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París, siempre París

Comedia Un grupo de italianos va a París para asistir al partido Francia-Italia. Dentro del grupo está la familia De Angelis y dos amigos inseparables. Las De Angelis visitan las tiendas de moda y van a la peluquería; el padre, después de la visita ritual a los monumentos, busca a un viejo amigo, un barón sin un centavo, que le servirá de guía para conocer París. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
9 de abril de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un grupo de italianos hace las maletas rumbo a París para ver un partido de fútbol. Lo que pasa a partir de ahí es un ajetreo de sencillas situaciones en las que ellos están empeñados en hacer del viaje algo inolvidable y sentir la fama de París como ciudad del amor. Lo que logran no es más que volver tal cual llegaron, igual de moderadamente felices, igual de resignados, pero igual también de despreocupados.
Fue una comedia de gran popularidad y cuenta con el beneficio de un reparto coral eficiente y una sencillez agradecida. Supone un ejemplo más de comedia costumbrista a la italiana con la afortunada capacidad transalpina para reírse de sí mismos.
kafka
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22 de mayo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luciano Emmer fue, fundamentalmente, un director de documentales que concentró buena parte de su filmografía de ficción, una de las más desconocidas del neorrealismo italiano, en los años 50 en la docena de películas que dio a la luz.

Conocidísimas caras del cine italiano -Marcelo Mastroianni, Lucia Bose o Aldo Fabrici- componen el rostro de un grupo de turistas italianos un poco paletos que visitan París aprovechando un partido de fútbol entre las selecciones de Italia y Francia.

Simpática sátira sin pretensiones del turismo de masas con guion del ubicuo Sergio Amidei, la película se convierte en una comedia costumbrista que une las diferentes historias de unos acomplejados personajes –tan parecidos, ay, a los españoles de época- seducidos pazguatamente por los atractivos femeninos de París y sus nocturnas golosinas.

Sucesión de anécdotas de gracia menor que se deja ver con despreocupado y relajado interés y que, como atractiva curiosidad, cuenta con un juvenil Yves Montand interpretando tres canciones en un cabaret.
Gould
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