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Alicia en las ciudades

Drama El periodista alemán Felix Winter recorre los Estados Unidos buscando temas para escribir un libro, pero como ni siquiera consigue empezarlo, su editor cancela el contrato. Cuando decide regresar a Alemania, conoce en el aeropuerto a una mujer, y como no hay vuelos hasta el día siguiente pasa la noche con ella. La mujer desaparece, pero le deja un recado: que vaya con su hija Alicia, de nueve años, a Amsterdam para reunirse con ella. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
7 de julio de 2008
128 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que esta película es buena, o bonita o que me ha gustado mucho es casi como no decir nada. Diré en cambio que es de esas películas que te cambian un poco o de esas películas que te hacen entender cosas que hasta ahora no cuadraban. A mí no me cuadraba que alguien pudiera hacer fotografías de paisajes, de las nubes, de las alas del avión porque ahí estaba contenida toda la narración de la que era capaz. Tampoco me podía explicar que los mejores guías son a veces los que menos conocen los lugares por los que nos movemos.
Por otro lado si tuviera que explicarle a un niño la diferencia entre la fotografía y el cine le pondría esta película. Es más, si tuviera que explicármelo a mí misma también me pondría esta película. Lo mismo que Proust da una lección de literatura con su búsqueda del tiempo perdido, Wim Wenders da aquí una lección de cine, de que el movimiento por sí mismo construye una identidad y una historia.
Por último miro la televisión a través de esta película, en habitaciones de hotel o en aeropuertos, la televisión que no explica nada y que es casi como un foco más para iluminar la escena y no puedo dejar de mirar mi propio televisor de la misma manera.
Se desprende de esta película una profunda aversión por todo lo que nos aliena y se desprende una aún más profunda ternura. Miradla como si hicierais un viaje.
Querella
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26 de octubre de 2008
73 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
1)
Cada plano está pensado con el mimo del que quiere exprimir, del espacio, el detalle. Multitud de casi imperceptibles soluciones visuales; tics típicos y tópicos del estudiante de cine o del pionero de iniciativas vanguardistas (como es el caso) que reclaman nuestra atención al principio del metraje.

Esos recursos de realizador de culo inquieto, que quiere abarcarlo todo, se funden con el trabajo de una fotografía de poco presupuesto −de ajustada luz y ajustado blanco y negro− que traza la melancolía de los paisajes y los interiores. Luego, a medida que avanza la historia, el quid de las escenas muda su centro gravitatorio a un trabajo de dirección de actores basado −eso cuentan− en el dejar hacer a ver qué sale; en cierta libertad, que no total improvisación, para llegar a buen puerto entre todos sin un guion férreo al que atenerse. La cinta en ese sentido ofrece dos partes que no por azar parecen diferentes.

2)
Wim Wenders busca en las cosas, en el espacio (ya lo explicita su personaje con la palabra, pero tampoco hacía falta). Busca esa corriente que se manifiesta en las urbes vacías, la lluvia y los aviones apátridas. Porque detrás de todo eso debe haber algo que sujete la realidad de alguna forma, que le dé sentido. Así lo reclama el alemán con su cámara. Debe quedar algo de nuestra mirada o de las sensaciones con que recibimos esos espacios, la presencia de ciudades que empiezan en otras ciudades.

Debe aparecer en el fotograma o en la polaroid el surco del recuerdo, la mano en el viento, el verano de playas amontonadas, la identidad perdida... Debe también registrarse en el celuloide el viaje y el espíritu de los protagonistas. Y ahí ya nos toca decidir a nosotros como espectadores. Yo, desde luego, observo esa preocupación de Wenders a la hora de grabar con la cámara la sensación (impresión, huella, pálpito) de aeropuerto de madrugada, motel barato o deambular de almas abandonadas. El desarrollo de road movie como construcción de emociones entre personajes (el viaje como catarsis o como iniciación).

3)
Es interesante el retrato del vacío de los neones. Interesante es ese personaje neutro, laxo, de pasado irremediable. Cómo su refugio cobarde en las fotos y su indiferencia (que es más indolencia insustancial de una época que personaje en sí mismo) se resquebraja progresivamente ante la ternura de Alicia aprendiendo a buscar entre ciudades.
Bloomsday
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9 de julio de 2007
48 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film cuenta la peculiar relación que se establece entre un hombre de 31 años, muy bien interpretado por Rüdiger Vogler, y una adorable niña de 9 llamada Alicia. Podría parecer que no pasa nada durante el metraje de esta joya, y no lo descarto, pero yo creo que es de esas películas en las que cada uno se puede identificar con el aspecto que quiera, quedarse con el mensaje que les dé la gana.

Wenders cuenta su historia a través de los dos personajes principales, de las situaciones de las que son partícipes y de los diálogos que intercambian, así se conforma un relato agridulce de dos seres unidos por su pérdida en un mundo en el que no saben para qué están. Así el intento de encontrar a la abuela de la niña yo creo que se trata de un objetivo puesto por ellos para dar sentido a su viaje, y en extensión, a su tiempo.

Con los niños en el cine me pasa dos cosas, o los adoro o no los soporto. En el primer grupo podríamos meter a la niña de "Pequeña Miss Sunshine" y en el segundo al insoportable crío de "Raíces profundas". Afortunadamente, la Alicia de ésta está en el segundo; su espontaneidad, su gracia, sus continuas quejas, es auténtica de verdad. A mí también me entran ganas de adoptarla como a jastarloa.

En blanco y negro, con cierto humor y con cierta amargura, pero yo creo que su verdadero tono es la ausencia de él. La emoción permanece en el interior, pero en el exterior sólo se aprecia un continuo naufragio en la búsqueda por encontrarse a ellos mismos. Wenders no nos obliga a nada, o te metes tú en la historia o te quedas fuera, las puertas las tienes que abrir tú. Preciosa.
GVD
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27 de octubre de 2005
33 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No puedo acostarme contigo, pero me encantaría compartir la cama”.

Me ha encantado la película. Es una pequeña joya de Wim Wenders. El filme se sostiene principalmente con solo tres personajes, un hombre, una dulce niña y el paisaje, uno mas en el largo viaje. Puede recordar en algún momento a otra obra maestra del realizador alemán como es “Paris, Texas“, aunque lo cierto es que casi toda su filmología ( la buena) se parece, sin imitarse en ningún momento. Lo indiscutible es que Wim Wenders es el rey contando Road Movies, como siempre ha demostrado. Mención aparte para los personajes, sobre todo para la niña que interpreta a Alicia. Es imposible explicar la película, hay que verla y dejarse llevar. Como diría Truman Capote, una larga carretera, un viejo coche y una mujer esperando al final del camino. Deliciosa.

Es de las primeras de Wenders, un gran director que le sentó muy mal la caída del muro de Berlín, y que parece haber recuperado algo de vuelo ( sin llegar a sus primeros trabajos) después del 11 de Septiembre.
The_End
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16 de febrero de 2010
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un periodista alemán (Vogler) recorre Estados Unidos buscando temas para un libro. Cuando va a regresar a Alemania conoce en el aeropuerto a una mujer, con la que pasará la noche. Al día siguiente, la mujer desaparece y le deja el encargo de que cuide de Alicia, su hija de 9 años, hasta Amsterdam, dónde se encontrará con ellos.
Una película magnífica, perteneciente a la estirpe del Wenders de "París-Texas": una road-movie encantadora, dónde se ejecuta una introspección "activa" de los personajes, una búsqueda de uno mismo que resulta realmente admirable, en un conjunto presidido por una sólida y embaucadora melancolía, y una cierta "pasividad" de los personajes en su recorrido por las distintas ciudades, para lograr un todo memorable, a degustar, cine con mayúsculas.
Resulta inolvidable la relación de Vogler con Alicia, el viaje de ambos, el tesoro hallado de sus almas, el enorme fruto que saca cada uno, desde sus edades, a su tránsito vital. Un clásico, sin duda, que me acerca al arrebato.
kafka
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