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El cielo sobre Berlín

Drama. Fantástico Dos ángeles sobrevuelan Berlín, ciudad dividida por el "muro de la vergüenza". Sólo son visibles para los niños y los hombres de corazón puro. Testigos impotentes que no pueden cambiar el curso de los acontecimientos, sienten una gran compasión por los seres humanos. Uno de ellos, decidido a conocer los sentimientos de los mortales, se enamora de una joven trapecista... (FILMAFFINITY)
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
28 de diciembre de 2007
116 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta contiene numerosas maravillas:

- Las tomas en picado, casi cenitales.
- El movimiento mágico de la cámara en la biblioteca, atestada de ángeles custodios.
- La presencia sobrecogedora de los espíritus celestes.
- El anciano contador de historias, Tusitala.
- La sonrisa de Bruno Ganz.

Y una de esas frases que perduran para siempre en la memoria: "Mirar desde arriba no es mirar. Hay que mirar a la altura de otros ojos."

Poco importan los pensamientos, excesivamente transcendentes y nada cotidianos, pasados por el filtro metafísico-espiritual de los ángeles escuchadores. El alma no se asoma a las palabras: es ese blanco y negro fascinante, es el tedio y la niebla.

Cada vez que pienso en suicidarme, creo sentir la mano de Damiel sobre mi hombro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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26 de octubre de 2008
73 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) El parpadeo de un iris, un aleteo blanco, una sucesión de panorámicas y picados a vista de pájaro: los ángeles Cassiel y Damiel se llegan desde la Eternidad al gris cielo sobre un Berlín aún tajado por el Muro; un Berlín que bajo su mirada serena aparece con densos claroscuros y cosmopolitas geometrías expresionistas, neorrealistas montañas de escombros y descampados con circo ambulante.

2) Cassiel y Damiel escuchan el rumor bullicioso del mundo, flotan leves entre la muchedumbre que llena calles, autobuses, metro, torres de pisos. Mortales envueltos en el aura verbal de sus pensamientos, nubes de palabras de toda textura, un enjambre de microficciones urdido con bella escritura por Handke a partir de versificaciones de Rilke sobre la infancia (“Cuando el niño era niño quería que el arroyo fuera río, que el río fuera torrente y que este charco fuera el mar”), que regresan durante un periplo contemplador ejercido con mirada custodia y, sobre todo, oído compasivo.

(“Cuando el niño era niño no sabía que era niño, para él todo era divertido y las almas eran una”.)

En la Biblioteca se arraciman los ángeles, tutelando la lectura y la escritura humanas. El viejísimo ángel narrador mantiene vivos los mitos, hace que a través de su aliento fatigado el relato de la humanidad jamás cese.
Al descubrir en el circo a Marion, la trapecista que lucha contra la gravedad y apunta al cielo, Damiel siente nostalgia de la encarnación; del mundo humano coloreado, hecho de sensaciones, dolor y felicidad: un mundo con peso y sangre, donde refundar el amor, reeditar el del hombre y la mujer primeros.

(“Cuando el niño era niño se preguntaba: ¿Por qué yo soy yo y no tú?, ¿por qué estoy aquí y no allí?”.)

Otro ángel veterano, Peter Falk, renunció a sus alas para disfrutar pequeños placeres terrenales: fumar, beber café, frotarse las manos en invierno, dibujar a los humanos, dirigir películas sobre su negra Historia: sus holocaustos y destrucciones orgiásticas.

Contando ese rodaje (que inserta imágenes documentales de la guerra y el Berlín arrasado), Wenders encara su raíz alemana tras años inmerso en la cultura popular USA.

3) Un problema inherente a esta estética de roce y sobrevuelo: la mera suma de historias, sin pasar a multiplicar y potenciar, no alcanza a constituir el núcleo fuerte que necesita un relato, por mucho que se elimine la jerarquía figura-fondo.

4) Una escena maravillosa: sentados en un descapotable en venta, ambos ángeles repasan observaciones anotadas en sus cuadernos, los instantes humanos de fugaz iluminación, suspendido en destello el correr del tiempo, como en los haikus visuales de Ozu: la estela blanca de un avión desde un atasco, la foto perdida que aparece en un forro, el nacimiento del pelo en la nuca de la mujer que duerme a lado…

5) Wenders y Handke describen con bello artificio cómo los espíritus custodios nos rozan para rescatarnos del desánimo y la desesperación.

Ojalá, Wenders. Ojalá, Handke.

(7,5)
Archilupo
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10 de enero de 2009
57 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé porqué me gusta tanto esta película. Es cierto que no es una película fácil, que se torna lenta en varias secuencias, que peca de pretenciosa en algunos momentos. Eso lo sé y no pienso discutirlo. Pero más allá de estos detalles, la película es un precioso canto a la vida, a la belleza oculta en los momentos cotidianos, a las multiples facetas de nuestra condición humana. "El cielo sobre Berlín" es compleja porqué la existencia es compleja, contradictoria, en ocasiones inexplicable. La película va más allá de maniqueísmos, de burdas simplificaciones y estereotipos. Es distinta, nos exige paciencia y mucha atención. Lo repito nuevamente, su visionado no es fácil, pero en ningún momento infructuoso.

Este filme ha recibido importantes reconocimientos. Se alzó con el premio al mejor director en Cannes y fue reseñada como una de las 100 mejores películas de la historia por la revista Time, reconocimiento compartido con clásicos como Casablanca, Ciudadano Kane y Tokio Monogatari. Lo anterior no significa mucho, los galardones no siempre son justos, pero en este caso puntual, han sido completamente adecuados y merecidos. Mi nombre es Nelson, muchas gracias por haber leído mi crítica
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sociotecólogo
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12 de septiembre de 2010
59 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver "Paris, Texas" fue imposible no lanzarme de cabeza a ver una de las películas más aplaudidas de Wenders, pero tras ver "El cielo sobre Berlín" tendrá que pasar mucho tiempo para que sea capaz de darle una nueva oportunidad a este director.

La sobriedad, la simplicidad, la elegancia de Wenders en "Paris, Texas" se troca en "El cielo sobre Berlín" en pretensión y pedantería. Las buenas críticas y valoraciones a esta película se deben, no puedo dejar de creerlo así, a que esta película es de esas que hacen que el espectador se crea más inteligente de lo que es. Pero a mí, cuando Wenders me ofrecía todas esas frases de filosofía barata, una detrás de otra, no me invitaba precisamente a la reflexión, sino a aferrarme con desesperación a un refresco y a una bolsa de patatas. Quizá lo podría haber arreglado con una buena historia, pero la narratividad brilla por su ausencia.

Si esta película pretende dármelo ya todo cocinado, si no me deja jugar como espectador, si es un universo hermético, pobre a la par que rimbombante... ¿qué tiene para que la aplaudan tanto? Os han engañado con la mona vestida de seda.
maureen
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18 de noviembre de 2008
35 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues si, amigos, todo el mundo sabe que si pudiéramos escuchar los pensamientos de la gente en el metro todos serían terriblemente transcendentales y poéticos. Es perfectamente creíble que si escucháramos los pensamientos de todo el mundo, cada uno de éstos nos definiría a esa persona en poco segundos. Vamos, que el que no sea poseído en cada momento de introspección por el espíritu de Goethe que tire la primera piedra.
Y si, lo sé, es cine, nadie espera que la gente piense y hable como lo hacemos las personas normales, es decir, torpe, desordenadamente y con cientos de banalidades interpoladas, pero creo que aquí el amigo Wenders se pasa tres pueblos.
Hace muchos años, cuando pensaba de forma soberbia que era un intelectual redomado, me fascinó esta película. Me pareció una obra de arte maravillosa. Hace poco estuve en Berlín y miraba con admiración cada calle, puente o monumento que recordaba haber visto en el film. Estando allí, en un ataque de melancolía, convencí a mis amigos a verla (ninguno la había visto). Ahora que soy mayor y aunque lleve gafas de pasta ya superé mi fase sibarita-elitista, pasé más de una hora absolutamente horrorizado hasta que descubrí que todos mis amigos sin excepción se habían dormido.
Es posiblemente una de las películas más pretenciosas y aburridas de la historia del cine. El ritmo carece de sentido en este delirio de más de dos horas de planos, secuencias y monólogos descomunalmente largos y tediosos y, ni que decir tiene, carentes del más mínimo atisbo de justificación narrativa.
En fin, no se la recomiendo a nadie excepto, quizá, a algún sociopata con impulsos homicidas que tenga acceso al domicilio de Wenders.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jl álvarez
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