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Código 46 (Code 46)

Ciencia ficción. Romance Una visión futurista de Shangai que presenta una sociedad en la que los recuerdos pueden ser borrados y los peligros pueden predecirse. William (Tim Robbins), enviado a Shangai para investigar un fraude en la compañía de seguros Sphinx, tiene un virus que le permite leer la mente de los demás. Maria (Samantha Morton), que trabaja en Sphinx creando "papelles", documentos indispensables para que la gente pueda hacer cualquier cosa, es la ... [+]
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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
10 de noviembre de 2009
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Winterbottom traza un seductor diseño del mundo futuro, con reconocibles huellas de Huxley y Orwell, y mínimas diferencias respecto del presente, desde donde se proyectan con inteligencia sus vectores principales.
Ya son un hecho el cambio climático, la desertización, la severa alteración de la atmósfera (la luz diurna se ha vuelto peligrosa y la gente trabaja de noche), la clonación de los seres humanos, las pastillas (o “virus”) para despertar facultades psíquicas, el blindaje de las ciudades con medidas de seguridad extremas que para viajar exigen documentos y salvoconductos, la centralización global de datos y el control de la población y sus movimientos…
Ambientación sugerente, pues: verosímil, actualizable y envolvente. Y barata: se usan escenarios naturales conocidos por el equipo (los rascacielos fabulosos de Shangai y Dubai, el laberinto de Jaipur), y apenas maquinaria, con criterio minimalista para lo tecnológico.

Winterbottom no se vuelca en crear una fantasía futurista típica, llena de pequeños detalles imaginativos y efectos impactantes, sino que apuesta por el argumento. Quiere desarrollar un gran romance sobre fondo social, y conseguirle una dimensión trágica, no sólo por el contexto criminal del acontecimiento amoroso (él es detective enviado por un poder central, ella falsifica salvoconductos en la Compañía que los concede) o la incertidumbre de la investigación, sino por la voluntad de ajustarse a los parámetros griegos: el destino que se impone fatalmente, la revelación inoportuna de los vínculos familiares…
Tal como se aclara desde los mismos créditos (con lo que todo se ve venir bastante), el código 46 del título es una disposición jurídica que prohíbe relacionarse entre sí a personas que comparten más de determinado porcentaje de ADN.

El problema con la ambientación es que, por muy lograda que esté, mucha atmósfera que plasme, y por mucha importancia que se le quiera asignar, no deja de ser un aspecto secundario, y más aún en una tragedia.
En una obra trágica es crucial el tema, el cumplimiento de los requisitos argumentales, pero no lo es menos el tratamiento. Una gran puesta en escena, unida al escaso brío de la acción y al pálido carácter de los personajes, hace que lo secundario gane más campo del conveniente, lo que se traduce en insustancialidad.
Se echa en falta más sentimiento, más emoción. Más ‘pathos’, puesto que Winterbottom quiere cuajar una tragedia de libro.

Por momentos, el tono es como si en la banda sonora se incluyese ese motivo de la llamada del Destino de la 5ª de Beethoven, tan conocido como impresionante, pero en versión chill-out, mucho menos impresionante.
Archilupo
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24 de junio de 2008
24 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una distopía que mezcla con gran atino el amor con la ciencia ficción, dando como resultado un producto consistente, adulto, inteligente y en muchos aspectos brillante, pero exasperantemente lento.

La verdad es que el planteamiento de la película es realmente interesante, el ver como el ser humano juega a ser dios limitando incluso su propia naturaleza y ver como esta situación le supera y termina optando por limitar la libertad poniendo los ojos en un bien colectivo teóricamente óptimo, pero que a nivel individual conlleva la eliminación de derechos básicos y fundamentales como la libertad de elección de la propia pareja sentimental, lo que sin duda da pie a un debate que merece la pena.

Las actuaciones de la pareja protagonista son excelentes en ambos casos, y el argumento que sirve de pretexto a todas esas reflexiones está más que cuidado, la ambientación, sobria, fría y realista es óptima, es decir, todo apunta a que nos encontramos ante una película que lo tiene todo para ser un nuevo clásico dentro de un género últimamente tan maltratado como la ciencia ficción, pero que tiene un pero importante que termina por diluir parte de sus virtudes, y este defecto no es otro que el ritmo de la película, sostenido, pero muy lento, demasiado pausado y que puede alejar de la magnífica historia al espectador más impaciente.

En definitiva, una película que merece ser vista, hecha con mimo y muy cuidada, pero no apta para todos los públicos, y menos aún para los que asocien el género de la ciencia ficción con películas muy dinámicas, ya que estos lo más probable es que terminen indignados, aburridos o dormidos.
Simpkins
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6 de enero de 2009
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La una y media de la mañana de un lunes, llegó a mi casa con una copa de más, pongo la tele mientras me descalzo. Una película comienza, una imagen me detiene, un plano aéreo de un desierto salpicado de dunas se desliza lenta y majestuosamente por la pantalla. Es hipnótico, y me doy cuenta de que no se trata de algo vulgar. Es la una y media de la madrugada y tengo que ver esta película.

Un mundo futurista, pero cercano, terriblemente familiar, como si se agazapara a la vuelta de la esquina. Una distopía probable, eso asusta.
Tim Robbins investiga en un mundo globalizado hasta el extremo, un lenguaje mestizo. Todo es frío, limpio, pulcro... distante.
La fascinación de un Shanghai ultramoderno..., es terrible percibir que la inmensa mayoría de escenarios y arquitecturas no son atrezzo sino que ya existen. Ya, hoy.
Atravesamos un Shanghai multiétnico y maravilloso y es cuando comprobamos que ese fachada tecno-minimalista tiene un precio.

Debe ser cierto que medrar en mundos futuros siempre es a costa de perder humanidad. Así nos lo muestran en "Blade Runner", bajo ese prisma nos deslumbra Kar-Wai en "2046".
Quizá, faltando en ambos esa humanidad, apreciando su escasez, Tim Robbins se entrega a Samantha Morton y Samantha Morton se entrega a Tim Robbins.

En asépticos pasillos de una fluorescencia blanquecina, entre reflejos azulados, vidrios ultramodernos, se desarrolla un amor extraño, irreal, onírico, nos parece frío, pero sigue siendo bello.
A estas alturas ya nos hemos dado cuenta de que el precio de globalización extrema, de esa pulcritud tecnológica, en fin de esa modernidad, es haber perdido libertades. Controles genéticos para ser uno más, para pertenecer, para no estar "fuera". Amor ilegal.

Un lugar lejano e impoluto. Dos personas hastiadas de un mundo distante. La comparación con "Lost in translation" es inevitable. Pero aquí todo es más frío, porque todo es más terrible.

En la huida apenas atisbamos la calidez de los de "fuera", pero seguimos enamorados de la potencia visual que Winterbottom nos está regalando. Son las tres de la madrugada, y mientras en mi cabeza todavía tronan los besos de esos personajes, bajo el aura de una iluminación portentosa, percibo al fin, y en el último minuto de la película la humanidad en la mirada intensísima de Samantha Morton, el drama hace aflorar lo más humano, en el aire ecos de Coldplay acaban por redondear una película extraordinaria, única, y una lágrima se me salta.

Solo cuento con la certeza de que lo que escriba mañana sobre la película quizá nadie lo entienda, nisiquiera yo mismo. Y el desierto resbala majestuoso desde un plano aéreo.
Kazafun
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29 de enero de 2007
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no llena de neón aunque omnipresente, este filme recuerda la inmensa soledad de los protagonistas de Blade Runner, además de otros paisajes comunes. Evidencia la evolución de la sociedad hacia un getho – mundo, generalizado. Todo ello adosado de avances tecnológicos, donde la genética, las comunicaciones y la inmediatez del mercado global aparecen como paradigmas en transito automático y profundización a través de los siglos. Y el amor....un poco difusamente manejado por el guión y la dirección pero convincente. Y saben amigos , al terminar la película, me invadió la misma tristeza y nostalgia que despertó en mi interior el final(los dos) de Blade Runner.
Sin duda, notable película
yacare
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7 de enero de 2009
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa incursión de Winterbotton en el género ciencia ficción. Curiosa, pero indudablemente, fallida.

Empieza de forma muy prometedora, dibujando la gran distopía de la globalización que de seguro nos espera y tras introducirnos de lleno en una ambientación que se palpa y se respira hasta un punto agobiante, nos propone una historia de amor imposible. Pero no cualquier cosa, no. Lo de Tim Robbins y Samantha Morton es un Encuentro en toda regla, el súbito e inesperado abrazo entre los hermanastros Azar y Destino. Ellos se miran y sin hablar apenas, saben que se han encontrado, que acaban de descubrir la única manera de crear un lenguaje propio en un lugar donde todos los demás han acabado comunicándose en un mismo y despersonalizado lenguaje: el amor como el último reducto del individualismo.

El ojo de Winterbottom se equipara al de ese Gran Hermano que espía a sus criaturas con el frío desapasionamiento de una máquina. Supongo que será intencional y aunque no resta latidos al corazón de la historia, sí despoja a todo lo demás de la capacidad de empatizar con nosotros. Lo cual provoca, eventualmente, que parte de los espectadores se aburran y otra parte desconecte y con toda razón. A pesar de lo bonito que es el imaginario propuesto, es que hay partes en que el filme parece un anuncio de esos metafísicos de la BMW, pero reescrito por Auster y dirigido por Sofia Coppola. Es decir, aburrimiento trascendental elevado a la enésima potencia.

Desde luego no es mala película y, aunque a ratos, tiene momentos visuales y narrativos realmente bellos y merecedores de un visionado. Y quizás sea una de las pocas películas de ciencia ficción que pintan un futuro tan creíble, tan cercano y sobre todo, tan terriblemente triste.
Neathara
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