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Duelo al sol

Western. Romance. Drama Pearl Chavez (Jennifer Jones), una joven mestiza, es enviada a vivir a Texas, al rancho del estricto senador McCandless (Lionel Barrymore). La joven llama la atención de los hijos del senador: el siempre educado y cortés Jesse (Joseph Cotten) y el impetuoso e impulsivo Lewton (Gregory Peck). Pronto los dos hermanos rivalizan por el amor de la atractiva muchacha. (FILMAFFINITY)
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Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
8 de mayo de 2008
80 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
La puesta en escena de “Duelo al sol” es de western, de eso no cabe duda, pero poco más. Por no tener, la peli de Vidor no tiene ni el duelo que promete su título.

“Duelo al sol” es más bien un correctito melodrama ambientado en Texas que bebe y vive de ese inagotable manantial que fue “Lo que el viento se llevó”. Aún así, el trabajo de Vidor es loable porque su agilidad narrativa y sus oportunas pinceladitas épicas consiguen maquillar con eficiencia las limitaciones de un guión bastante discreto y de algunas interpretaciones casi casi vergonzantes. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Jennifer Jones. La entonces novia de Selznick inunda la pantalla con una presencia física descomunal, pero su papel roza lo patético. No porque Perla sea un putón verbenero, sino porque sus expresiones faciales son tan postizas como el tupé de Rodolfo Chikilicuatre. Algo mejor se desenvuelve Gregory Peck. Me ha encantado verle en plan calavera, alejándose oportunamente de ese perfil apagado y bonachón que suele caracterizarle.

Un pseudowestern, en suma, con algún que otro plano de singular belleza (King es de aquellos viejos zorros que siempre apostaron por el cine como espectáculo)que se puede ver con agrado si no se depositan demasiadas expectativas en él.
Taylor
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17 de marzo de 2007
44 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el momento que Perla va caminando hacia su habitación con la lamparilla en la mano pasando por delante de los dos hermanos, ya se olfatea la tensión sexual e intuímos la actitud de ambos hacia ella. Aún sorprende tanta sensualidad en un título de los años 40, pero a David O. Selznick le gustaban las situaciones al límite.

Jennifer Jones se excede en gestos cuando muestra emociones fuertes, pero es fotografiada con maestría haciendo resaltar el blanco de sus ojos y dientes sobre su tez morena y lo que sí logra ésta es dar cuerpo a una criatura salvaje e inexperta que se convierte en centro de disputas y se debate entre la seguridad y la pasión.

Joseph Cotten y Gregory Peck hacen acertadamente la encarnación del bien y el mal como reflejo de la personalidad del autoritario y visceral padre (Lionel Barrymore que estaba realmente en silla de ruedas desde hacía años) y tambiém aparece Lillian Gish, toda una superviviente que empezó con Griffith décadas atrás y siguió dejándose ver en más películas otras tantas décadas después.

Como en Lo que el viento se llevó, la personalidad de Selznick es la que manda y parece que hubo otros directores que intervinieron, pero quien firma es King Vidor, gran cineasta desde el mudo, versátil y eficaz, que lleva la historia con seguridad y buen ritmo obsequiándonos con espléndidas panorámicas, bellos primeros planos y majestuosos planos generales (la encendida fotografía en color plena de rojos es magnífica).

Duelo al sol forma parte de esos contados títulos imprescindibles y si sólo se fracasa en la dirección de la Jones, es de suponer que con el tiránico Selznik emcima poco podía hacer Vidor para contener a la que por entonces era la chica del productor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ennis
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23 de mayo de 2012
54 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una película porno sin genitales. Ah, fue un soplo de aire fresco, una brisa, después de otra sesión con el mingafría incorregible de Howard Hawks. El cine lo puedes hacer bien, mal o regular, pero hay que hacerlo. Amigo, hay que hacerlo.

Nunca he visto la sexualidad hecha arte como la vi aquí. ¿Actuaciones malas? Es la contundencia de la vulgaridad, la fuerza de las bajas pasiones. La película gira en torno a la pasión desenfrenada de dos seres que renuncian a su cerebro. Debe ser, pues, una vorágine incontenible de rojo, sudor y coca cola. Y "ojo, no es tan fácil", dice Vicente Aranda. No lo es.

Eso sí, muy mal el productor por meterse en el trabajo de... bah, por esta vez lo dejamos. O. Selznick se echó novia y quiso celebrarlo. Y yo brindo por él.


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PS: Howard Hawks es un gran director. En otra ocasión hablaré largo y tendido de por qué él y John Ford viven, en lo que a mí respecta, en el "casi" permanente.
Tomine
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10 de agosto de 2009
44 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo parecido le dice Peck a Jones en uno de sus taitantos "rodeos" a la morena. No es jerga. No se lo dice ni sutilmente, ni a la luz de las velas. Se lo dice tirándole de los pelos y arrastrándola por el establo. Para el caso es lo mismo.
Eso sí: ella, desmelenada, mantiene su dignidad intacta atravesándolo con esa mirada de fiera enjaulada que de un momento a otro parecerá que le salte al cuello...
Ya podéis esperar, ya.

Entre tanto Jennifer, la prima exótica, asiste al folletín de infortunios del linaje texano y feudal sobre tierras a las que bautizan como “Nueva España” y de las que tanto Peck como Cotten (herederos), se piran, (por supuesto), antes de que lleguen los “registradores de la propiedad”. Y empieza el culebrón.

Huelga decir que el señor registrador de la propiedad es amigo del terrateniente y que además, comprende y le duelen, las desdichas del patriarca (siempre los más dolientes personajes del west). Por enésima vez, estamos en la tierra más endiablada del mundo (y eso que no hay indios): Texas. Penas y disgustos de los hijos: uno es político y por eso traidor (le llaman Judas: Cotten). El otro es el forajido, el guapo y el chuzas (pero es el que mola; el que le mola a la Jenni: Gregory Peck).

Para más enjundia y desgracia: eso de que se te meta una mestiza en casa, (o en el establo) es intolerable y más aún que tu señora esposa, aún muriéndose y con la mayor pinta de beata que ha dado el western haya sido un putón verbenero... (de alguna manera, rizando el rizo..., la culpable de que él esté postrado en silla de ruedas).

Nota mental. Si echas una cana al aire o sólo fantaseas con "otro", tu marido acabará en silla de ruedas.

Aquí abunda moral con la que predicar aunque ninguna con la que argumentar.
El colmo. John Ford es un macarra visto lo visto en “Duelo al Sol”.

Película, sí, para lucimiento de Jennifer Jones. Le dan un aire moruno, gaditano, le sueltan la melena y a mí, me recuerda tantísimo a la Chunga que es difícil hacerse a la idea de que en realidad sea mitad cherokee.

¿Qué diantre pinta Cotten aquí? Por otro lado ¿a Gregory Peck...? ¿cuándo le ha venido siquiera imaginado ese papel de malote con su amable rostro de Atticus*? Nunca. No cuela.

Las cherokees no bailan flamenco, danza del vientre y siete velos, todo a la vez. Es imposible. Eso sí, la negra tonta sigue siendo, más tonta todavía, la subordinada de la nana de Escarlata O’hara y el padre, inflexible, más duro que el Peñón, el mismo que hemos visto mil y una veces en demasiadas historias de Hollywood.

La película vale por lo que vale el plano final. Y ¡maldita sea! el plano final es inolvidable.

Así que estáis condenados a verla.

* (En) "Matar a un ruiseñor".
Valkiria
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30 de marzo de 2006
36 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pasión desenfrenada cobra forma pocas veces en el cine: en Duelo al Sol cada uno de los elementos que la componen está dotado de fuerza, de energía intensamente romántica y clásica. Este filme sólo podría ser ejecutado por King Vidor, artesano de los sentimientos, poeta romántico, artista inigualable.

La escena inicial ( la que describe los sucesos relativos al padre de Perla Chávez ) ya por sí misma tiene mayor sabiduría fílmica que numerosas películas más loadas. Pero la película continúa en un recital de maestría en el que se encuentran comprendidas historias de amor fatal pero también de amor platónico, de dignidad, de egoísmo, de amistad, de violencia...

Esta película es un gran cuadro, un lienzo pintado sabiamente que se desarrolla en movimiento resultando una de las mejores películas de la historia: Perla Chávez, Lewton y la banda sonora memorable de Dimitri Tiomkin qudarán grabados en el alma de todo aquel que se adentre en el rancho de Nueva España: Naturaleza, ser humano y arte se cruzan en este prodigio.
opera 0
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