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El soborno

Cine negro El Sindicato del Crimen controla la ciudad. Nadie sabe quién es su jefe, a quien llaman "el Anciano". La corrupción se ha adueñado de las instituciones e incluso de las fuerzas del orden. Thomas McQuigg, un honrado capitán de policía, ha sido trasladado por sus superiores a una comisaría de barrio para mantenerlo al margen. Pero él no se rinde: con la ayuda de Johnson, un policía tan íntegro y valiente como él, emprende una implacable ... [+]
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
9 de mayo de 2008
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El soborno tuvo su precedente en un polémico film de Lewis Milestone de 1928 nominado para los Oscars del 29 y a su vez prohibido en Chicago.

Este remake de Cromwell con la estimable colaboración de Nicholas Ray (quien no figura acreditado) es una mas que interesante película de gangsters que se recrea en la corrupción de los poderes establecidos (policías, fiscales, etc.) mas que en la violencia propia del género y donde incluso se plantea el soborno y el chantaje como alternativa "civilizada" a la ley de la bala aunque siempre hay algunos a los que no gustan los cambios y siguen pistola en ristre silenciando al personal. Tal es el caso de Nick Scanlon (excepcional Robert Ryan) quien sigue suministrando trabajo a los forenses del distrito séptimo, el del Capitán McQuigg (excepcional, Robert Mitchum) a pesar de las consignas de la nueva sociedad del crimen dirigida desde las sombras por El Anciano.

Cuenta con la interesante presencia de Lizabeth Scott aunque un tanto alejada de su interpretación en El extraño amor de Martha Ivers y con otros buenos secundarios como William Talman como el policía Johnson, uno de los pocos honestos junto a su jefe o Robert Conrad como el corrupto inspector Turck.

Tal vez la ñoñería de algunos personajes (el periodista) y la flojera del guión en ciertos pasajes (el afeitado) resten algo de fuerza a una película digna, interesante y donde destacan dos auténticos Robert - monstruos de este mundo cinematográfico: Ryan y Mitchum.
FATHER CAPRIO
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12 de febrero de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
EN 1928 Howard Hughes produjo “La Horda” (The Racket, 1928, Lewis Milestone), hablaba sobre la corrupción administrativa en distintos ámbitos de las grandes ciudades. Es considerada por muchos autores como una de las películas germinales del “Film noir”, basada en una obra teatral de Broadway. Hugues encontró en esa historia de corrupción y gánsteres, unos periodistas y policías honestos que luchan contra el crimen contra viento y marea, tal era su interés que no dudó en volver a llevarla al cine.

En 1950 Hugues encarga la obra a John Cromwell para que dirija el “remake”, “El soborno”, 1951, Hugues busca actualizar la historia trasladándola a la sociedad americana de la posguerra justo en el momento en el que Estes Kefauver (Senador por Tennessee), había comenzado su ardua lucha contra el crimen organizado. No es casual que la secuencia de apertura de la película, precisamente, sea una reunión entre fiscales y el gobernador para informar a este, y de paso a los espectadores, de cómo en la ciudad se ha extendido el control criminal de la misma hasta llegar a las altas esferas judiciales y políticas.

El guión está escrito por William W. Heines y W. R. Burnett para Cromwell por entonces enfermo y bastante mayor, el film será finalizado por Nicholas Ray (no acreditado), recupera el tema principal de su antecesora, la corrupción, pero en un contexto bien diferente. Y es ahí en donde encontramos lo más interesante de la propuesta. La puesta en escena no depara grandes secretos, los personajes excelentemente interpretados por Robert Ryan y Robert Michum en los papeles de un gánster sin escrúpulos y de un policía afanado en la lucha criminal respectivamente, responden a una tipología tan bien perfilada que acaba deviniéndolos en arquetipos.

La historia, en su desarrollo depara un par de giros interesantes; la visualización, aséptica, sin demasiados juegos lumínicos para tratarse de un “noir”, tan solo presenta algunas soluciones visuales relevantes, como la presentación del Capitán McQuigg (Mitchum), la explosión de la casa de este y una persecución automovilística, en contraste con otras, sobre todo aquellas que se resuelven en los interiores domésticos entre los protagonistas y sus parejas femeninas, de una cierta indolencia artística. “El soborno” tiene, de manera directa o indirecta, el objetivo de lanzar un cierto mensaje de aliento a la población en cuanto a la lucha contra el crimen y la corrupción. Resumiendo, interesante film de denuncia que a pesar de tener más de 50 años, su mensaje sigue vigente, pues describe las flaquezas y debilidades de la condición humana.
Antonio Morales
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26 de febrero de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los tiempos cambian y en el mundo de los negocios turbios también. Los gángsters que atemorizaban a la ciudadanía metralleta en mano, van dejando paso a los ambiciosos empresarios que desde sus respectivos despachos, con métodos distintos, aspiran a los mismos objetivos de poder y grandeza. Mientras los primeros se libraban de los sujetos molestos a base de plomo; los segundos se escabullen de ellos firmando papeles, y dicho sujeto molesto será apartado a un oscuro rincón donde no podrá continuar husmeando. Mucho más limpio, evitando mala publicidad, y con resultados similares. La violencia está siendo sustituida por sobornos a políticos y jueces. Pero hay gente que no parece dispuesta a adaptarse a los nuevos tiempos, y continúa practicando los viejos métodos. Más toscos y sucios, pero bajo su punto de vista, más prácticos.

Ese hombre anclado en el pasado es Nick Scanlon (interpretado por Robert Ryan), un delincuente poderoso, astuto, violento y testarudo, siempre consigue salirse con la suya, y nunca acepta un no de nadie. Su único punto débil es su díscolo hermano pequeño, que pese a su prohibición, sigue obcecado con casarse con una cantante de poca monta (Lisbeth Scott). Por otra parte, está el nuevo y misterioso amo de la ciudad, al que todos conocen como “El Anciano”. Principal defensor de dejar las balas atrás y conseguir sus objetivos untando a quien sea necesario.

Dispuesto a enfrentarse a ellos se encuentra un hombre: McQuigg (al que da vida Robert Mitchum), cuya carrera policial ha sido frenada debido a su fama de hombre honrado e insobornable. Detrás de ello intuye que se encuentra la alargada sombra de Scanlon. McQuigg, junto a otros policías honrados, como el joven agente Johnson (William Talman) harán todo lo posible por acabar con la delincuencia en su distrito, aunque sea poniendo sus propias vidas (y las de sus familiares) en peligro.

La trama que une a McQuigg con Scanlon, es una de las mejores bazas de la obra, con la que han sabido jugar bien. Además, este punto está reforzado por las interpretaciones de ambos: los dos Roberts, Mitchum y Ryan. Ambos ya se vieron las caras en Encrucijada de odios, y como ahí demuestran tener una gran química cada vez que los dos cruzan en pantalla. En cuanto a secundarios destacaría a William Conrad como el silencioso detective corrupto Turk. También merece mención, aunque en sentido negativo, el personaje noño y simple del periodista.

Una buena muestra de Cine Negro de principio de la década de los 50, que sigue siendo de rabiosa actualidad. Ya que, a diferencia de gran parte de las películas del genero, no se centra en la violencia de las armas (que también), sino el peligro que conlleva una sociedad corrupta. La trama, pese a algún que otro bache, consigue mantener la emoción hasta el final. El carisma de los dos protagonistas, abrigados por el buen hacer de la mayoría de los secundarios, hace que prestemos atención en todo monto a lo que acontece en esta historia de corrupción y emboscadas.

http://nosoyuncritico.com/ciclos/2015/02/ciclo-robert-mitchum/
http://nosoyuncritico.com/criticas/ano/sunday-classics-2/2015/02/el-soborno/
Time Bandit
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11 de diciembre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante film noir que traslada un problema que ya en aquella época afectaba a la sociedad, el crimen organizado y la corrupción generalizada de los cargos públicos, que combaten contra el delito.Un duelo interpretativo de altura, con un Robert Mitchum de capitan de policía incorruptible y honrado que se ve trasladado a una comisaria de las afueras para que no moleste y un Robert Ryan, impulsivo, violento y malvado, representa la forma de hacer las cosas de los antiguos gánsteres, disparar primero y preguntar después, al contrario que el misterioso y sibilino jefe de la organización criminal que prefiere los sobornos y el trafico de influencias que la violencia (lo que provoca no pocos conflictos con el personaje de Robert Ryan)el talon de Aquiles de Robert Ryan es un hermano venal y cobarde que se mete en lios, lo que aprovecha Robert Mitchum para acabar con el, los secundarios correctos y la chica Lizabeth Scot algo estereotipada, un entretenido film de denuncia sin mas.
zuriman
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16 de julio de 2017
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Mitchum tiene las espaldas muy anchas y advierte: En mi distrito ni aparezcas. Enfrente Robert Ryan no le tiene miedo, le sobran redaños pero le falta un poco de prudencia, es un gangster de los de a tiro limpio, pero el pobre se queja: Tengo una pandilla de inútiles que no saben ni cruzar la calle.

Cierto. El poder oculto quiere suavizar las formas, funcionar de otra manera, igual ya estaban pensando que en vez de sobornos a los demás, el político se sobornará a sí mismo aumentando sus cuentas corrientes. Luego de gobernador, juez o fiscal ya devolverá favores.

La trama está bien explicada, el aspecto policial se mezcla bien con el aspecto familiar y éste no es gratuito porque una de las escenas en la que Robert Mitchum hace entrar a su despacho a la mujer del policía Johnson, es verdaderamente emotiva. El contraste entre la legalidad y la corrupción es tan diáfano que enseguida te posicionas en el lado auténtico, y sin trampas porque en la comisaria aunque tienen sus recursos poco ortodoxos, todos son una piña y el espectador lo aprueba. Acierto del director y de los actores, por supuesto.

Lizabeth Scott queda en un segundo plano, una mujer del cine negro por la que uno siente verdadera predilección, pero no tiene más participación, aunque veces, un poco de espacio es mucho.
floïd blue
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