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Fausto

Drama. Fantástico Ambientada en el siglo XIX. Se basa en la leyenda alemana de Fausto, un sabio que hace un pacto con el diablo, y en las adaptaciones literarias del mito por parte de Goethe y Thomas Mann. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
23 de noviembre de 2011
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque estoy lejos de conocer al dedillo la obra de Alexandr Sokurov, podría decir que hay tres claras divisiones en su cine. Por una parte, los documentales, generalmente de corte político o histórico, que hermanan con sus llamadas "elegías", ejercicios dentro del lenguaje del documental pero que van más allá para transmitir sensaciones y estados vitales. Podría usarse el término "poesía visual" para referirse a ellos a pesar de que no deje de ser un cliché. En tercer lugar pero no menos importante está su producción de ficción. Obras narrativas (en mayor o menor medida) que tratan sobre temas comunes y que se dividen en varias 'sagas': la familia, el poder, etc. "Fausto" es la última entrega de la tetralogía centrada en figuras históricas, que completa lo iniciado con "Moloch" (1999), "Taurus" (2001) y "Solntse" (2005), que desarrollaban la personalidad de Hitler, Lenin y el emperador Hirohito, respectivamente. Aquí, como se puede intuir por su nombre, encontramos una adaptación de "Faust", la obra de Goethe.

Al contrario de lo que ocurre con otras traslaciones del material original al séptimo arte (como podrían ser la soberbia versión de F.W. Murnau en 1926 o la bizarra de Jan Svankmajer en 1994), lo que encontramos aquí no es tanto una adaptación per se como un ejercicio libre de imposiciones que reescribe el mito original para adentrarse en algunos otros caminos. La historia inicia con el doctor Fausto y por supuesto el pacto con Satán tiene lugar pero lo que no ocurre es lo que podríamos preveer en un principio. Con una narración lenta, pero bastante rítmica para lo acostumbrado en el cine del realizador, lo importante no es tanto lo narrativo como lo visual, a pesar de que existe un equilibrio entre ambos elementos sobre todo a partir del segundo acto (tras una escena en un cementerio), donde la película empieza a subir y no baja hasta su final. Con una dirección sólida y una fotografía superlativa, se crea una estética entre la realidad y la fantasía y se crea un vínculo con el espectador que rara vez se rompe llegado al punto citado, a pesar de que su primer acto se dilata más de lo necesario y deja algún momento un poco anodino.

Afortunadamente esto sucede en dosis muy cortas y lo verdaderamente importante funciona. Visualmente es portentosa a todos los niveles (no se veía una forma de encuadrar tan pictórica desde que Kubrick firmase "Barry Lyndon"), pero no queda lejos la labor de unos actores entre los que destaca, además del protagonista, la bellísima Hanna Schygulla. Premiada con el León de Oro en Venecia (galardón discutible, pues compitió con -entre otras- "Shame" de Steve McQueen, que es superior -aunque diferente-), "Fausto" merece ser vista y disfrutada, aunque no es una obra pasiva; exige la implicación del espectador. Una película potente que desde luego se coloca entre lo mejor proyectado en la 49 edición del Festival de Cine de Gijón.
Caith_Sith
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3 de diciembre de 2011
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada, estamos ante una película inabarcable para un solo visionado, al mismo tiempo que es una realización que disfrutas más a posteriori meditando en todas las posibles lecturas que tiene todo su desarrollo. Es imposible tildarla de aburrida, ya que la práctica totalidad de sus escenas y diálogos buscan una intencionalidad, en algunos casos tal sutil que es difícil de ver y seguir. Sorprendentemente, tampoco estamos ante una adaptación fiel de la obra literaria de Johann Wolfgang von Goethe, tal como reza en los créditos iniciales, sino que va más allá. En realidad, Sokurov busca su propia aportación sobre la leyenda, sumándose así a otros a acercamientos ajenos a la visión de Goethe, entre los que podríamos destacar el célebre "Doktor Faustus" de Thomas Mann, versión ésta con la que no deja de tener ciertos puntos en común, principalmente desde el punto de vista de la profundización psicológica de los personajes.

En el plano técnico, es innegable que la película es un prodigio, aunque también es cierto que algunas actuaciones caen en la exageración del histrionismo. Con todo, los personajes principales están soberbios, contando con momentos que logran hipnotizarnos, principalmente en alguno de los encuentros entre los dos protagonistas Fausto y Margarita. Y es que ese hipnotismo sólo es posible gracias al virtuosismo de la cámara de Sokurov que, aunque pueda parecer tópico, nos recuerda inevitablemente al maestro Tarkovski, principalmente por su forma de ver a través de la cámara que se manifiesta en las escenas de interior y de la naturaleza. Por su parte, las secuencias callejeras sobresalen también por su acercamiento a la estética expresionista, óptimamente reforzada en aquellos planos magistrales en los que la cámara deforma la escena, mostrando al diablo en su grotesca realidad. A pesar de lo dicho, la película tampoco busca parecerse u homenajear la versión de Murnau, sino más bien que consigue una gran ambientación del mundo germánico decimonónico como escenario de la película.

Igualmente, Sokurov también se nos muestra como un gran conocedor de la pintura, y así lo traslada a la pantalla. En este sentido, es destacable la escena de las lavanderas que parece sacada de un cuadro de Ingres, al mismo tiempo que la pureza de Margarita se semeja a alguna de las odaliscas del pintor. Podrían hacerse más símiles pictóricos, pero es necesario referirse también al carácter filosófico de la película, lo que nos llevaría nuevamente al mundo Tarkovski. Y es que la película trata sobre las pasiones, los sentimientos, el deseo, el sufrimiento, el bien, el mal, e incluso la necesidad humana de llegar a ser como Dios. En este sentido, la película hace serias reflexiones, mostrándonos como un hombre racional de ciencia (Fausto) puede llegar a sucumbir ante los instintos que le ofrece el torpe y manipulador usurero (Mefistófeles) Sin duda, una película compleja y poética que deberá verse más de una vez para disfrutarla en todo su esplendor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
SEÑOR SPINALZO
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8 de marzo de 2012
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Alexander Sokurov tan sólo le basta un primer plano secuencia para definir su película y pureza, para delimitar el abismo que separa el cielo del infierno terrenal. Esa caída, lenta y agónica, conducida por los vientos de la inmortalidad, simboliza aquello que vamos a ver durante las más de dos horas de metraje. El tránsito y castigo desde la divinidad del reino celestial hasta nuestro mundo de ignorancia, del conocimiento de la podredumbre, de la mortalidad, del caos, el absurdo y la lascivia. De, en definitiva, la carnalidad y el reducto material. Tal vez el director de “El arca rusa” dirija esa primera mirada del mundo terrenal y carnal al miembro sexual masculino de un ser humano, muerto y prácticamente diseccionado. Abierto desde sus entrañas para descubrir el vacio de un cuerpo sin alma.

“Fausto” forma parte y cierra la tetralogía sobre el poder del cineasta que habían formado anteriormente “Moloch” (Hitler), “Taurus” (Lenin) y “El Sol” (Hirohito). Pero el texto Goethe aquí le permite a Sokurov inspeccionar, entre líneas, los mecanismos que ponen en funcionamiento el poder desmesurado del hombre que lo acaba convirtiendo en un tirano. Tal y como nos indica el director y Goethe, la infelicidad crea auténticos monstruos y seres peligrosos. En el caso de Fausto la insatisfacción viene provocada más que por la falta del absoluto conocimiento por las necesidades básicas y elementales y comunes del ser humano: dinero, comida y sexo. La podredumbre del reino de los humanos y la carne sobre la carne. Los cuerpos chocan y bloquean el paso, el sentido de la fealdad del hedor del mundo y la putrefacta penalidad dejan al individuo al abismo del conocimiento. La única vía de salvación es ese instante de felicidad en la belleza de Margarita, ese pañuelo blanco que representa el único reducto de virginidad y lacónica perfección de lo que alguna vez fue paraíso terrenal. Siempre se ha tenido la imagen del diablo como aquel terrible y poderoso ser capaz de sumir la voluntad, fe y moral del ser humano, pero en “Fausto” es un saco de carne aglutinada y deformada cuyo hedor y flatulencias parecen ser la única asociación con los mismísimos infiernos. Un diablo débil que es un simple monstruo que intenta embaucar a los humanos con falsos milagros o placeres dignos de Baco.

[Continúa en el spoiler por falta de espacio]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maldito Bastardo
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24 de noviembre de 2011
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta Fausto. Me gusta su mensaje diabólico y su visceral romanticismo. Me gusta la ironía de Mefistófeles, la pulcritud y pureza de Margarita y su trágico desenlace.
Estoy hablando de la maravillosa ópera de Gounod, por supuesto. Música celestial para una fiel adaptación de la obra teatral de Goethe.

No me gusta el Fausto de Sokurov, su adaptación libre es un ladrillo cara vista en toda su extensión. Un interminable ejercicio de verborrea insulsa, de narrativa densa, plomiza y en gran parte insufrible. Su obsesión por plasmar ante todo la parte correspondiente a la tentación del diablo hacia la figura de Fausto y el camino que recorren ambos hasta llegar al momento cumbre de la historia llega a resultar cargante y anodino.
Es necesario, por no decir imprescindible, que el que se disponga a visionar esta película lo haga previamente sabiéndose la historia, o de lo contrario los 135 minutos de metraje se convertirán en un viaje alucinógeno e ininteligible.

Sokurov se carga la historia original, cambia los actos de posición y mezcla situaciones a su gusto. Ironiza en exceso con la figura del diablo, caricaturizándolo hasta la saciedad y mostrando una figura carnavalesca e irrisoria. Por llamar no se llama ni siquiera Mefistófeles. Por si fuera poco, fusila sin impunidad su desenlace y deja a un lado la tragedia original para mostrarnos únicamente la visión exclusiva del protagonista.
Tampoco ayuda a la narración la soporífera voz en off que nos muestra las filosofadas del protagonista y que más que hacer fluir la historia, la enredan todavía más.

Es una lástima que Sokurov se haya equivocado en el planteamiento de la historia y que se haya ido por las ramas de ese modo, porque técnicamente la película es un monumento artístico. Su fotografía es descomunal, con una variedad de contrastes y un manejo de la iluminación tanto en interiores como en exteriores absolutamente memorable. Visualmente es una película impoluta y fascinante, de las que dejan al espectador boquiabierto y absorto ante la pantalla. Ayuda también una magnífica dirección, con infinidad de matices técnicos y mucha variedad artesanal. La escenografía es una obra de arte en si misma. El paisaje nauseabundo y deshumanizado se palpa en cada esquina de ese escenario creado a conciencia. Una de las más crueles y desoladoras recreaciones de un pueblo medieval que jamás se hayan visto en una pantalla. Ese entorno sencillamente acojona.

“Faust” es, en definitiva, una película de culto. Una cinta que incluso aburriendo se puede disfrutar y no es de extrañar que aquellos que sean capaces de entrar en el juego de divagaciones de Sokurov la consideren una obra maestra. Algo de eso debió ocurrir en Venecia.
pipona
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28 de mayo de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Sokurov se lo tiende a relacionar con Tarkovski pero, al menos en esta película, y si se quiere buscar un modelo nada más que para orientar por dónde va la cosa, me parece que sería mucho más adecuada la comparación con el Satyricon de Fellini: se trata también aquí de una adaptación de un clásico de la literatura, en este caso uno de los mitos claves de la modernidad, del que Sokurov escarba en sus fuentes medievales. Se trata de una adaptación basada en una imaginería muy personal, una especie de retablo bañado en una luz espesa, en el que coexisten vislumbres de lo sublime y la descripción exacerbada de lo grotesco. Eso sí, y a diferencia del latino Fellini, esta película es nórdica en su esencia y en su envoltura.

Sokurov presenta su Fausto como el apéndice de una trilogía centrada en la voluntad de poder, encarnada en las figuras históricas de Hitler, Lenin e Hirohito. Aunque no he visto estas películas, me parece que la visión de esta voluntad de poder que ofrece Fausto surge desde dentro, y con una cierta ambivalencia, de modo que el anhelo de infinito del protagonista tendría su reflejo en la propia megalomanía de Sokurov, último avatar del genio al que todo le está permitido –que, como una suerte de Richard Wagner del siglo XXI, nos entrega su obra de arte total sin ninguna auto-censura ni concesión al público. Lo toma o lo deja, se podría decir, pero no es esa la cuestión, porque la película merece verse. Dicho esto, también es cierto que en último término este Fausto resulta de corto alcance y aporta poco al mito: Sokurov no va más allá de su ilustración (como un Doré puesto al día), o de su apropiación arbitraria (como un moderno director de escena de ópera), y en esto radica la limitación de su película, que agrada y fatiga a partes iguales.

Copio para terminar unas palabras de Eugenio Montale de 1975 que siguen siendo de actualidad; las he leído por casualidad mientras escribía esto, y me parece que caracterizan bien el aspecto más negativo de esta película, la tentación en la que se deja caer: “De aquí surge el arte de de nuestro tiempo que es el espectáculo: una exhibición no necesariamente teatral a la que contribuyen los rudimentos de cada arte y que opera una suerte de masaje psíquico sobre el espectador u oyente o lector o lo que sea. El deus ex machina de este nuevo amontonamiento es el director. Su fin no es sólo el de coordinar los componentes escénicos, sino el de suministrar intenciones a obras que no las tienen o que han tenido otras.”
el pastor de la polvorosa
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