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Los olvidados

Drama El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata, en presencia de su amigo Pedro, al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio. A partir de entonces, los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 93
Críticas ordenadas por utilidad
6 de abril de 2006
154 de 166 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película redonda en la que Buñuel toma los postulados de ese cine realista tan de actualidad en la época pero haciéndolo completamente suyo (esto es, un Buñuel realista pero Buñuel antes que nada). Con ella pudo acometer un proyecto a la altura de su categoría tras algunas obras menores.

Una película seca, vigorosa y tan obsesiva y cruda como pueda ser lo mejor del director.

Tuvo muchas reacciones en contra por ennegrecer innecesariamente México (a pesar del discursito inicial que mete Buñuel creo que para que la película molestara menos, o para justificar lo que venía, más que para plantear la cuestión como un problema universal). Aún así, como digo, no se libró de críticas: que si no era mexicano, que si ofendía gratuitamente...

Buñuel se defendió afirmando que lo que sale en la cinta sí existía (estuvo unos meses visitando y empapándose de esos barrios, consultó casos en los archivos del Tribunal de Menores...). Por tanto por ahí trató de dar una visión realista, usando para ello actores no profesionales (algunos personajes son actores pero otros son campesinos, gente sacada de una granja-escuela etc.), reflejando sus sensaciones sobre lo que le rodeaba y tratando una importante problemática social (reclamando soluciones desde la base) mostrándola, según sus palabras, sin juzgar a los personajes.

Pero la cinta incorpora más detalles, no sólo es prima hermana del neorrealismo. En Francia gustó mucho a Breton y a los surrealistas y fue premiada en Cannes. Es por tanto un producto que no se limita al realismo más convencional y que recurre a elementos surrealistas y disparatados (menos de los que al propio Buñuel le hubiese gustado incorporar pero algo hay). En este sentido el sueño es extraordinario (fantástica representación onírica de las obsesiones del niño) y merece la pena verlo sin más, sin comentarios. Como digo, él quería introducir más detalles en este sentido pero el tono realista y crudo de la cinta era ya demasiada concesión para el productor que le pidió que se sujetara un poco y que, por ejemplo, desistiera de su idea de meter un sombrero de copa (?) en una de las chabolas.

Pero también introdujo toques "buñuelianos": el ciego aficionado a las niñitas, la abundancia de gallos y gallinas (una obsesión irracional como el director reconocía), fetichismo (el erotismo de mujeres lavándose los pies y las piernas), el fantasmagórico sueño, el perro como visión que trae la muerte (una visión sacada directamente de la conciencia de ese personaje moribundo) etc.

Curiosidad: en el guión colaboró Max Aub aunque sea Alcoriza el único que aparece. Y Dancigers se ocupó de adaptar los diálogos al lenguaje de la calle en México, creo que esa fue toda su aportación.
Bloomsday
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26 de diciembre de 2008
143 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Buñuel opinaba que una película debe comunicar indirectamente que vivimos en un mundo “brutal, hipócrita e injusto”. Y no mediante tesis abstractas sino con imágenes contundentes que revelan al espectador la injusticia y le niegan el consuelo imaginario: la infelicidad continúa en el sueño, que no es la válvula surrealista a mundos paralelos. Buñuel va también más allá de un planteamiento neorrealista como el de “El limpiabotas”, carente de discurso sobre lo interior y lo irracional. Integrando sueños, visiones y alucinaciones, amplía y desborda ese planteamiento, atravesándolo con hilos subliminales y envolviéndolo en dura poesía.
Tragedia afrontada con despiadada lucidez y sin compasión, la tenebrosa música de R. Halffter ya anticipa el tono desde los créditos.
Mientras desfilan panorámicas de Nueva York, París, Londres y al final México DF, una voz neutra advierte que se contarán hechos de la vida real, protagonizados por personajes auténticos, y que la película deja a las fuerzas progresistas de la sociedad la solución del problema expuesto.

Durante meses, con ropas viejas, en compañía de Alcoriza y del fotógrafo Fitzgerald, Buñuel exploró los míseros arrabales del DF. Ranchitos de madera y casas desmoronadas.

2) Cuando el delincuente juvenil Jaibo sale del correccional, reasume el liderazgo de la pandilla callejera para ejecutar venganzas, robos y crueles palizas, sin respetar a tullidos ni a ciegos.
Entre los pandilleros, el niño Pedro es repudiado por su madre, quien lo tuvo a los 14 años, antes de ser abandonada por el marido. Pedro tiene que robar en su propia casa la comida que se le niega. Suplicante, dice a su madre una frase tremenda:
—¡Quiero portarme bien, pero no sé cómo!
La madre, el principal personaje de la película para Buñuel, se desentiende del hijo, indiferente a la nulidad de la bienintencionada institución donde piensa entregarlo, dejándolo sin escapatoria ante el destino.
—¡Castíguenlo hasta que escarmiente!

3) Buñuel no tuvo toda la libertad requerida por su inventiva (detalles como la orquesta de cien músicos tocando en un edificio en obras o los chabolistas con chistera fueron suprimidos), pero se dedicó a un uso reiterado de las gallinas, que aparecen a todas horas. No falta el sello fetichista (la leche de burra en los muslos de la adolescente, las mujeres lavándose las piernas), ni el magistral sueño en que a Pedro le ofrece la madre un trozo de carne, una víscera, o la no menos magistral escena muda del pederasta, a través de un escaparate, con ecos expresionistas.

4) El indio “Ojitos” es olvidado por su padre, Pedro es olvidado por su madre, ésta por el marido, y todos por la sociedad.

El film rezuma cruel fatalidad, destino trágico que todo lo tuerce y arruina. Bien y Mal conducen al agujero negro de la muerte, anunciada por un perro sarnoso.

El espectador no se libra: el huevo estrellado contra su ojo, la lente de la cámara, le impide agresivamente la neutralidad contemplativa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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21 de junio de 2005
77 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la primera muestra, tras “La edad de oro”, “Las Hurdes” y “Un perro andaluz” que el Luis Buñuel que había asombrado al mundo con un lenguaje propio y único seguía ahí y aún tenía mucho que contar.
La historia, coescrita con el extremeño Luis Alcoriza, uno de los mejores guionistas con los que contó, es una descarnada denuncia sobre la desigualdad, sobre esos “olvidados” cada vez más numerosos que da a luz el desarrollismo de la opulencia. Su mirada se dirige hacia la juventud, hacia ese futuro aplazado que sobrevive en un mundo cruel (la delincuencia es la única respuesta) sin más respuestas por parte del Estado que las represoras.
Su visión es desesperanzada. Es curioso compararla con otra película de la misma década que se acerca también a la juventud (en aquel momento un tema menor dentro del cine). Mientras que en “Rebelde sin causa” las respuestas violentas, todos los conflictos que se desarrollan en el film, están enraizados en el interior de los personajes y son conflictos emocionales; Buñuel opta por despejar esos tormentos y denunciar, sin ocultar ninguna carta y con una valentía irrepetible, las causas estructurales de la violencia (el tiempo dio la razón al maestro y se la quitó al N. Ray). Esta visión está tan marcada, que el espectador la comparte con los personajes (magnifico plano de Pedro, el protagonista inocente de la película, lanzando un huevo contra la cámara).
Todo esto lo hace desde la pasión. La película está llena de una tensión difícil de soportar por lo desgarradora que es la situación a la que nos acerca. Son escasos los momentos de serenidad, de placidez, pues estos pronto caen ante la injusticia arrolladora. La galería de personajes, arrastrados todos por esa espiral en la que se ven envueltos, es inolvidable. El carácter de Buñuel se palpa en cada imagen (la fotografía es de Gabriel Figueroa que colaboró en toda la etapa mejicana). Ese posicionamiento ético de situarse siempre al lado de la víctima está en “Los Olvidados” llevado al extremo máximo. Buñuel no juzga a los personajes; pero si denuncia las situaciones. Verdugos y víctimas son presentados desde una cercanía árida, tan cruda como las situaciones que muestra, sin ahorrar el maestro sus apuntes surrealistas y ese erotismo tan carnal que tienen todas sus películas.
Las interpretaciones son prodigiosas, rebosantes de un naturalismo que yo, particularmente, no volvería a ver hasta “Amores perros”; sin embargo, todos ellos son actores con una larga trayectoria en el cine mejicano: Roberto Cobo (el cruel y violento “Jaibo”), participó en casi una centena de películas; Miguel Inclán (D. Carmelo) era el típico villano del cine mejicano; pero si alguien deslumbra es Alfonso Mejía. Él interpreta a Pedro, esa flor que nace entre el estiércol y cuyo destino se unirá al de “Jaibo”. Su mirada es prodigiosa y te ata a la sinceridad e inocencia de sus palabras componiendo un personaje difícil de olvidar.
“Los olvidados” es una obra maestra imprescindible.
Strhoeimniano
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16 de septiembre de 2007
52 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preguntarse sobre la existencia de un Dios salvador, de un ser bondadoso capaz de dar ternura y compresión. Luis Buñuel busca una explicación a una pregunta siniestra: ¿que mundo habitamos en el que se trata a los niños como escoria? Una sociedad que no da segundas oportunidades a seres que comienzan a vivir.

La película gira en torno a dos muchachos principalmente. El primero de ellos es el líder del grupo de chicos del barrio, ocultando su búsqueda de una identidad que le sitúe en el mundo a través de chulería y violencia. El segundo de ellos, más jóven que el primero, se niega a aceptar la negación del amor materno, involucrándose en diferentes altercados que le mantendrán unido a un grupo de pertenencia que le sirva de referencia a modo de "hogar". Entre ellos se sitúa "Ojitos", un ser absolutamente inocente y bondadoso abandonado por sus progenitores y abocado a ser devorado por las hienas que le rodean.

Como no podía ser menos, la presencia surrealista está también presente en "Los olvidados", fundamentalmente a través de la escena de un sueño que tiene Pedro en su casa. Rodada a una velocidad algo menor, la escena es un prodigio técnico-artístico. En otra escena casi al final de la película, que obviaré para no descubrir nada, también interviene el componente surreal de una manera exquisita.

El final de "Los olvidados" es cruel, despiadado, brusco y seco. Es una puñalada en el corazón de los espectadores. Luis Buñuel es eterno por obras como ésta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RagingSergio
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10 de enero de 2008
55 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wilder representa para Estados Unidos lo que Bergman para Suecia o Hitchcock para el Reino Unido: uno de sus máximos exponentes cinematográficos. Buñuel fue durante muchísimos años el único director de cine español acreditado para codearse con los grandes creadores del panorama internacional. La mayoría de sus obras podrían corroborar semejante afirmación, pero hoy corresponde hablar de “Los olvidados”.

El sello surrealista con el que tradicionalmente se ha identificado la obra del genial maño puede inducir a pensar, en ocasiones, que su trabajo creativo es tremendamente complejo o abrupto. Falso. Bueno, para ser honesto eso mismo pensé yo cuando ví “Un perro andaluz”. Sin embargo, Buñuel reanuda con “Los olvidados” la senda iniciada con “Las Hurdes. Tierra sin pan”, infundiendo a su peli ese espíritu docudramático tan crudo como objetivo que no tiene nada de abstracto y sí mucho de tangible. Cierto es que Buñuel no puede sustraerse de insertar alguna pincelada onírica u alegórica en su trabajo (la pesadilla de Pedro, la irrupción del gallo), pero éste se desarrolla –en líneas generales- dentro de unos cauces narrativos dinámicos, explícitos y terriblemente despiadados. Don Luis pone sobre el tapete el devenir cotidiano de un grupo de muchachos pertenecientes a las clases más humildes de una gran urbe como es la capital mexicana. Sin tapujos ni sentimentalismos. Mascando la miseria implacablemente. Rehuyendo panegíricos y moralina barata. Mostrando la puta realidad de forma atroz e impasible. Es más, si te consideras un ser humano tardarás unos minutos en recobrar tu expresión facial habitual al final de la película. No se trata de ningún rictus de índole patológico. Es una reacción humana normal si te palpita algo en el pecho.

Me considero un enérgico y contumaz defensor de “Ciudad de Dios”, pero en un hipotético duelo al sol entre Buñuel y Meirelles, éste último mancharía irremediablemente los pantalones. Fijo.
Taylor
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