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Nader y Simin, una separación

Drama Nader (Peyman Moaadi) y Simin (Leila Hatami) son un matrimonio iraní con una hija. Simin quiere abandonar Irán en busca de una vida mejor, pero Nader desea quedarse para cuidar a su padre, que tiene Alzheimer. Ella le pide el divorcio y se muda a vivir con sus padres. Nader no tiene más remedio que contratar a una mujer que cuide a su padre. Una negligencia de la asistenta provoca un conflicto de grandes dimensiones. (FILMAFFINITY)
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Críticas 128
Críticas ordenadas por utilidad
26 de octubre de 2011
233 de 262 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine social, comprometido, lúcido y sutil. Irán, la teocracia. Sin tragedias enfáticas ni grandes peripecias en la imagen y el sonido. Actores al servicio de un guión que, pese al tiralíneas, no incurre en el cartón de lo prefabricado.

La imagen al servicio del guión. Y no al revés. Un guión que sabe a pieza de teatro, con giros bien dosificados y un firme pulso narrativo, aunque la historia tarde un poco en enganchar.

Alguna leve disonancia: el planteamiento de Simin respecto al padre de Nader no acaba de encajar en alguien como ella –es posible que el director haya querido colocar ahí una carga de profundidad: salir de Irán aun a despecho de la obligación moral o ética.

La secuencia previa al plano final se alarga en exceso. No estira la tensión, la desbarata, por lo que tiene de juego malabar. No empasta con el tono sobrio de la cinta.

Diálogos medidos, personajes de trazo maestro, con motivaciones bien delimitadas y precisas. Comprensibles, convincentes, nada maniqueos –el director quiere mostrarse equidistante, pero la figura de Nader es demasiado positiva y la empatía que genera es inmediata.

===

Y, ahora, la chicha. El personaje principal, para mí, es doble: Nader y Simin. O, mejor, es un personaje abstracto: la separación. Una separación matrimonial que remite a la separación entre el corazón y la cabeza del propio Asghar Farhadi. La cabeza es Simin y el corazón es Nader. El corazón quiere quedarse. La cabeza cree que el futuro se halla fuera del país. En esa disyuntiva se mueve la película. El corazón se obceca; la cabeza ha de hacer de tripas corazón –estoy simplificando, el esquema es sencillo pero su desarrollo no carece de matices.

La hija de ambos, Termeh, es intersección y símbolo. Encarna el porvenir: la historia desemboca, de forma algo efectista, en cuál será su decisión: papá o mamá; Irán o no. Ahí se ve la mano de Farhadi, moviendo los hilos entre bambalinas.

Personalmente, prefiero que la imagen y el sonido escapen del guión y traten de alcanzar un cine puro, sin ataduras ni corsés: el desmelene Lynch o Hitchcock de la imagen; la profundidad Bresson en el sonido; la sinfonía visual de Kubrick o Tarkovsky, el mundo, luz y sombra, de Carl Dreyer… El universo mínimo y total de Yasuhiro Ozu. En fin, el cine Kurosawa.

La propuesta de Farhadi es cine funcional, casi perfecto. Supeditado al hilo o trama argumental. La exposición es clara. Con los matices necesarios para no caer en la naturaleza muerta.

Es cine vivo en sus detalles: el cruce de miradas entre las hijas de las dos parejas litigantes; el peso de la culpa o la mentira en una sociedad en que el Islam lo impregna todo (estremecen las dudas religiosas de Razieh). La vida bulle en patios y pasillos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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6 de octubre de 2011
113 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con incuestionable inteligencia y talento, Asghar Farhadi vuelve a sombrar a la cinefilia internacional tras la igualmente magistral "A propósito de Elly". Lo hace narrando una historia que comienza presentando el inminente divorcio de un matrimonio cuya hija sufre las consecuencias del desdén mutuo de sus progenitores, para continuar añadiendo a la trama un incidente que provoca la chispa que producirá un fuego de dimensiones considerables en la vida de los principales personajes.

Farhadi nos transmite la tensión y las dramáticas vicisitudes de los dos matrimonios involucrados en el progresivo enrarecimiento de los acontecimientos con incuestionable habilidad y talento, sin caer en maniqueísmos que harían perder credibilidad y lucidez a su propuesta, y presentando a unos personajes que ni son buenos ni malos, que tienen, todos, sus razones y sus debilidades, y que mienten u ocultan cosas (como todo el mundo) para protegerse.

Nos presenta, en definitiva, a seres humanos en una difícil situación que pone a los espectadores entre la espada y la pared y los mantiene angustiosamente preocupados por el devenir de los sucesos, que van complicando una trama magistralmente ideada y que además sirve a su autor para diseccionar con una sutil autocrítica la sociedad de su país, un Irán que en parte quiere abrazar la modernidad pero no puede hacerlo totalmente por el implacable peso de la tradición y la alienación religiosa de una gran mayoría de sus habitantes.

Los actores, como ya ocurriera en su anterior pelicula, dan un recital asombroso de naturalidad y verismo. No hay ninguno que esté desubicado o transmita inseguridad o la sensación de estar actuando, de manera que asistimos con ellos al milagro de tener la impresión de que lo que sucede ante nuestros ojos es algo que estamos presenciando realmente, una situación conflictiva y difícil de la vida misma, tal es el nivel de credibilidad y humanidad, sin imposturas, de los personajes que encarnan. Y tal el talento y la sabiduría cinematográfica con que está narrada y desarrollada la que es fácilmente la mejor película del año.
Amor Perro
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10 de octubre de 2011
81 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que reconoce un famoso crítico, también he disfrutado en mi vida de placidas siestas con alguna película iraní. Hace años, seguía con fe de carbonero las estrellitas con las que cierta guía puntuaba los films en cartelera. Frecuentemente, la película recibía mayor cosecha de estrellas cuanto mas lejano y exótico fuera el país de producción. Especialmente recuerdo una película del único director iraní que conocía hasta ahora, Kiarostami. Desde ese momento, decidí que los experimentos “en casa y con gaseosa”

Mi reencuentro con la cinematografía iraní años después se ha saldado, sin embargo, positivamente con esta excelente película.

Es difícil plasmar en el cine situaciones y personajes con la veracidad y verosimilitud con las que lo hace esta película. La forma en la que los personajes se comportan ante las situaciones que se plantean en el film, sus contradicciones y motivaciones son auténticos y creíbles. Lo que les pasa a los personajes lo vivimos como cercano y sólo algunos detalles nos recuerdan que la película transcurre en otro país lejano donde rigen otros códigos legales y morales (*)

Aunque hay alguna escena inicial en la que el director parece que va a caer en los típicos movimientos nerviosos de la cámara (que para algunos es la técnica idóneo para captar la realidad) afortunadamente no es así: la cámara de hecho parece evaporarse dejando al espectador de frente ante la realidad. El director se demora a veces en aspectos anecdóticos (p.ej: la escena en la que el padre se queda encerrado en el baño) que son prescindibles desde el punto de vista narrativo pero que refuerzan a transmitir con eficacia la autenticidad de lo contado.

El apartado interpretativo es asombroso, desde la pareja protagonista (justamente premiados en Berlín) al abuelo (personaje que cualquiera que haya tenido a un familiar en esa situación reconocerá cercano) pasando por las niñas, el despótico juez, la asistenta...

Otra virtud de la película: partiendo de un suceso mínimo, gana en complejidad (sin ser confusa) intensidad y suspense en un ritmo inteligentemente dosificado. La película va a más y es rematada por un soberbio final (**)

Absolutamente recomendable, se puede disfrutar en una versión con estupendo doblaje en español.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alvaro3
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27 de septiembre de 2011
48 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Farhadi consigue en la que posiblemente sea la mejor película del año (o, por lo menos, una de las candidatas) el milagro que muchos cineastas persiguen pero pocos alcanzan: extraer de una historia aparentemente sencilla y costumbrista, que se va enredando y complicando progresivamente, el retrato preciso, sincero y emocionante del estado de una sociedad, de sus miedos y traumas, sus sueños y frustraciones, sus injusticias y esperanzas. "Nadre y Simin" es un trepidante estudio de la situación de Irán: la influencia de la religión, la tensión entre tradición y modernidad o la precariedad del sistema judicial quedan al descubierto en un relato que también aborda temas universales como la familia, el descubrimiento adolescente del mundo adulto (con todo lo que ello conlleva) o el papel de la responsabilidad moral. Dos horas de gran cine.
coke91
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28 de julio de 2011
43 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que destaca de esta película, pese a su título, es que no trata sobre la separación de una pareja, si bien esta es el detonante de los acontecimientos y se encuentra presente durante todo el film.

Farhadi muestra con mirada lúcida una pequeña historia de gente corriente en el Teherán de hoy en día. Nos encontramos con una ciudad que, pese a vivir en una sociedad teocrática, no es muy distinta que cualquier ciudad europea, y las personas son básicamente iguales a las que podemos encontrar en nuestro vecindario. Este relato podría muy bien ocurrir en una ciudad española, sus cambios serían nimios.
Pero, obviamente, la religión está presente, en cualquier acto que se realiza se observa, desde la vestimenta (en toda la película no se ve el cabello de ninguna mujer), la educación hasta la justicia o en los actos de las personas (de unas más que otras), lo que expone lo poco libre que es la gente para actuar en una sociedad sometida, cuando cada acto ha de estar sometido a que pensará de este un ser fantástico. Aunque tiene sus pros, la mentira está muy mal vista, pese a ello se miente.

El ritmo y la dirección son excelentes, una historia sin mayor importancia se vuelve intrigante, incluso agónica. El comienzo es fabuloso, con una economía de medios y de tiempo excelentes nos pone en antecedentes, nos mete en la película y nos explica el porque de esa separación y comprendemos las motivaciones de los personajes.
La película posee un tono documentalista que la hace más cercana y real, desde el comienzo nos sitúa con total naturalidad en la vida cotidiana de esas personas.

Las interpretaciones de todo el elenco son magníficas, en todo momento te las crees como personas reales, la mirada del director, sin tomar partido, mostrándonos a las personas tal y como son, con sus virtudes y defectos hace que las encontremos muy cercanas.

La historia, aunque sencilla, está narrada de forma brillante haciendo que pequeños acontecimientos, que parecen carecer de importancia, posteriormente se muestren como imprescindibles para el relato.

Pese a ello posee sus defectos, la larga duración (123 minutos) hace que una y otra vez el relato incida en lo mismo, lo que en cierto momento puede resultar cansino, una menor duración, el cortar alguna secuencia redundante harían de esta, estupenda, película una pieza mayor.

A destacar su genial final, en el que se plantea una pregunta que el espectador espera le sea contestada, pocas películas mantienen a sus espectadores pendientes de sus títulos de crédito, por otra parte muy breves, sin que nadie se mueva, esperando una respuesta.
Esto hace que al salir del cine uno siga dándole vueltas y que la película cree poso.

Un film muy recomendable, imprescindible a los amantes de las historias realistas.
Meinster
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