Cocodrilo, un asesino en serie

A lo único que puede aspirar este tipo de films es al entretenimiento. Y esta película lo consigue, a fe mía. A pesar de que abundan los tópicos, la acción es dinámica y nunca te aburres. Más bien al contrario, tiene las dosis de acción necesarias en el momento preciso. Aunque simple, tanto en el planteamiento de la aventura en sí misma como de la trama política subyacente, alcanza holgadamente su objetivo: ser una película digna que llene las salas de los cines.

Si no estuviera basado en hechos reales me quejaría del argumento. Es un Tiburón (que le da unas cuantas vueltas) o Anaconda pero con un cocodrilo (de 9 metros, no te creas).

La acción es buena sí, practicamente lo único, pues al actuación no resalta y la fotografía, con filtros azules de noche y amarillos de día no está mal pero tampoco se sale.
Previsible desde el principio, te ríes diciendo: a este y a este se lo comen y, ¡jaja, así es!.

Un thriller de asco y algún que otro susto con un trasfondo humanitario en contra de la guerra de Rwanda.

Recomendado para pasar un rato con algo de suspense, acción y poco más. Pero sin ser buena, es interesante verla alguna vez.

Lo primero que me llamó la atención de la película (y que me impulsó a verla) fue su delicioso y macabro cartel, no únicamente por su valor estético, sino por la curiosa estrategia de marketing que lleva detrás: ¿a qué viene tanto esmero en ocultarnos que la peli va de un cocodrilo gigante? Porque desde luego la frase promocional ("the most prolific serial killer in history") y la ilustración remiten a un psicópata de los de toda la vida. ¿Acaso se avergüenza de su condición de monster movie y prefiere adoptar pose de thriller a lo Seven con vistas a una mayor recaudación en taquilla? En cualquier caso lo que importa es el contenido, que en el caso de Primeval viene a ser otra de periodistas guapetes en África acechados por un enorme reptil... pero con un pequeño matiz argumental que la hace algo especial.

Primeval es, para entendernos, una monster movia híbrida (o bastarda), que quizás consciente de la poca sustancia narrativa ligada a la figura del cocodrilo prefiere compartir el intéres con una trama paralela sobre la lucha de etnias rivales (hablamos de los últimos coletazos de la guerra que enfrentó a hutus y tutsis en Burundi y Ruanda) y los conflictos bélicos lejanos. Nada demasiado creíble pero lo suficientemente bien hilado como para entretener al respetable. Es la mayor baza del film: el entretenimiento. Ya desde el prólogo engancha bastante, aunque siempre con esa sensación de déjà vu presente incluso en los títulos de crédito. Inevitable: es Tiburón en África.

Como el film de Spielberg, Primeval resulta mucho más inquietante cuando sugiere que cuando muestra, aunque en líneas generales la factura técnica del cocodrilo es aceptable. Sus alicientes, no obstante, son otros: una atmosférica fotografía, divertidos chistes a costa del desprecio de la mirada occidental hacia el Tercer Mundo (muy bueno lo de O. J. Simpson) y gotas de humor racial a veces bastante incorrectas y casi siempre a cargo del afroamericano Orlando Jones. Por contra, tenemos a un grupo de personajes arquetípicos que no aportan nada y un guión demasiado pendiente de los tópicos como para brillar por sí solo. Afortunadamente, Michael Katleman logra insuflir energía al conjunto filmando la acción con bastante poderío y, aunque finalmente apueste por la confusión y los planos cortos y rápidos para las escenas cumbre, hay que reconecerle cierto estilo tras la cámara (hasta utiliza la ralentización con un sentido estético razonable).

Visto lo visto, no deja de ser otra de terrores subacuáticos ambientada en un paraje más exótico de lo habitual. Pero hay algo más que Katleman y guionistas se reservan para el final: la visión del depredador como párabola animal de la maldad del ser humano. Algo de crítica social nunca viene mal, ¿no?

Lo mejor: es muy amena.
Lo peor: el rescate final del perrito y Orlando Jones riéndose frente al cocodrilo: las típicas americanadas que no se cree nadie.

Viajamos a Burundi, África para encontrarnos con un cocodrilo más grande de lo normal, una de esas animaladas mutantes que tanto incitan a los americanos a hacerse los héroes salvadores del mundo libre. El referente más cercano es tal vez aquella patochada de "Lake Placid" que apenas tenía un gag salvable gracias al papel de la chica de oro Betty White.
Cuando uno piensa en los varapalos críticos que ha recibido en estas páginas un film notable como "The host", otro referente reciente, me surge la incertidumbre, la incógnita (o no tanto) de pensar qué opinara esa misma gente de una película como "Primeval", sin duda mucho más tradicionalista, más adrenalínica pero mucho menos original y apasionante que la coreana. Cierto es que "Primeval" tiene algo a flote entre tanto ejercicio rutinario que es la mezcla que hace de peli de monstruazo y guerra civil en África, algo menos habitual y valorable aunque en ambos extremos sea más bien simplista y boba. Al margen de todo no podemos ignorar ciertos momentos entretenidos de acción (supongo que todos tenemos el momento "off neuronal" y a ver qué pasa) y el momento medianamente nostálgico de reencontrarnos con la pavisosa pero guapetona Brooke Langton (aquella Samantha de "Melrose Place"). Y qué más quieren que les diga, "Primeval" no da para muchos analisis críticos, la vapulearan con merecimiento, pasará sin mucha gloria y con cierta pena, se puede ver si no se incide demasiado en ella, vamos, cine al 25 % de las posibilidades, a algunos les vale, otros nos quejamos siempre (¿y porqué las ves?). Algunas veces salta la sorpresa, en esta ocasión va a ser que no.

Los televisivos Dominic Purcell (John Doe, Prison Break) y Brooke Langton (La red) protagonizan esta insípida película, la cual podríamos definir tranquilamente como un querer y no poder. La razón es muy simple: trata de tocar muchos palillos para no llegar a profundizar en ninguno de los asuntos que pretende abarcar. Por un lado tenemos su género, el terror, donde fracasa estrepitosamente al no conseguir dar miedo ni crear suspense, por no hablar de la total previsibilidad del relato. Pero es que, además, intenta ser una película de denuncia social, aunque no cuenta nada nuevo sobre los genocidios vividos en África (para eso mejor intenten ver Hotel Rwanda). Y, como película de aventuras, es bastante aburrida, pues no despierta en ningún momento la curiosidad del espectador ni tiene el ritmo adecuado para que resulte mínimamente entretenida. Y, para rematar la faena, tenemos que aguantar al insoportable Orlando Jones, que intenta olvidar su vena cómica en un papel dramático, algo que no consigue en ningún momento. Así pues, mejor que todos vuelvan a la televisión, incluido su director, Michael Katleman, director de capítulos de muchas series conocidas, ya que esto del séptimo arte parece que le viene a todos demasiado grande.