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Historias de la radio

Comedia Tres pequeñas historias basadas en concursos radiofónicos, todas ellas enlazadas a través del locutor Gabriel y su prometida. Dos inventores que quieren patentar un pistón y necesitan dinero, un ladrón que contesta a una llamada telefónica mientras está robando y un niño que necesita ir a Suecia para operarse son los protagonistas de estas historias en torno a la radio. (FILMAFFINITY)
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
25 de febrero de 2007
43 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinco historias en una sola y todo gira en torno a la Radio, esa entrañable amiga de antes, pues no tiene nada que ver con la de hoy día, no es ni mejor ni peor sólo diferente en todos los aspectos.
Historias tan dispares como divertidas, con un elenco extraordinarios de actores clásicos, todos perfectos, un Paco Rabal en su salsa (chulo y engreído), un Juanjo Menéndez trepa, muy bien en el concurso de la última historia, José Isbert cual científico tímido intentando patentar su pistón. Las risas convertidas en llanto en unos pocos segundos tras el gran monólogo de Isbert, mientras su compañero seca su sangre tras una dura pelea callejera.
Un buen ladrón que roba para pagar al que le roba, una llamada que ofrece un gran premio, un cura conciliador entra ladrón y robado.
La última historia, la del concurso para salvar al hijo de la Eulalia que padece una enfermedad que sólo un médico puede curar, esa fabulosa colecta de todo el pueblo dando lo que buenamente puede (“yo pongo lo de este y cincuenta duros más” la respuesta del alcalde tras semejante ofrenda “qué bien vendiste la vaca ladrón”), final antológico de esta historia donde el presentador le pone cada vez las preguntas más difíciles para que no acierte (“DOBLO”).
Reconciliación en la historia interna de la Radio, un romance que no puede faltar en ninguna película que se precie.
Finalizando con el beso de los dos oyentes en la emisión de los ejercicios, picándose para ver quien adelgazaba más.
Todo en esta película es extraordinario, comedia sublime con ciertos toques de drama y sobre todo concienciadota.
max
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28 de diciembre de 2006
44 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Don José Luis Sáenz de Heredia no solo fue conocido por su parentesco con la familia Franco, también lo fue por su simplicidad al componer sus obras. Que no por ser populistas fueron menos profundas. Este hombre puso en todos sus trabajos los valores que una sociedad oprimida por un régimen que supo salir de sus penas. Historias de la radio, reproduce fielmente el sentir de un pueblo que confiaba en su vecino como si de un familiar se tratara. La radio de galena al principio y de válvulas más tarde, pionera en los hogares españoles, fue la compañera durante muchos años de los hogares españoles que solo ansiaban progresar y estar en paz con sus vecinos.
Sáenz, en Historias de la radio lleva al espectador al núcleo básico de los valores humanos.
Para verla, grabarla y visionarla por lo menos una vez al año.
Tervic
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28 de marzo de 2009
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente nos hallamos ante la que sea la única película notable de José Luis Sáenz de Heredia, un controvertido cineasta cuyo grueso de su obra se desarrolló bajo el ala, y a mayor gloria y pro, del nacionalcatolicismo imperante durante cuatro décadas en España.
Una vez dicho esto, centrémonos en la peli: con ciertas reminiscencias "caprianas" es una notable comedia costumbrista, articulada en torno a la radio, maravilloso invento "sine qua non" se puede entender las relaciones sociales y la comunicación en los grises años cincuenta. A través de cinco historias, tres centrales (la de los inventores, la del ladrón y el casero, y la del maestro concursante) y dos "transversales" (los dos inquilinos de esa pensión que todas las mañanas ejercitan sus orondos y anquilosados cuerpos siguiendo las instrucciones de la radio, y la del locutor chulillo y pagado de sí mismo que está enamorado de una compañera de la emisora) asistimos a una interesante recreación de lo que significaba en la época un aparato de radio, y cómo ello influía en la vida cotidiana de un país que sufría una posguerra devastadora unida a un atraso endémico (para muestra, ese Horcajo de los Montes, pueblito perdido de la mano de Dios).
Evidentemente no hay lugar para la menor crítica, sustituida por una suerte de realismo mágico y "milagrero", en el que se pinta de la mejor manera a las "fuerzas vivas" de la nación, tanto a los curas (de una humanidad arrolladora), como a la Guardia Civil, al alcalde, etc, aunque la amabilidad extrema de ese retrato social deja pasar pequeñas perlas como la insólita pobreza del maestro de escuela o eso de que "el Estao está pa hacer carreteras, pantanos y llevarse los dineros".
Obviando la antipatía que se pueda tener hacia un tipo capaz de hacer Raza o Franco: ese Hombre, la interesante estructura narrativa y el optimismo un tanto "naïf" que se respira de la peli la hacen muy recomendable, sobre todo para las nuevas generaciones que sienten reparos al acercarse al cine del "lado oscuro".
Ah, y junto a curiosidades como ver a estrellas de la época (el torero Gallo, el futbolista Molowny, la cantaora Gracia Montes o el locutor Bobby Deglané) podemos disfrutar de grandísimos actores como Paco Rabal, Pepe Isbert, Tony Leblanc o Ángel de Andrés, aparte del placer de contemplar una perfecta muestra de cómo se hacía radio en la época (y estoy seguro que Woody Allen tuvo en cuenta para sus Días de Radio el segundo segmento de la peli).
babayu
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26 de octubre de 2009
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historias de la radio es un homenaje al medio radiofónico como parte fundamental del día a día en nuestro país a mediados del siglo pasado. Se trata de una tierna comedia costumbrista que, gracias a varios personajes movidos por su optimismo ingenuo, refleja cómo la vida urbana y rural de la época tienen en común la cercanía a través de las ondas a una misma emisora de radio.

La radio era dueña de la información que llegaba a unos hogares aún sin televisión, pero, más que eso, se trata de una radio de entretenimiento que cumple una importante función social piadosa y evasiva.

El primer programa que se escucha en la película es el de la tabla de gimnasia, y el eje de la primera historia es un programa de variedades con actuaciones musicales en directo y concursos, como premiar al primero que se presente allí disfrazado de esquimal. Ninguna de estas fórmulas de programación persiste en la actualidad. También han resultado caducas las por entonces tan populares radionovelas, como "Matilde, Perico y Periquín" o "Simplemente María".

En aquel plató de la SER, el presentador y los colaboradores se dirigían a un mismo micrófono que colgaba del techo, en vez de que cada cual tenga su micro individual y esten sentados alrededor de una mesa. También hay que destacar que el presentador no tenía el guión delante. Se muestra la admiración que las mujeres sentían por los locutores de radio, estrellas mediáticas hoy eclipsadas por la televisión y los actores de cine. El estilo de los locutores españoles de la época puede resultar excesivamente artificial, grandilocuente, petulante, enfático y muy alejado del lenguaje llano del grueso de la población, pero con encanto, riqueza léxica y profesionalidad.

La película plasma el uso del teléfono como medio de contacto entre el programa y sus oyentes, algo que ocurre todavía con el añadido de los sms que son leídos en muchos programas. A pesar de los avances producidos en el ámbito de las telecomunicaciones, podría decirse que en la radio de los años 50 el papel de los oyentes era más interactivo que en la actualidad, debido a las llamadas a un número al azar, a las cartas para dedicar canciones, a la presencia de público en el estudio de la emisora, a los saludos a los familiares... e incluso a presuponer que el público sigue en casa las órdenes del programa de gimnasia, hasta el punto... (* spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
versoddk
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18 de febrero de 2012
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me da igual quien haya realizado esta película. La he visto ya demasiadas veces como para que me influya lo que filmó o dejó de filmar su director. Solo sé que me hielo de frío viendo las calles y las gentes de Horcajo de la Sierra, que sudo de verdad viendo a Pepe Isbert vestido de esquimal en pleno verano, que me río con el ladrón concursante, que me emociono con Alberto Romea diciendo: "Yo, Pichirri......", que me sorprendo con los gimnastas besándose en la frente.

Y....¿saben lo que les digo?, Pues que ¡aliron, pon, pon pon pon....!

Véanla.
Infierno de Cobardes
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