de pernada.
En tan crepuscular escenario histórico (eficaz gama de grises en ropas, edificios, calles; muy matizada, como toda la gran labor de dirección) brota el relato dolorido de un rapto de honradez anónimo, secreto.
Desde lo espiado, la belleza de unas notas musicales llega al alma del vigilante policial escondido y despierta su conciencia moral, empujándole a una inhibición decisiva. Por algo este luminoso momento es el escogido para el cartel de la película.
El actor Ulrich Mühe, a quien quedaba poco tiempo de vida (no se nota), legó en esta cinta un monumento del arte interpretativo: sin el menor aspaviento, logra que un proceso íntimo, vivido en silencio por alguien obligado a permanecer oculto, se constituya en sólido núcleo de la obra. ¡Una hazaña!
Archilupo
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17 de agosto de 2007
115 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace mucho que leí "Archipiélago Gulag", de Solzhenitsyn. No hace falta decir que me pareció uno de los gritos más contundentes en contra del totalitarismo, en contra del abuso de poder y de la violación de los derechos civiles. Ver esta película me hizo rememorar sus descripciones de los diferentes tipos de redadas, de interrogatorios y de víctimas. Llamemos a la organización Stasi, KGB o DINA, da igual, todas ellas emplearon métodos terroristas con la intención de eliminar hasta el más mínimo elemento subversivo. Ya fuera de día o de noche, todo civil temía en silencio la repentina aparición en su calle del vehículo de la secreta, del cual bajaba siempre un grupo de incógnito mal camuflado (todos con el mismo atuendo, con el semblante serio y siguiendo raudos unos movimientos perfectamente estudiados). ¿A quién le tocaría esta vez? Era una lotería, nadie estaba a salvo, ni los seguidores del partido; incluso el que era realmente culpable contaba con una clara ventaja: podría tener un plan de escapatoria o un escondrijo. La Stasi en concreto fue una de las agencias de inteligencia más eficientes y moderadas, pero aun así estaba presente el miedo a ser detenido por pensar diferente, por error o injustamente (por ejemplo por la presión de un mandamás en busca de culpables con los que progresar en su carrera, como se llega a sugerir aquí), e incluso estaba presente la muerte (en forma de suicidio debido al ostracismo).
Tan sólo ese sentimiento de terror ya da para llenar una película, pero ¿por qué quedarse ahí si además se pueden seguir las pautas del buen trhiller? Eso es lo que propone este cineasta. Su argumento mezcla a partes iguales la crítica política, el espionaje y el drama (de pareja, de amistad...), resultando una obra de proporciones estratosféricas, delicada a la vez que cruda, pausada pero cautivante, poética, aunque realista, que no sermonea y, sin embargo, hace reflexionar.

Mención especial merece el actor Ulrich Mühe, un veterano de la televisión alemana que gozaba ya de gran reconocimiento en su país. Su protagonista es el más importante, el que sostiene el peso de todo el desarrollo. Había que hacer creíble su extraña reacción, y desde el guión se ayuda mucho y bien, pero es el actor el que finalmente nos hace llegar a un hombre introvertido, perfeccionista (y por ello temible), tan dedicado a su trabajo que no tiene vida social; es su poderosa presencia, es la intensidad de su mirada, es el tono de su voz...; y, al final, da igual que apenas pueda gesticular por exigencias del personaje porque nos transmite perfectamente todo su mundo interior. ¡Chapó para él!
Tampoco me olvido de los demás actores. A Ulrich Tukur y Sebastian Koch ya los conocía de otros films denuncia/recordatorio, y he de decir que me parecen también muy buenos.


Es el primer largo para cine del director. ¿Es un genio en potencia o se trata de un golpe de inspiración? ¡Por Dios, que sea lo primero!
jastarloa
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7 de octubre de 2008
96 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre las muchas divisiones con las que podemos clasificar al género humano hay dos que me gustan especialmente: los actores y los espectadores. En este teatro dantesco que es la vida, los actores llevan el peso de los acontecimientos y los espectadores observan desde la oscuridad, sin participar en el desarrollo. El papel del actor en la trama del mundo es esencial, puesto que sin él no habría obra: pero el cometido del espectador no es menos importante, ya que él es el encargado de recoger, recopilar y analizar todo lo que sucede en el escenario.

Si hay un paradigma del ser humano espectador por excelencia es el espía. En "La vida de los otros", el personaje interpretado por Ulrich Mühe, un agente de la Stasi, debe encargarse de vigilar, día y noche, a la sospechosa pareja formada por un escritor y una actriz de ideas cuestionables para la salud y felicidad de la RDA. Al principio, este agente se muestra tan impasible como es de esperar en un funcionario del gobierno bien aplicado a su deber: el eterno espectador.

Sin embargo, no se puede permanecer durante mucho tiempo en contacto estrecho con la vida de los otros sin contaminarse. En la vida de ese hombre que carece de vida, se infiltra poco a poco el sutil veneno de la empatía. Y entonces el espectador comienza a abrigar el deseo de participar en la trama. Para bien o para mal, todo ha cambiado.

Rodada con una fría precisión germánica, fuera de todo sentimentalismos, "La vida de los otros" es un prodigioso drama que toca sin tapujos algunos temas sensibles en el pasado reciente de la historia alemana. Pero va mucho más allá de la denuncia, pues sus personajes representan el antes y el después de la psicología política de un país y de una época, sin que por ello se descuide el retrato de los mismos como entidades de ficción bien complejas. Y toda mi admiración para el gran Ulrich Mühe, que da toda una lección de cómo administrar miradas y silencios de modo que su personaje logra transmitir lo que ni siquiera el guión más hábil sería capaz de expresar.

Una de las mejores películas europeas de los últimos tiempos, para no perdérsela.
Neathara
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5 de mayo de 2011
83 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La vida de los otros”, brillante trabajo de Florian Henckel von Donnermarck en su primera incursión en el mundo del cine tanto en la dirección como en la realización del guion, resultando una película magnífica, y crítica con el pasado vivido en la RDA. Evidentemente no voy a analizar demasiado la trama que se nos cuenta, ya que se encuentra muy bien detallada por otros usuarios. Lo realmente impresionante es el trabajo de todos los actores, destacando particularmente Ulrich Mühe (verdadero hilo conductor de toda la película) en ese soberbio papel del capitán Gerd Wiesler funcionario policial de la Stasi, disciplinado, introvertido, triste, silencioso y solitario, hasta tal punto que no tiene vida privada, su vida es la vida de los otros.

Desde la buhardilla donde se encuentra situado, escuchará y observará detenidamente la vida de la actriz Christa-Maria Sieland (soberbio trabajo de Martina Gedeck) y del escritor Georg Dreyman (magnífico Sebastian Koch) amantes y sospechosos de no seguir la disciplina del régimen, y poco a poco descubrirá hechos que irán despertando algo en su interior de tal forma que su personalidad experimentará una silenciosa catarsis, y los espectadores seremos testigos de ese cambio radical que experimenta nuestro personaje, todo ello acompañado de la excelente composición “Apassionatta” de Beethoven. La fotografía, oscura y con tendencia a los colores grises, y el excelente montaje de Patricia Rommel acaban por conformar una película redonda, y con un final inolvidable.

Aún hoy en día en nuestro país sería impensable poder entrar en una comisaría y pedir nuestro expediente policial, así como saber quiénes fueron los que estuvieron analizando nuestra existencia en ese oscuro pasado de nuestra historia.
Vfoul
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