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La colina de los hombres perdidos

Drama Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de prisioneros ingleses se encuentra encarcelado en un campo militar del norte de África. Allí sufren la ira de un sádico sargento. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
1 de mayo de 2008
51 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
La colina, brillante cinta antimilitarista dirigida por Sidney Lumet, y película eminentemente inglesa, supuso, en primer lugar, una muestra de la valentía de Sean Connery a la hora de arriesgarse y no acabar convirtiéndose en una caricatura de sí mismo, en una película coral donde la importancia de su personaje en la trama es básica pero no mayor que varios de los personajes y al que pocas estrellas mirarían con buen ojo. Y es que, a pesar de la soberbia interpretación de Sean Connery, no destaca por encima de nadie en este intenso y virulento drama carcelario en la que Lumet traza de manera soberbia el perfil psicológico de los personajes con un estilo dinámico, donde la cámara y el montaje cobran una fuerza inusitada, y donde la puesta en escena está claramente influída por el free cinema británico y el cine sesentero de Joseph Losey, exprimiendo al máximo el brillante y sobrio libreto de Ray Rigby, algo teatral en determinados momentos, pero de una precisión portentosa, algo que la hacen separarse de los estilos anteriormente mencionados, que en varias ocasiones acabaron convertidos en meros ejercicios de estilo vacíos y eminentemente plásticos e hiperrealistas que pretendían camuflar la ausencia de un buen guión detrás de las imágenes. A pesar de ser una cinta sobria, Lumet deja libre a la cámara en un estilo barroco en ocasiones, donde los contrapicados chocan con los primeros planos, y los travellings y los planos secuencias se confunden, haciendo que el impecable trabajo en la planificación del director alcance momentos simplemente soberbios.

La brillantez de la propuesta radica en el uso que hace de los prototipos del cine bélico y la subversión de los cánones del género a través de ellos mismos, emanando una enorme sensación de pesimismo a través de un mundo en el que los inocentes no tienen posibilidad alguna de victoria dentro de un sistema reaccionario pero fuerte, a diferencia de su mayor obra maestra, 12 hombres sin piedad, de temática parecida a esta cinta. Y es que comparten temática porque el parecido que tienen el personaje que interpretaba Fonda y que aquí interpreta Sean Connery, ambos honrados ciudadanos que luchan contra una mayoría corrupta y equivocada. Pero, a diferencia del héroe del cine americano de ojos azules, si analizamos fríamente, la visión que da Lumet sobre el sargento mayor Roberts dista mucho de ser la de un carácter idealizado. Y aquí radica el matiz que separa al héroe del antihéroe. Se nos presenta casi como un ser amoral que dejó morir a su tropa y que huyó por cobardía, y por tanto no dista en demasía del pérfido y autoritario Bert Wilson, imponente Harry Andrews, y de su sosías, el sádico guardia Williams, preocupado únicamente de quedar bien ante sus superiores y de cubrir su cobardía con abusos. Y es que la película entera trata acerca de la alienación de los soldados por medio del sistema, del que no son más que meros juguetes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tony Montana
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13 de enero de 2011
34 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinario drama penitenciario-castrense que constata una vez más el buen hacer de ese grandísimo cineasta llamado Sidney Lumet y que, más allá de constituir un contundente alegato antimilitarista, refleja de forma harto convincente esa paradójica aleación de fundamentalismo y arbitrariedad que suele caracterizar -salvo casos muy excepcionales- a casi todos los suboficiales chusqueros de cualquier ejército del mundo.

A partir de ahí, añadir -por supuesto- que si por algo me ha encantado “The hill” ha sido por la composición de sus personajes principales. Una depurada y sintomática miscelánea de individuos que no responden exactamente a los habituales estereotipos militares vistos una y mil veces en una gran pantalla y que convierten esta peli en una historia absolutamente audaz, sincera y plausible.

Obviamente, el mérito de todo esto es de Lumet. Un cineasta que ya demostró su proverbial destreza tras las cámaras en su debut (“Twelve angry men”) y que, en esta ocasión, vuelve a ofrecernos un auténtico recital de travellings, picados, contrapicados y cuantos planos se os ocurran para meternos de lleno en esa espiral de locura, desesperación, calor y castigos físicos por la que veremos transitar tanto el paracaidista Roberts (Connery) como sus compañeros de celda durante más de dos horas de cine en estado puro.

Y ya para finalizar, me gustaría destacar -también- su pulso narrativo. Su crescendo, vaya. Una lenta pero progresiva forma de contarnos las cosas mediante la que Lumet nos aboca -tras un duro y prolongado ascenso a esa simbólica colina gobernada por un loco- hacia un final de auténtico impacto.
Taylor
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23 de agosto de 2006
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lumet demuestra que el difícil arte de la colocación y el movimiento de la cámara no tiene ningún secreto para él. Desde el principio hasta el final nos ofrece un magnífico recital con todos los planos habidos y por haber (o casi todos).
La narración tampoco se le da mal, así que, con la ayuda de unos fantásticos actores, logra que la película vaya adquiriendo vida poco a poco, hasta que llega un momento en el que se mezclan intensamente el cansancio, la locura, la manipulación y la cobardía en un espectáculo A-CO-JO-NAN-TE de tintes antimilitaristas.
jastarloa
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15 de febrero de 2010
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Norte de África. Segunda Guerra Mundial. Un calor asfixiante. Un penal militar acoge a desertores, ladrones, cobardes, insubordinados y demás ralea del ejército británico.

Les espera el Sargento Mayor para doblegarlos y que sigan sirviendo a su graciosa Majestad. Pero no se esperen la típica gansada americana de sargento chusquero soltando tacos a tutiplén, no. Esto es disciplina inglesa, más refinada, más humillante, más acorde con las normas, y más cruel. Sí, grita. Sí, también hay testosterona por doquier. Sí, tal vez también es chusquero. Pero a la inglesa. O sea, que estricta observancia al libro del Rey.

Los primeros cuarenta y cinco minutos son un tour de force físico que agotan hasta al espectador. Por suerte ahora hace un frío del carajo, que sino seguro que también hubiese sudado la gota gorda.

Sean Connery y Sir Michael Redgrave están bien, como casi siempre. Pero el que está para levantarse y aplaudir es Harry Andrews como un aterrador, estupendo y creíble sargento cabrón. No hay caricatura de brocha gorda a lo Kubrick, es cine de verdad a lo Lumet.
Gilbert
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11 de abril de 2007
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son las 4 de la mañana y acabo de ver este grandioso film de Lumet y no he podido evitar ponerme delante del ordenador y escribir algo. Lo primero, he acabado extenuado, cansado, con una sensación de impotencia, de injusticia, de rabia que ninguna película me había provocado antes. El film te va envolviendo hasta sentirte encerrado en la misma celda que los protagonistas, sintiendo su dolor, su impotencia, su rabia, ante la idiotez que supone la guerra y el ejército, así, muestra como el poder corroe a las personas. Que decir ante la dirección de Lumet, fantástica una vez más, demostrando que no hacen falta grandes artificios ni decorados para crear una gran película y un gran alegato antibelicista ante la idiotez humana.
borxa
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