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Stico

Drama. Comedia Leopoldo Contreras, un catedrático emérito de Derecho Romano, tiene graves problemas económicos. Sus traducciones de los autores clásicos no le dan suficiente dinero para vivir y ha tenido que vender incluso su piso. Para remediar su situación se ofrece como esclavo a un antiguo alumno a cambio de casa y comida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
20 de junio de 2008
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Formas de esclavitud hay miles; los telediarios nos lo cuentan cada día. Están las esclavitudes que abiertamente nos muestran algunas partes del mundo, las que no nos muestran pero están ahí en buena parte del mundo, las esclavitudes religiosas, económicas, sociales… ¿Dónde está el límite de lo permisivo? ¿O acaso no debe permitirse? ¿Si debería? ¿Y si por fin alguien decide saltarse toda la esclavitud en la sombra para ser esclavo a ojos del mundo? Con grilletes de verdad, claro, y no con arneses invisibles.

Quizá sea esto lo que se intenta plantear en Stico, la obra de un esclavo que para salir de una esclavitud sin nada, pasa a otra esclavitud con algo más de calidad de vida, aunque quizá menos dignidad. Lo comido por lo servido.

La salud de la que goza el film es fantástica, pues el tema se sale fuera del tiempo para estar de relieve cuando la quieras ver. Eso es una gran ventaja, puesto que no es que envejezca bien, es que no envejece. Podría hacerse hoy, y la mayor diferencia estribaría en los modelitos y en la calidad de imagen que nos darían las cámaras; lo que viene a ser la forma. El fondo se mantendría imperecedero.

Como no, el grandioso actor (y quizá cuestionable persona), Fernán-Gómez da un recital: si sale él, lo demás es fácilmente ignorable, y si bien es obvio que la trama gira en torno a el, tampoco hay nada que te indique que prestes atención al resto de sucesos. El poder, a pesar de lo contraproducente que sea respecto al intríngulis de la película, lo tiene el. Hasta el mismísimo final.

Final maravilloso, dicho sea.
Juanjico Lawless
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22 de junio de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stico es una de esas películas españolas extrañas, desconocidas, personalísimas, insólitas y escondidas con las que te encuentras, te sorprendes y te congratulas.
Stico es una desternillante paranoia perpetrada por Jaime de Armiñan y Fernando Fernán Gómez. Interpretada magistralmente por éste último y un apropiado Agustín González.
Stico es el nombre de esclavo con el que se hará llamar un antiguo profesor emérito de derecho. Éste arruinado termina convenciendo a un antiguo y exitoso alumno suyo para que sea su amo. A partir de ahí, las situaciones surrealistas se suceden de la mano de un guión muy ingenioso y unas interpretaciones deslumbrantes.
eldiabloenelojo
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9 de febrero de 2011
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la deslumbrante poética exhibida en El Nido, vuelve Jaime de Armiñán a adentrarnos en terrenos controvertidos, regalándonos una pieza más de su cine personalísimo y a veces hasta insólito, dado el hondo calado de los temas que aborda. Aquí, aprovechando la originalidad y solidez de un guión escrito ex aequo con F.F. Gómez, nos muestra una lúcida reflexión sobre las libertades individuales, así como una amarga crítica sobre la sociedad de consumo y la ética del hombre contemporáneo en esta rara comedia negra.
Un viejo catedrñatico de Derecho Romano con estrecheces económicas decide venderse como esclavo a un antiguo alumno suyo, a cambio únicamente de vivienda y comida, despreciando por completo dinero y prestigio. Con un magnífico dueto interpretativo entre F.F. Gómez y Agustín González, el film adquiere una honda resonancia como película de culto y un sesgo de originalidad en la siempre controvertida filmografía de Jaime de Armiñán. Merece un nuevo visionado.
tasiodesevilla
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19 de octubre de 2008
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bien conocida la capacidad de Jaime de Armiñán de realizar buenos guiones (uno de los mejores guionistas españoles), casi tanto como su estilo de dirección plano e insulso. En este caso, nos plantea el caso de un insigne catedrático universitario de Derecho que, lejos de soportar una eclavitud impuesta por la sociedad, decide entrar en ella de forma voluntaria, de forma digna, al estilo de los esclavos de la Antigua Roma. Hay que reconocer que la idea original es buena, en tanto y cuanto todos tenemos nuestras propias cadenas más o menos dulces según sea el caso.
La labor de los actores es fantástica, FFGómez y Agustín González están geniales.
Sin embargo, vista 20 años después de su estreno, el tiempo ha pasado por ella como una apisonadora, tiene un tufillo de realización de TV de los '80 insoportable y a menudo, lastra la película hasta el punto de perder el interés.
Este guión en manos de un Director de renombre hubiera sido un exitazo, pero en manos de Armiñán aburre un poco.
Merrick
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6 de enero de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jaime de Armiñan, una vez más, con su sensibilidad, su osadía argumental, su sencillez huérfana de pedantería intelectual nos presenta una comedia irreverente y provocadora que despierta nuestros más bajos instintos, al sentirnos reflejados en nuestra doble vara de medir a nuestros semejantes, nuestra hipocresía y nuestra mezquindad puesta de relieve a través de una historia llena de humanidad que provoca la repulsa moral al no poder aceptar, cómo alguien intenta romper las reglas y los convencionalismos de una sociedad enferma y altanera, desconfiada y cicatera. Así las situaciones disparatadas y surrealistas se suceden en la mansión de los Bárcenas… ¡Nadie pudo imaginar que este apellido le venía perfecto al film, tras lo sucedido últimamente! Una serie de personajes a cual de ellos más odiosos, desde los agrios sirvientes, las niñas curiosas, la esposa ladina y el presuntuoso patriarca familiar.

Comedia brillante e incisiva, en la que el tema de la esclavitud es un pretexto, una escusa para abordar lo realmente importante, una vez más, las paradojas del comportamiento humano. Stico es una fábula social, una lúcida reflexión plena de ingenio y talento sobre las libertades individuales (“No hay libertad ni para dejar de ser libre”) sentencia nuestro ilustre protagonista tras poner patas arriba los estamentos sociales y morales. Una desternillante paranoia perpetrada por dos genios del cine español como Jaime de Armiñan y Fernando Fernán Gómez. Interpretada magistralmente por éste último y un apropiado e histriónico Agustín González que mantienen un duelo interpretativo descomunal. Una comedia donde los ingenuos y descarados diálogos golpean las conciencias y sacan a relucir nuestras vergüenzas más ocultas. Se trata pues, de un retrato social sibilino y mordaz que esconde bajo su amable apariencia una diabólica diatriba sobre la naturaleza del ser humano.

Aunque la situación y el ofrecimiento de Don Leopoldo, personaje entrañable, un catedrático con problemas económicos que decide ofrecerse como esclavo a un antiguo alumno mediocre a cambio de techo y comida, parecen disparatados, refleja perfectamente desde el humor más negro y audaz, la sociedad en la que vivimos, un “pacto de caballeros” donde se impone la falsedad de las apariencias, la ostentación, el arribismo social, la arrogancia, la avaricia del poder económico de una clase altiva en detrimento de la humildad, la sabiduría, el desprecio por lo material a cambio de la amistad y la compañía frente al olvido y la soledad. Esta recomendable comedia negra, esta parábola social, premiada y aclamada en el Festival de Berlín de 1985, refleja perfectamente la ética y la moral del hombre contemporáneo, obligándonos a reflexionar sobre ello.
Antonio Morales
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