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Mil maneras de morder el polvo

Comedia. Western Albert, un granjero cobarde, se echa atrás en un duelo pistolero, motivo por el cual su novia decide abandonarlo por otro hombre. Sin embargo, un día llega a la ciudad una hermosa mujer de quien se enamora y que lo ayudará a descubrir su coraje, valentía que será puesta a prueba puesto que esta mujer arrastra un marido prófugo que reclama venganza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
9 de junio de 2014
61 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varias maneras de morir viendo esta película. Hay muchas, pero la más segura es de aburrimiento. Cada seis chistes pésimos hay uno que mueve a la risa.

MacFarlane aplica su sentido del humor, ya bastante conocido, basado en pedos, fluídos sexuales y escatologías variadas, a lo largo de esta producción innecesariamente extensa.

Es la fórmula que utilizó en Ted. Derivada de la receta original de Family Guy. De hecho, aún la famosa serie de televisión padece de estos "chistes" que se "infiltran" en los episodios tratando de ser originales e irreverentes, pero que dejan de ser graciosos.

El peor enemigo de MacFarlane es él mismo. Pareciera que no tuviera control de lo que puede ser gracioso o cómico y contamina su misma obra, por más genial que sea la idea, con esas bromas o chistes que no son chistosos y que acaban por afectar la obra completa. El humor irreverente es sin duda el más complicado de manejar. Puede ser ofensivo, sorpresivo, etc; pero no puede dejar de ser chistoso.
TULIPAN NEGRO
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5 de julio de 2014
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Western es un género que como el Guadiana, aparece y desaparece de la producción de Hollywood. A veces hay un paréntesis más largo o más corto, pero irremisiblemente vuelven las películas con los cowboys, los pioneros, los pistoleros… como si fuera una parte indeleble de la historia del cine –que lo es, ya que en “Intolerancia” de Griffith ya aparecían historias del lejano Oeste…-.
El caso es que después de que Tarantino desempolvara el género con “Django Desencadenado” actualizándolo a las tendencias Spaghetti y a las de su propia filmografía, ahora llega a las pantallas una revisión de la mano de unas de las personalidades más singulares de la industria audiovisual norteamericana, el animador y creador de la serie “Padre de Familia”, Seth McFarlane, con la clara vocación de desmitificar todos y cada uno de los tópicos del género, cuando no de la época; ¿Romanticismo, idealismo, heroicidad o buenas intenciones en el oeste? McFarlane parece responder a todas estas preguntas con una sola palabra, en mayúsculas y gritando: ¡Y UNA MIERDA! Si el gran Sergio Leone revisó las edulcoradas visiones que realizaran cineastas como John Ford o Henry Hathaway a esa época, dotando a los personajes de sudor, suciedad, polvo y hasta incluso mal aliento… con esta película nos metemos de lleno en la realidad más pura y dura que nos podamos imaginar, dibujando una época que nada tiene de bonita y donde la supervivencia casi puede ser un milagro: un pastor de ovejas ve cómo su vida se desmorona cuando su novia le abandona por ser un cobarde y abandonar en un duelo, pero aunque las cosas parecen mejorar cuando una guapísima forastera llega al pueblo, en realidad sólo es un espejismo, porque en realidad quien está por llegar es el más despiadado asesino de todo el Oeste…
Todos y cada uno de los personajes más icónicos del género (la puta, el sheriff, el ladrón, el buscador de oro, el médico, el pastor…) son puestos en la picota, desmontando todas las ideas preconcebidas que tengamos al respecto de ellos y mostrándolos con toda la ironía y el sarcasmo que el guionista y animador ha puesto siempre en sus series, y por supuesto en su anterior film “Ted” (del que llegará la segunda parte en 2015). Lo primero que tenemos que tener claro de este cineasta es que es muy particular, y argumentalmente tiene un estilo tan propio que prácticamente no se parece a nada de lo que hayamos visto anteriormente. Es como una extraña mescolanza del trío Zucker-Abrahams-Zucker (“Agárralo como puedas”), los Hermanos Farrelly (“Algo pasa con Mary”), los Monty Python (“La vida de Brian”) y Judd Apatow (“Virgen a los cuarenta”): mordaz, escatológico, irreverente, guarro, para algunos facilón, original, sorprendente y brutal. Vamos, que si recordamos el revuelo que se formó cuando Mel Brooks hizo “Sillas de Montar Calientes”, esto le da como veinte vueltas. En todos los sentidos, talento incluido (cada vez que repaso la filmografía de Brooks, viendo lo mal que han envejecido todas sus películas, me pregunto ¿quién le dirigiría “El Jovencito Frankenstein”, que es la única que demuestra verdadero talento y que aún sigue vigente?).
Si conocemos las claves de este cineasta a través de su famosa serie “Padre de Familia”, seguro que disfrutaremos con este tipo de humor, pero si no es así, seguro que estaremos desconcertados ante tan salvaje forma de ver las cosas, a las bravas. Esa complicidad es imprescindible para que entremos en la película, porque de otra forma, todo parece una fantasmada. En ese sentido el tráiler juega una doble baza, ya que aunque por un lado destapa buena parte de los mejores chistes de la película, por otra parte nos prepara para la montaña rusa a la que vamos a montarnos en este delirante viaje al Lejano Oeste. Aún así, está claro que este sentido del humor salvaje, inesperado, que te explota en las narices cuando menos te lo esperas, funciona la mayoría de las veces (aunque otras tantas resulte algo burdo).
Lo que está claro es que si con “Ted” consiguió que cambiáramos la idea que teníamos de un tierno osito de peluche, a partir de ésta película veremos a todos estos personajes y a la propia época del Lejano Oeste de una manera diferente. Vamos, ha conseguido en clave de comedia desmadrada lo que hace años (y salvando las distancias) logró Clint Eastwood con “Sin Perdón” (por cierto que el cachondo de MacFarlane ha llamado al pistolero malvado de la película “Clinch Eastwood”…)
Un auténtico tour de estrellas (Liam Neeson, Charlize Theron, Amanda Seyfried, Sarah Silverman, Giovanni Ribisi, Neil Patrick Harris... y otros tantos cameos de lujo que no voy a desvelar, pero que seguro que te van a sorprender –atención: no levantarse hasta el último letrero de los créditos finales-) para arropar a este singular personaje, que ha dado una vuelta de tuerca más salvaje oeste, que ahora es más salvaje (y delirante) que nunca.
Federico_Casado
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1 de julio de 2014
37 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película hecha por Seth MacFarlane, para su propio lucimiento y, supongo, para su propio público, aquel que adora Padre de Familia o vanaglorió Ted. En mi caso, me encanta la serie americana, la película del osito me dejó más bien frío, pero ni mucho menos con la sensación de vacío que tengo tras ver la reciente "Mil maneras de morder el polvo" (en español).

Ya que el título de la película incita a numerar, les tomo la mano y numero mis motivos por los que recomiendo no verla (podría poner 1000, pero a ver quién se los lee...).

1- Seth, lo tuyo no es actuar, ni cuanto menos ser protagonista de una película de casi dos horas de duración.
2- Precisamente, que dure dos horas, no sé si por lo cargante que se me hizo Seth o porque de verdad la película no daba más de si, aunque creo que la respuesta incluye ambas cosas.
3- Siguiendo con la duración, de la mano va su ¿argumento? Humm, podría haber sido un capítulo de Padre de Familia sin ningún problema, e incluso creo que hubiera sido más acertado, ya que se alarga demasiado una historia que se podría resumir en apenas un minuto.
4- Predecible desde el comienzo. Invito a cualquier persona a que apunte en un papel qué cree que sucederá en la película y compruebe cuando la vea si ha acertado o no. Estoy seguro que el porcentaje de acierto superaría el 90%.
5- Humor excesivamente escatológico. "¡Ey, si es Seth! ¿No ves Padre de Familia?" podríais decirme. En Padre de Familia funciona, aquí no (sobre todo por innecesario y alargado en ocasiones).
6- Un reparto desaprovechado. Solo luce Charlize Theron, mientras que el resto de actores/actrices no dejan de tener alguna frase suelta en las escenas que aparecen (y actuando infinitamente mejor que Seth, lo cual no les debió resultar muy complicado). Bueno, Liam Neeson también hace su típico papel de malo malísimo de manera aceptable, aunque personalmente me hubiera gustado más presencia suya.

También tiene sus detalles buenos. Por ejemplo, ver a Neil Patrick Harris decir un "Challenge Accepted" tiene su punto. La música también me ha parecido destacable, especialmente "El baile del bigote", prácticamente el mejor momento de la película. Y el primer diálogo entre Sarah Silverman y Giovanni Ribisi.

Solamente recomendable para los fans acérrimos de Seth MacFarlane. También para los que padezcan de insomnio.
Pixtrurl
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1 de julio de 2014
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo y que no me considero un fan de Seth MacFarlane y Ted me pareció una buena idea mal aprovechada debo confesar que he disfrutado como un chino con esta peli: humor desenfadado, sin pretensiones, un pelin escatológico, eso sí (las bromitas con tirarse pedos parece que le hacen mucha gracia a Seth), una gran cantidad de gags, algunos de ellos muy buenos o sencillamente originales, que ya es un qué y una amable historia romántica con la guapa Charlize. Destila un humor muy al estilo de la tercera parte del Regreso al Futuro y ese guión mofándose del cine del oeste con chistes anacrónicos dan como resultado una película que para los amantes de la buena comedia romántica es un soplo de aire fresco. Es verdad que veríamos mejor a Sandra Bullock para el papel de la Theron, que como actriz de comedia deja mucho que desear y no tiene el nulo sentido del ridículo marca de la casa de Bullock, y Hugh Grant con su graciejo y haciendo uso de sus muecas características aprovecharía mejor las bromas sarcásticas de la peli que un MacFarlane poco expresivo, pero bueno, lo que es verdad es que una peli que cumple al 100% con su objetivo y es que salgas del cine con una sonrisa de oreja a oreja después de haber pasado un buen rato.
Robert Thornhill
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4 de julio de 2014
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Faltan pocos minutos para llegar a las doce del mediodía. La hora marcada. La hora del duelo. La hora de la muerte. Todo el pueblo se ha congregado, creando una especie de corro más o menos improvisado que rodea el trecho de la calle principal donde va a darse el gran acontecimiento del día. El bueno de Albert se las verá contra... contra... algún cowboy. Como viene siendo habitual, sólo puede quedar uno. Sin investigación, sin juicio, sin posibles apelaciones. Porque la justicia jamás se ha suministrado con tanta rapidez como en el Salvaje Oeste. En Arizona, en 1882, (aquí y ahora, vaya), todo corre a la misma velocidad. No hay tiempo que perder, porque ya se sabe, la muerte acecha en cada esquina y a ésta sí que no le gusta esperar. Y ya son las doce del mediodía. No hay posible marcha atrás, en unos pocos segundos la arena ardiente va a bañarse de sangre... porque estas tierras sólo pueden regarse así. Porque la Frontera es territorio de valientes; los cobardes, simplemente perecen...

... A todo esto, pasan ya de las doce, y ni rastro del bueno de Albert. Empiezan a extenderse los murmullos inquietos entre la multitud. Algo pasa. Porque como se ha dicho, puede que el correo se retrase; puede que las lluvias se demoren unos cuantos días... pero en Arizona, en 1882, nadie, absolutamente nadie, falta a la puntualísima cita de un duelo a muerte. A no ser que, a no ser que... el bueno de Albert sea un gallina. Pero, ¿puede ser? ¿Puede ser que el más miedoso e inútil de los seres humanos haya logrado sobrevivir, al menos hasta ahora, en este lugar y en este momento? Puede, sí, porque algunas personas, simplemente, nacen en la época y lugar equivocados. Y a partir de ahí... hasta que la guadaña o la soga ponga fin a tanto sufrimiento. En estas se encuentra el pobre Albert, quien ya no puede más. Está a punto de morir por una disputa que ni siquiera se acuerda de cómo diablos empezó. Han amenazado, además, con hacer arder hasta los cimientos su dulce hogar (con sus padres dentro) y por si fuera poco, su media naranja, el amor de su vida, está a punto echarle la patada definitiva, porque tanta cobardía no hace más que causar en ella una insoportable cantidad de vergüenza ajena (y propia) imposible de tragar.

El panorama es pésimo... y todo porque, no lo olvidemos, el bueno de Albert nació en la época y lugar equivocados. Afortunadamente, la suerte de Seth MacFarlane, hasta que se demuestre lo contrario (ojo a la tauilla...), tiene muchos más motivos para sonreír, pues a diferencia de su calamitoso alter ego, el hombre parece haber nacido en la época y lugar acertados. Ya bien entrados en el siglo XXI, y con esa palabrota de la posmodernidad tan asentada (es decir, con el concepto del ''arte-hecho-de-arte'' por fin tan aceptado y, sobre todo, comprendido), se impone la voz potente y multi-registro de un vaquero que carga con toneladas de cultura popular a sus espaldas. Ver o escuchar cualquier capítulo, sketch o comentario impertinente que haya ayudado a construir su imperio es comprender, a poco que se esté mínimamente atento, que Seth MacFarlane, o al menos su manera que tiene de suministrar eso a lo que llamamos ''humor'', no habría existido si antes no lo hubieran hecho George Lucas, Rod Serling, Steven Spielberg o Mel Brooks (la lista de eminencias, por supuesto, es inabarcable).

Tanto en la pequeña como en la gran pantalla, el controvertido humorista se muestra siempre como una metralleta de referencias a través de las cuales va tejiendo, de forma endiabladamente caótica (ahí está su principal defecto... pero a la vez uno de sus mayores encantos), un entramado de chistes más o menos ocurrentes / hirientes / malsonantes / soeces / ingeniosos / absurdos que se convierten, ellos mismos, en la principal razón del espectáculo. Las risas no deben (ni lo pretenden) tapar la ligereza del producto. Más allá de la sesión intensiva de carcajadas marca de la casa, cuesta horrores encontrar una historia, o por lo menos una excusa, que dé coherencia a tal avalancha. No importa, menos cuando la serie o película viene luciendo tan orgullosamente la etiqueta de ''comedia''. Aquí se ha venido a reír... y reír es precisamente lo que más le gusta tanto a Seth como a Albert. De hecho, pocos segundos antes de que se produzca el no-duelo de apertura de 'Mil maneras de morder el polvo', el protagonista de la función intenta salvar el pellejo tratando de convencer a su oponente que el tiroteo en el que están a punto de enfrascarse no es más que una absurda pérdida de tiempo; que lo que en realidad deberían estar haciendo tendría que implicar dejar de lado sus diferencias y aprovechar el tiempo ''echándose unas risas''. Porque de nuevo, ¿a quién demonios no le gusta reír?

La pregunta, retórica donde las haya, se convierte en un mantra innegociable. Así, la coherencia, el rigor y el respeto, así como otros muchos lastres, estallan en mil pedazos. Como si alguien hubiera atado alrededor suyo una carga gigantesca de dinamita. Siendo éstas las cartas dispuestas sobre la mesa, ¿qué mejor género que el western para echarle el guante? Al fin y al cabo hablamos, no lo olvidemos, de esa gran (y maravillosa) mentira que, a falta de raíces históricas más profundas, ha funcionado a las mil maravillas como mito fundacional de la nación más poderosa del mundo. Tarantino y Verbinsky lo saben (por citar sólo dos de los dos ejemplos más actuales concerniendo dicho lugar y época) y MacFarlane, desde luego, también. Tesis nº1: La Arizona de 1882, aquella que han ensalzado tantas aclamadísimas películas, seguramente sea exactamente igual a la del 2014. Siglo XXI, recuerden. Permiso para reírse, a carcajada limpia, de todo lo que pudo llegar a ser idolatrado. Lo venerable lleva a lo vulnerable. Como los duelos al sol: no hay reglas (y si las hay, están para ser ignoradas), sólo hay un propósito... Reírse, claro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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