Haz click aquí para copiar la URL

Dublineses (Los muertos)

Drama El día de la Epifanía de 1904 está a punto de empezar una de las fiestas más concurridas de Dublín, la de las señoritas Morkan. Entre los invitados se encuentra Gabriel Conroy, sobrino de las anfitrionas y marido de la hermosa Gretta. Esa noche, los invitados disfrutan de una magnífica velada. Gabriel, muy enamorado de su esposa, observa su emoción cuando suena una antigua canción de amor. De vuelta a casa, Gretta le confiesa un secreto. (FILMAFFINITY) [+]
1 2 3 4 5 10 14 >>
Críticas 69
Críticas ordenadas por utilidad
31 de mayo de 2007
113 de 129 usuarios han encontrado esta crítica útil
Huston se moría. Así de simple. Y dotó a esta película de ese ambiente de recapitulación, de rendir cuentas ante aquello que se desvanece. Un retrato vívido, puro. Un epitafio en movimiento ideado y consumado desde una mascarilla de oxígeno. Y es que no hay nada tan vivo como un hombre frente a la muerte.

Huston se moría y decidió que no podía posponer más la adaptación de este relato. Todos debían entender qué significa que suene “la joven de Aughrim” mientras revolotea el pasado, arañan los recuerdos y los muertos nos reclaman.

Decidió que no podía esperar ni un minuto más para rodar la nieve cayendo sobre el universo.
Bloomsday
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8 de mayo de 2011
101 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los muertos se marchan, pero nunca del todo, y aunque les creamos muy lejos y ajenos ya a nuestro mundo, se resisten siempre a abandonarlo y siguen en él durante largo tiempo, igual que cuando vivían y cumplían, por banal o insignificante que fuera, un papel en nuestras vidas. No existen porque se fueron, y sin embargo ahí continúan, tenaces y persistentes y aferrados al espacio de los vivos, quién sabe si a la espera o en descanso y contemplación, posados en los objetos que tocaron y en los vasos de que bebieron, en los ecos de las risas de quienes rieron algún día sus bromas y entre las notas dormidas de canciones que, al despertar, despiertan también su recuerdo en aquellos que les conocieron mientras vivieron. No respiran ni padecen y nadie puede volver a verlos, pero nos miran y nos hablan y vagan entre nosotros, aguardando a que la memoria de los vivos dicte algún día su definitiva disolución, porque nadie vive para siempre pero tampoco muere nunca del todo, aunque su cuerpo deje algún día el mundo que conocemos.

John Huston aún no estaba muerto cuando rodó “Dublineses”, pero apenas pertenecía ya al mundo de los vivos. Su cuerpo estaba postrado en una silla de ruedas y el oxígeno que respiraba no lo recibía ya del aire, sino a través de bombonas, máscaras y tubos adheridos a su cuerpo de ochenta años. Vivía y sufría y, sin embargo, había empezado a ausentarse del mundo. John Huston intuía ya el final. El final de las risas, el final de los bailes y las canciones, el final de las antiguas costumbres y de los ritos cotidianos, de las borracheras y de las promesas de redención, de los brindis y los discursos y los buenos propósitos, el final del amor y también el final del dolor. Como cada año os reuniréis, dice Huston, y yo no estaré sentado a la mesa con vosotros. Beberéis y comeréis y yo no estaré con vosotros. No estaré cuando cantéis y bailéis ni cuando arregléis vuestro mundo con un habano y una copa en las manos. Seré un rostro amarillento y ajado en una vieja fotografía, cada vez más frágil y tenue, a merced de vuestra memoria. Pronto seré también una sombra.

Hay quien señala en esta película taras sin número: se sostiene sobre abundantes diálogos, en buena medida triviales y accesorios; no hay nada que se pueda llamar un auténtico conflicto; es plana y funcional; los setenta primeros minutos, en fin, son una simple introducción al último cuarto de hora. Es muy posible, sin embargo, que quienes así opinan estén olvidando que a Huston nunca le importó tanto el cine como la vida y que, en buena medida, la vida es así, trivial, plana y repleta de palabras y momentos intrascendentes que sólo adquieren relieve cuando ya nada importa y puede brotar, por ello mismo, la belleza sencilla y serena de la auténtica poesía, la de esos inigualables quince minutos finales, en los que Huston invoca a su propia sombra, una sombra que nos recuerda lo que sin duda seremos un día, cuando venga al fin la nieve y no estemos allí para verla caer.
Normelvis Bates
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
28 de agosto de 2005
102 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento discrepar de la opinión favorable tan extendida; y lo siento porque me encanta el John Huston inspirado.
Estoy de acuerdo en que intenta reflexionar sobre los recuerdos pasados y sobre la existencia, ¿pero a qué precio? A mí me aburrió mucho la descripción de la alta sociedad que hace. Los diálogos se pueden considerar hasta cierto punto ingeniosos (tampoco mucho), pero lo que es más discutible es que sean entretenidos. Me habría gustado ver algún personaje al estilo Oscar Wilde que amenizara realmente la velada, lo cual no impediría reflexionar sobre lo mismo.

Lo único que sí me gusta es el poético final, que es donde Huston refleja realmente todas esas inquietudes sobre la vida y la muerte, pero no me parece que unos pocos minutos buenos justifiquen el resto.
jastarloa
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9 de noviembre de 2007
47 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez Paseo por el amor y la muerte y Fat City, dos de las mejores películas de John Huston, reflejen la vitalidad y capacidad narrativa que transmite en todo momento Dublineses; posiblemente Vidas Rebeldes o La jungla de asfalto contengan ese espíritu desesperanzado con que el director quiso envolver algunas de sus películas mejor acabadas, pero ambas se quedan muy lejos (a pesar de su gran valor cinematográfico) de alcanzar las cotas de intensidad, brillantez y sugerencia de Dublineses, una obra maestra sin paliativos.

Cuando todos los espectadores creíamos que El honor de los Prizzi sería la última película de Huston, dada la letal evolución del enfisema que sufría desde hacía años, unos productores alemanes, Wieland Schulz-Keil y Chris Sievernich, le propusieron al director llevar un poco más allá su filmografía y firmar una adaptación para la pantalla grande de uno de los quince relatos de la obra Dublineses, del escritor irlandés James Joyce, aquel que habla de la precariedad de la existencia humana, de las pasiones ocultas durante años en el cerebro y en el corazón de los amantes, de la cercanía de la muerte y de la rueda de un destino tan caprichoso como repetitivo. Un hermosísimo vistazo al interior del hombre y a las circunstancias y emociones que nos motivan a dar un paso importante en nuestras vidas, sin tener en cuenta si este es hacia delante o hacia detrás. Huston nos muestra cómo la relación que caracteriza de una forma más profunda y general el sentido de nuestro ser es la que une la vida con la muerte, porque el fin de nuestra existencia es decisivo para la comprensión y valoración de la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Baxter
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
23 de abril de 2014
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos meses, mi familia homenajeó a mi padre por su jubilación, con una fiesta en un hotel. Me fue imposible asistir, pero pude ver el vídeo, días después.

Una celebración familiar habitual. Brindis en nombre de, obsequios, palabras amables, sonrisas... Había gente mayor, no tan mayor, y también críos. Todo imbuido de una razonable festividad, un lúdico esparcimiento. Uno de mis tíos bailaba, el otro se animó a cantar, el de más allá bebía de su copa. Un pequeño coro de artistas contratados animaba la función. No pasaba nada en concreto, simplemente festejaban. Estaban todos juntos.

Pasada ya más de media hora de jovialidad y holganza, y entre intermitencias en grabaciones puntuales de la celebración, una grabación rompió el tono. Se había acabado la fiesta: la cámara grababa, de pronto, sin esperarlo, el vestíbulo, en silencio. Ya no se respiraba aire festivo alguno. Todos recogían sus abrigos, con relativa seriedad, acabado el jolgorio. Mi padre sonreía a los invitados, les agradecía su asistencia. Cuando se hubieron marchado todos, miró a cámara y dijo "bueno, pues se acabó".

Aunque parezca extraño, sentí la necesidad de revisar 'Dublineses', y la sentí como nunca. Apreté la mano de Huston y de aquellos con los que había compartido no gran cosa pero, a fin de cuentas, la vida entera. Antes de escapar, con el resto de eternos, en un copo de nieve.

Gracias.
Nuño
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 5 10 14 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow