Territorio apache

Tan poca cosa que pocos aficionados se han atrevido a valorarla y ninguno a comentarla. Y, in embargo, es una más de las muchísimas serie B del género que inundaron el mercado en su momento.

La dirigió un Ray Nazarro que llegó a ser un experto del género y no lo hizo mal para el escaso soporte con que contaba. La historia es muy breve (ver sinopsis) y se resuelve en una cinta de 77'. Podría haberse apoyado en algunos diálogos mejores en los momentos en que la acción descansa y se lo permite ... pero no fue así. ¡Especialmente los de la parejita de jóvenes enamorados que rayan la "tontuna"!.

Rory Calhoum brinda lo que se espera de él y Barbara Bates (suicida a los 43 años tras una vida poco feliz) le dá la réplica con dignidad en uno más de los breves papeles femeninos con que acostumbra el género.

La música es adecuada: un par de temas de armónica, timbales y vientos para los momentos de tensión y suaves cuerdas (violines) para subrayar los diálogos de las parejas.

Hay un buen elenco de secundarios cuyas caras se hicieron famosas en aquellos tiempos, especialmente la de John Dehner, sin sobre actuaciones y en su papel.

Está rodada en Eastmancolor que no se luce pues el entorno desértico carece de cromatismos brillantes aparentando una proyección en sepia.

Buena galopada de arranque, buenas peleas con los indios, tensa escena la del lagarto durante la caza nocturna.

En fin, una mas del género que entretiene al aficionado que agradece -al tiempo- el corto metraje en el que se cuenta la historia.

La historia es manida: un variopinto grupo de personas (reducido, el presupuesto no daba para más) queda atrapado en un abrevadero por una banda de apaches sedientos de cabelleras. El hombre sin pasado de turno (Rory Calhoun, especialista en el tema) toma el mando y hará lo posible por salir de la encerrona. Lo interesante de la película es la forma de rodar de Nazarro, con la cámara casi siempre en plano corto, como queriendo ahondar en la sensación de ahogo de los personajes, lo cual le permite, además, ocultar las escasas dimensiones del decorado y ahondar en el estudio de los caracteres. Toda la cinta está construida en torno a la tensión provocada por una situación de vida o muerte, de ahí la importancia de los sonidos. La economía de medios de Nazarro es ejemplar: sabe que cuenta con un presupuesto limitado y un metraje que no superará los 70 minutos, de modo que se esfuerza por dotar de una gran textura dramática a un relato que en manos de otro acabaría siendo ramplón y repetitivo. A este respecto, hay un ejemplo paradigmático: noche cerrada, y lo único que se oye son los gritos de dolor del soldado que está siendo despellejado lentamente por los indios. Primer plano de Calhoun, que está a punto de tomar una decisión. Calhoun desaparece en la oscuridad, los gritos aterradores prosiguen. De repente, un disparo. Silencio. Calhoun regresa. Nadie pregunta nada. Chapeau, maestro. Apuntalada en secundarios sólidos como rocas, como Leo Gordon y John Dehner, Territorio apache tiene su aquel. Sobra la ñoña historia de amor entre la estúpida de Junie y el mameluco de Lonnie, ambos de bofetada, pero son pejaes que debían pagarse en aquellos tiempos.

Así son los buenos apaches, sigilosos y astutos.
Los conoce bien Logan Cates (Calhoun) de sus andanzas por los desiertos de Yuma, "Un hombre amurallado frente al resto del mundo". Aunque ello le cueste perder a la mujer que ama, Jennifer Fair, Fanny (Bates), que reaparece en su vida de la mano de su prometido Grant Kimbourgh (Dehner) en una especie de abrevadero en medio de la nada.
En tal inhóspito lugar se dan cita también una pareja de jovenzuelos enamoradizos y un pequeño pelotón de Caballería. Todos llegan perseguidos por una partida de feroces apaches.
La trama, el drama, se desarrolla en un lugar desierto, acosados y sin esperanza de recibir ayuda del exterior. Alta tensión en un lugar donde sale a relucir lo mejor y lo peor de cada uno. Algo así como en "La diligencia" de Ford en un tono muy menor.
Veremos pues valentía, generosidad, sacrificio y lealtad, pero también racismo, cobardía y egoísmo. Todo un poco maniqueo a través de personalidades poco matizadas. Buenos y malos, lo normal en el western de la época.
La historia está cogida bastante por los pelos con situaciones exageradas, extremas. Un guion plano con una realización pobre, más preocupada por las dos historia sentimentales que por recrear situaciones creíbles. Sobra, por cierto, tanto caramelo entre los jóvenes tortolitos.
Pobres también los recursos de la cinta que se desarrolla toda en bellos exteriores con apenas una docena de personajes, entre los que, una vez más, brillan actores de reparto como Gordon o Dehner. Calhun en su papel, "Siempre hay una colina por la que cabalgar".
Correcto tratamiento a los indios que, al fondo siempre, muestran su bravura y sus conocimientos tácticos. También su honorabilidad en el caso de Lugo (Kova).
Cinta muy menor de aquellas que rellenaban las sesiones dobles de nuestra infancia pero que, dentro de su modestia, bien merece darle un vistazo como recomiendan las dos críticas que nos preceden.

Un aguerrido vaquero rescata a una mujer secuestrada por los indios apaches y la lleva a Papago Wells donde hay otras víctimas de ataques de los indios.

Una de tantas películas western de serie B que hubo en los ’50 y ’60. Dirigida con oficio por Ray Nazarro, un experto en el género que contó con poco apoyo de los productores, y un endeble guion. Los diálogos son escasos y poco elaborados.

En el reparto Rory Calhoum ofrece lo que puede, un actor con más oficio que carisma, junto a una bonita Barbara Bates le da la réplica dignamente en un breve papel. Buen grupo de secundarios famosos en aquellos tiempos, sobre todo John Dehner y Leo Gordon.

La música de Mischa Bakaleinikoff está bien con temas de armónica muy adecuados, timbales y vientos para la acción y cuerdas para los diálogos de las parejas. Fotografía de Irving Lippman que rueda en Eastmancolor con colores sepia propios de los lugares desérticos como ls del filme.

Galopada interesante al inicio, peleas interesantes con los indios (que son indios de verdad) y una tensa escena de un larto en la caza nocturna.

Obra menor que veíamos en nuestra infancia en los cines de verano, pero que merece que le demos un visionado.