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Sangre y arena

Drama. Romance Después de muchas dificultades, Juan Gallardo (Tyrone Power) se convierte en la primera figura del toreo. A continuación se casa con Carmen (Darnell), su novia de toda la vida. Pero, cuando todo parecía ir bien, Juan conoce a Sol (Hayworth), una joven, bella y frivola aristócrata con la que mantiene una apasionada relación. A partir de entonces comenzará su declive. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
3 de diciembre de 2006
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizado por Rouben Mamoulian, el film es un "remake" de la película del mismo título (1922) de Fred Niblo, protagonizada por Rodolfo Valentino. Se basa en la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez. Se rodó en exteriores de Méjico y en los Fox Studios (CA). Nominado a 2 Oscar, ganó 1 (fotografía color). Producido por Darryl F. Zanuck, se estrenó el 30-V-1941 (EEUU).

La acción tiene lugar en Sevilla en torno a 1940, con un prólogo de 10 años antes. Narra la historia de Juan "Juanillo" Gallardo (Tyrone Power), hijo de un torero fallecido, de familia humilde, sin estudios y analfabeto, aficionado al toreo desde corta edad, que se traslada a Madrid para progresar en el oficio. Es valiente, ambicioso y débil con las mujeres. Su novia de siempre, y luego esposa, es Carmen Espinosa (Linda Darnell), generosa, sacrificada y fuerte. Juan se siente atraído por Sol Mihura (Rita Hayworth), viuda, acaudalada, caprichosa y voluble. Su mejor amigo es Nacional (John Carradine), para quien la amistad está por encima de todo. Su rival es Manolo de Palma (Anthony Quinn).

La película se apoya en una estética pictórica, inspirada en grandes pintores, estudiada para captar sus cromatismos, composiciones y formas. La capilla se inspira en "El Cristo" de El Greco, el joven Juanillo en "El joven mendigo" de Murillo, Carmen vestida de negro en el retrato "La reina María Luisa con mantilla" de Goya, Garabato arruinado en las figuras negras de Goya, los salones del palacio de doña Sol en los cuadros de Corte de Valázquez, el plano del vestidor del torero en el cromatismo de Veronese, el cuadro de Juanillo y su hermana en el mercado en el luminismo de Sorolla, etc. El centro de gravedad del drama original se basa en el triángulo amoroso de Juan, Carmen y Sol, que en el film por razones de censura queda algo desdibujado, por lo que el realizador introduce el episodio en el que Sol trata al torero como si de un toro se tratara. La obra homenajea a Rodolfo Valentino, al que Tyron Power imita. Budd Boeticher, de 21 años, fue el asesor taurino. La ostentación del torso desnudo de T. Power es un antecedente del no más osado de William Holden en "Picnic" (1955).

La música, de Alfred Newman, recrea temas populares como la saeta acompañada de tambores, el cuadro flamenco de guitarras y melodías de aire español. Hace uso intensivo de la guitarra, a cargo de Vicente Gómez. La fotografía ofrece una narración fantasiosa y estilizada, de cuidada elaboración y de brillante estética. Se beneficia de un vesturario espléndido de Sol y Carmen. El guión impone un admirable tono trágico y perverso. La interpretación es notable, pese a la falta de vigor español de los personajes. Muy meritoria es la intervención de Fortunio Bonanova, español afincado en Hollywood.

La idea de la película fue del productor, que quiso aprovechar el tirón de la creciente comparación popular entre T. Power y R. Valentino.
Miquel
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7 de junio de 2007
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una noche, un niño se levanta de la cama para acudir a una tasca. En ella conocerá a la nueva figura del toreo ( El garabato) y al prestigioso crítico Curro. Fruto de las mofas que Curro lanza contra su padre muerto en la plaza de toros, ese niño toreará a un mihura en la soledad de la noche. A partir de ese momento sólo tendrá una determinación: torear. Pero el destino le brindará el amor de una mujer y la perdición a la que le conducirá otra...

Película que supone la tercera versión de la novela de Blasco Ibañez (la segunda americana) y que, en mi opinión, supone la cumbre absoluta del cine americano. Es difícil enumerar las virtudes de esta inusitada demostración de talento.

Ritmo narrativo perfectamente planificado, la encadenación de escenas con maravillosa suavidad, elegantes elipsis y nexos entre escenas, fotografía excelente, la composición minuciosa de cada escena, las actuaciones, la banda sonora... Todo ello para transmitir de una forma matizada, plástica, brillante, toda la perversidad erótica, el sentido trágico y el ambiente romántico de la historia.
Filme de infinitos matices, Sangre y arena nos muestra la trágica historia de un torero, pero también nos muestra una historia de pobreza, de hombres y mujeres lastrados por su falta de conocimiento y abocados a las creencias religiosas ( "supersticiones", como comenta Nacional, un personaje de la película). Se trata de una historia en la que el toro ( siempre presente en las sombras ) se constituye como una alegoría de la muerte, del destino trágico.

El adulterio y la codicia de sus allegados provoca la perdición de un joven valiente, vital, al que el toro esperará en la plaza como un siniestro enviado de la muerte. Sólo el amor puro de una mujer podrá devolverle el calor, el bienestar, sólo ella podrá desviarle de su cruel destino. He aquí una muestra de heroe romántico.

Aconsejo a todos aquellos que deseen observar cine bello, artístico, elaborado tanto plásticamente como intelectualmente, que vean Sangre y arena, una de las mejores películas de la historia en la que cada escena revela miles de matices y constituye un fresco romántico.
opera 0
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12 de marzo de 2008
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sangre y arena, mujer morena, pasión gitana, guitarra española, toreros y mantillas, el Cristo del Gran Poder y la Macarena, la España de Frascuelo y de María, la de Blasco Ibáñez, la que pintaron Murillo y Velázquez, y El Greco, y Joaquín Sorolla, la que retrata Rouben Mamoulian con el pincel de los clásicos, con el oro y grana de los trajes de luces, con la tauromaquia en los ojos negros de Goya.

Una España idealizada por un Mamoulian que no conocía este país. ¿Excesiva? Tal vez. Pero en cualquier caso, reconocible. Las cruces, los rosarios, las capeas, las lágrimas, el absolutismo de la miseria, las sanguijuelas familiares, lo dijo Curro... Y el pincel de Romero de Torres dibujando a Linda Darnell en su papel de esposa fiel de torero, lo cual es sinónimo de sufrimiento por partida doble, por las cornadas y por los cuernos... Y el retrato de Carmen Espinosa queda perfecto, con los alegres colores de la juvenil inocencia y con los rastros grises que deja la vida. Y no desmerece el cuadro de doña Sol Mihura que, haciendo honor a su apellido es una auténtica furia natural, devorando los hombres a su paso. Si el sol es la muerte por la tarde, ella es la muerte por la noche...Lo dice Curro. Y ella es Rita Hayworth, actriz talismán que prácticamente aseguraba el éxito de las películas en las que intervenía y que en ésta, resulta convincente como española de rompe y rasga, capaz de hacer perder el oremus al más sensato de los hombres.

En resumen, Mamoulian nos regala un retrato de la España de finales del XIX bastante ajustado a la realidad si bien, por los planteamientos USA respecto a nuestra fiesta nacional, elimina aquellos pasajes de la novela que podrían herir la sensibilidad de los espectadores anglosajones, tales como las cogidas de los caballos sin peto, la suerte de matar ó la crudeza de las cornadas. Sin embargo, el director armenio sale airoso de esta aparente dificultad a base de buenos capotazos y con la ayuda de un Tyrone Power al que no había citado hasta ahora y que lo hace bien, dubitativo al principio pero convincente al final.

Obra, a todas luces, mas que interesante.
FATHER CAPRIO
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1 de marzo de 2008
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rouben Mamoulian adaptó la novela homónima de Vicente Blasco Ibañez, ambientado en el mundo del toreo, algo que en los años 50 empezaba a ser bastante popular para los norteamericanos (que le pregunten a Hemingway o a Welles).
La historia se adecuaba bien a las temáticas típicas: un joven de condición humilde consigue gracias a su persistencia y a su ambición llegar a lo más alto, para allí olvidarse de los suyos e iniciar la posterior caída. En este sentido, lo único original es que estamos hablando de un torero (interpretado por Tyronne Power).
Sin embargo, el realizador, más que incidir en los momentos excesivamente dramáticos, típicos de este tipo de películas, buscó realizar un film más visual, más pictorico, con un uso del color cercano incluso a ideas pictóricas. De hecho hay escenas que recuerdan a conocidas obras de pintores españoles.
A pesar de ello, el film no desaprovecha buenos momentos de la relación del torero con las mujeres (en un triangulo que completan Linda Darnell y Rita Hayworth), ni las escenas de toreo (naturalmente rodadas por un especialista), que intercalan planos de la acción con planos de la mujer del torero y su madre rezando ante un crucifijo, escuchando a través de las paredes los vítores de los espectadores y mostrando su sufrimiento en primer plano.
El texto de Blasco Ibañez es lo sufientemente sólido para mostrar una historia muy del gusto de Hollywood de la época al que Mamulian supo imprimir vida, y sobretodo color, sin necesidad de derivar el film hacia el melodrama.
manulynk
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3 de junio de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juan Gallardo lo va a decir en tres ocasiones: Cuando triunfa como torero, lo cual atribuye a su matrimonio con Carmen… Cuando comienza a serle infiel y le regala un collar para compensarla… y cuando el Fatum reclama el fin de un proceso: “Eres la única verdad de este mundo”; y cuando lo dice, Juan sabe que está hablando del Amor y de la infinita verdad que éste representa. Para él, la verdad es Carmen, porque de ella recibe amor durante todos los años que la vida le permite tenerla a su lado. Quizás sea un poco injusto con su madre que también le demuestra un amor incondicional, pero, ella siempre ha sido escéptica ante sus sueños. En cambio, Carmen lo ha respaldado aún en lo que siente que quisiera ver terminado.

De esta clase de amor y de la ilusión del éxito para el que muchos no están preparados, nos habla con absoluta brillantez el director, Rouben Mamoulian, en un filme cuidado plano a plano para exaltar los grandes valores de la cultura europea a través del color y de las imágenes pretendidamente pictóricas, con las cuales se evoca a Murillo, Goya, Velásquez, Sorolla y El Greco, entre los españoles; y también a, Titian y Veronese, entre los italianos.

Habiendo tenido el privilegio de ser el primer director en realizar un filme en technicolor (“Becky Sharp”), Mamoulian aprovechó ésta experiencia de pionero, y al paso, había estudiado cuanto encontró acerca del color, tomando muy en cuenta lo que durante varios siglos habían ensayado los grandes pintores de todo el planeta. Sabía entonces, que los aspectos emocionales vinculados a la acción, al diálogo y al sentir de los personajes, se pueden complementar con los decorados, la iluminación, la música, el vestuario… y ahora también con los muy diversos tonos que comienza a ofrecer la película en colores.

Argumentalmente, surge un directo y firme alegato contra las corridas de toros a las que, Mamoulian, ve con tanto desagrado que, no obstante ser un filme sobre un ídolo del toreo, jamás veremos el maltrato directo a toro alguno, y la única estocada mortal será representada con una humorística metáfora. En cambio, sí veremos al toro levantar al hombre, cuando el destino siente que es hora de ajustar ciertas cuentas. También, en este sentido, el director se permite frases contundentes que dejan muy bien establecida su posición ante tan salvaje espectáculo.

Lo importante para él, de la obra de, Vicente Blasco Ibañez, en que se basa la película, ha logrado abstraerlo el magnífico guionista Jo Swerling, y tiene que ver con el poder, con el éxito y el amor, que cuando llegan a manos y corazones no preparados para sostenerlos, terminan causando más daño que bien a quienes los conquistan… y en muchos casos, hasta pueden convertirse en la causa de su autodestrucción.

Cada apunte es lúcido y certero, y Mamoulian va delineando su filme como esa eterna, pero aún no suficientemente comprendida metáfora, acerca de la montaña que tiene una distancia de ascenso, llevando a partir de entonces al inevitable descenso... y el proceso será más de prisa, cuánto mayores sean los improperios y las actuaciones apresuradas que se hayan asumido durante la subida.

Tras la gran acogida que, el público y la crítica, le dieran a su anterior filme de aventuras, “The Mark of Zorro”, el director ruso-americano fue aprobado de nuevo por el productor, Darryl F. Zanuck, para ésta innovadora experiencia (segundo remake de un filme de Fred Niblo), y una vez más quiso contar con, Tyrone Power y Linda Darnell, como protagonistas, complementados por la inolvidable, Rita Hayworth, y con Anthony Quinn, la gran Alla Azimova, y con un actor que me merece un alto aprecio, Laird Cregar (en el memorable rol del columnista Natalio Curro), quien falleciera a los 31 años tras haber asumido una dieta de choque con la que perdió más de 50 kilos para representar al demente pianista de, “Hangover Square” (1945).

Hechas las cuentas: magnífica historia, innovador uso del color, del vestuario y de los demás aspectos formales, más estupendas interpretaciones del grupo actoral, podemos concluir que, <<SANGRE Y ARENA>>, es otra de las grandes herencias que legara al arte cinematográfico el director, Rouben Mamoulian.
Luis Guillermo Cardona
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