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Lady Macbeth

Drama La Inglaterra rural de 1865. Katherine (Florence Pugh) vive angustiada por culpa de su matrimonio con un hombre amargado al que no quiere y que le dobla la edad, y de su fría y despiadada familia. Cuando se embarca en un apasionado idilio con un joven trabajador de la finca de su marido, en su interior se desata una fuerza tan poderosa que nada le impedirá intentar conseguir lo que desea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
28 de septiembre de 2016
51 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencé temprano el día, a las 09:30, viendo en el Victoria Eugenia la ópera prima británica Lady Macbeth, de William Oldroyd.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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1 de mayo de 2017
39 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lady Macbeth es un plúmbeo melodrama que poco o nada tiene que ver con la obra de Shakespeare. Está basado en un relato del escritor ruso Nikolai Leskov, trasplantando la trama de la Rusia zarista a la Inglaterra victoriana. Una joven de carnes generosas es vendida en matrimonio a un rico hacendado que prefiere cascársela mientras la mira desnuda que hacerle el amor. Cuando se ausenta durante una temporada, ella tomará un amante y se entregará con entusiasmo a los placeres del sexo. Para conservar a su amante, no dudará en recurrir al asesinato...
Todo ello contado con una penosa lentitud, mediante una fotografía tan oscura como el alma de los personajes, y una ausencia casi total de banda sonora, salvo unos brevísimos arpegios electrónicos en dos secuencias. Gracias a la brillante interpretación de la casi debutante Florence Pugh, que se apodera literalmente del personaje, aportando todo tipo de matices para enriquecer sus diálogos, se sostiene esta ópera prima de William Oldroyd, que hace hincapié en una doble opresión. Por un lado, la de la mujer, un cero a la izquierda, "el negro del mundo", en acertada definición de John Lennon, un pedazo de carne al que todos los hombres se creen con derecho a escarnecer y humillar, hasta que el poder del deseo la convierte en un ser libre y decidido a salir adelante caiga quien caiga. Por otra parte, la opresión de la clase proletaria, simples animales de carga condenados a obedecer todas las órdenes que reciben, si no quieren experimentar en sus propias carnes la furia de los amos. En su loca pasión por el empleado de los establos, la joven Katherine no duda en sacrificar a sus sirvientes para salir indemne de sus crímenes, en un final que la devuelve a la misma postura de la primera escena, con el objeto de subrayar la imposibilidad de huir de su destino.
Una obra que debe afrontarse con paciencia y resignación. No es la obra maestra que ha saludado la crítica, ni tampoco una ciénaga de aburrimiento en la que el espectador chapotea. Simplemente, hay que adaptarse a su ritmo. O salir del cine.
Eduardo
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28 de abril de 2017
30 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Me llama la atención su poderío formal, exuberante en cada imagen. Pero el contenido no tiene doblez ni hondura de ningún tipo, es una provocación vacua y traicionada por sus pretensiones.
-Gustará a los que busquen una histriónica telenovela de rebelión femenina demasiado centrada en el golpe de efecto para atender a las cosas que importan.

Una de las última propuestas potentes del pasado 2016 que aún quedaban por llegar a la cartelera española era este debut en el largometraje del cortometrajista William Oldroyd. Para los que estén algo perdidos, esta historia no está relacionada con el texto de Shakespeare, sino con la novela de Nikolai Leskov, cuyo título sí está hábilmente vinculado con la tragedia del bardo inmortal. Del libreto se encarga Alice Birch, actriz que debuta en ésto de la escritura de guiones. La protagonista de la historia es Katherine (Florence Pugh). Una joven recién casada, debido a una venta de tierras, con un hombre amargado que no la quiere. Ambos viven con el padre de éste, un viejo aún más odioso. Así es como Katherine irá entrando en un estado de rebeldía cuyos actos deberían llevarnos al límite de la duda moral. Deberían.
Oldroyd estimula los códigos narrativos del drama de época con elementos modernos, en ocasiones subversivos, con los que dar forma a una feroz crítica al machismo arraigado en la sociedad, la misoginia cuasi-connatural y la institución patricarcal. También añade otros puntos de crítica que no hallamos en la obra de Leskov, véase el componente de odio racial; además de modificar ciertos pasajes que pueden aportar nuevos significados. Hasta aquí todo suena muy prometedor, nadie dijo que la propuesta no fuera harto interesante. También rara, porque el melodrama de época se mezcla con la inevitable tragedia, la punzante comedia negra (ese gato...) y el thriller de asesinos en serie de psicología poco trabajada. Sin duda el filme intenta ser provocativo, como un Hitchcock o un Verhoeven. En su lugar se muestra unidimensional, siendo incapaz de desarrollar a sus personajes. En especial a su plana, incomprensible y diabólica protagonista, cuyas acciones tienen menor sentido con el paso de los minutos. A Birch no le importa demasiado el personaje como ser humano, su valor reside en su -inhumana- condición de retrato de una rebelión femenina que, por desgracia, se enciende y medra de modo absurdo, vacuo y aborrecible; incapaz de mostrarnos una feminidad genuina y libre de las permanentes ataduras de las perspectiva masculina. Las virtudes de la película residen en el plano formal y en especial en el trabajo de dirección. Oldroyd crea auténticas postales en cada plano y tiene un magnífico sentido del tempo que se hace tangible en esos planos fijos alargados y protagonizados por un ensordecedor silencio. Es imposible no aplaudir ese contraste entre la soledad del interior; esa casa convertida en cárcel a través de los encuadres milimétricamente diseñados, el uso de la luz y unos opresivos efectos de sonidos; frente a la liberación de los exteriores, su brisa, la lluvia y el movimiento libre de una cámara al hombro. Pese a ésto y las impecables interpretaciones, la película me provoca un frío gélido. No exactamente por la inexistencia de empatía, más bien porque todo en ella me importa un bledo
“Lady Macbeth” es un envoltorio llamativo pero hueco, carente de puntos de vista y de unos matices (psicológicos, emocionales, sociales, etc) extremadamente necesarios. Genera en mi una violenta apatía alrededor de todo lo que ocurre y de los odiosos peleles que accionan la llegada del elemento trágico. Y esa apatía, ese frío ensordecedor que ni la libido podría hacer entrar en calor, encuentra una pequeña antítesis estimulante en lo despreciable que me parece el modo en que les ha salido la película. No se preocupen, me incliné hacia la resignación en esta tragedia, no era plan de ponerme a matar gente.
ALESNAKE
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30 de abril de 2017
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay veces que los títulos de las películas pueden inducir a error, y otras, que pueden resultar en gran medida “spoilers”. En el caso de “Lady Macbeth”, aunque se base en la obra literaria del mismo nombre creada por Nikolai Leskov, puede aunar ambas características, sobre todos para los amantes del mundo shakesperiano, que incluso, a su fin, les podría resultar hasta pretencioso. En Francia, para su exhibición, muy acertadamente su título se ha cambiado por el de “The Young Lady”. Pero vayamos por partes.

“Lady Macbeth” es el debut de William Oldroyd en el mundo del largometraje. Su ejecución ha sido bastante respetable. Ha sabido darle un tono nada comercial, ha prescindido del preciosismo, a veces gratuito, del cine británico y sobre todo, estéticamente, se ha arrimado a otras obras con las que guarda ciertos paralelismos, como podría ser, por ejemplo, el cine de Terence Davies. Incluso ha bebido de otras cinematografías, como podría ser la versión dirigida por Liv Ullmann de “La señorita Julia”, films de Bergman o el cine nórdico de Dreyer, aunque lejos de sus resultados a nivel de dirección. Un acierto ha sido el aprovechar tanto sus interiores como su entorno natural para que sirva de apoyo al relato.

Puede que lo más desafortunado sea el guión de Alice Birch, que dicho sea de paso, me sorprende que haya sido escrito por una mujer que, además, también cuenta con incursiones en el mundo de la actuación, saltándose a piola lo que es un proceso de transformación de un personaje. Lo que en su arranque pudiera parecer, que es lo más conseguido, un relato sobre la libertad femenina, se va tornando en una historia, a veces algo inverosímil, sobre el amor y el poder. Parece mentira que una mujer plantee, quizás siguiendo torpemente la estela de Verhoeven en “Elle”, que se pueda iniciar una relación amorosa con un tipo con el que, al menos para mí, sólo cabría una relación pasional patológica más que sentimental rosa, propia del cine romántico televisivo.

Los objetivos del personaje de Katherine se van confundiendo. La ambición que mueve a la Lady Macbeth de la obra de Shakespeare no le ha servido a este personaje de Katherine, extrayendo lo que más le apetecía a su guionista de esta referencia y emborronando sus intenciones. El amor entre Katherine y Sebastian finalmente peca de vulgar, desaprovechando sus circunstancias más oscuras, sobre todo en su final. Lo que parecía que podía ser un nuevo “Portero de noche” se acaba convirtiendo en un melodrama más al uso, algo que sí logró Visconti, por ejemplo, con todo un equipo de grandes guionistas, en su sublime “La caída de los dioses” en adaptar el mundo shakesperiano a otra época. Ni que decir que si este guión lo hubiera firmado un hombre le hubiera caído la del tigre.

El resto de sus factores técnicos es bastante digno, inspirándose en el cine de David Lean, donde hasta una tempestad en un páramo no era mero capricho.

Lo que me gusta de su reparto es que es una elección de rostros y de físicos, que en otra producción, los hubieran escogido pareciéndose más a modelos de revista. Aquí no son tan monos y eso beneficia el resultado, aunque por otra parte, por contar con unos personajes no del todo logrados y no ser actores maduros con oficio, les cuesta sacar sus personajes a flote. Pero también me parece un buen trabajo, aún a pesar de que la dirección de actores no sea muy acertada.

Comprendo el apoyo de la crítica a esta típica producción independiente porque en ella, como hemos dicho, hay cosas que son válidas y de ella se desprende que Oldroyd podría dar mucho de sí. Es un valor a tener en cuenta frente a un cine de consumo fácil, comercial y vacuo, cada vez más frecuente por desgracia, pero tampoco es como para pasarse y lanzar campanas al vuelo, cosa que han hecho todos casi al unísono.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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12 de noviembre de 2016
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fuerza del personaje, encumbrado por Florence Pugh, es la historia en si, de ella bebe la trama, la acción y la rebeldía del espectador. Desgarradora, agreste y impactante la fuerza con que el director nos enseña la búsqueda de la libertad, desde la vivencia propia de la protagonista para ver la ruptura con lo establecido en una ínfima vida sin relevancia. Los instintos primarios se nos antojan impactantes, pero la supervivencia se abre paso en las actuaciones, desgraciadas e indiscutiblemente degeneradas, buscando la decisión del que ve en juzgar o ser juzgado. No es una simple historia de amor, ni de rebeldía, es la fuerza de un ser que desconcertada con lo que tiene y busca lo que quiere tener. Las circunstancias las supera y la relevancia está en cómo y por qué. Visualmente bella y fria, alegóricamente con matices indescriptibles, que busca la sinrazón del espectador para ser capaz de no criticar sin más.
Bolseiro
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