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La solterona

Drama Cuando Delia Lovell (Miriam Hopkins) está punto de casarse con Jim Ralston, su antiguo novio Clement Spender (George Brent) aparece, y entonces su hermana Charlotte (Bette Davis) tratará de calmarle, al tiempo que sabremos que también ella está enamorada del visitante, quien pronto se ira a la guerra dejàndole como herencia un recuerdo eterno. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
3 de septiembre de 2008
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer melodrama protagonizado por Bette Davis de los cuatro que Edmund Goulding realiza (1937-41) par la Warner. Escrito por Casey Robinson, adapta la obra de teatro "The Old Maid" (1935), ganadora de un premio Pulitzer, de Zoe Akins, primera mujer que obtiene este premio. La obra de Akins dramatiza la novela breve "The Old Maid" (1924), de Edith Wharton (1862-1937). Se rueda íntegramente en los Warner Studios (Burbank, CA). Producido por Hal B. Wallis, se estrena en "première" el 16-VIII-1939 (NYC).

La acción dramática tiene lugar en Filadelfia (Pensilvania) entre 1861 y 1881. Dalia (Hopkins) y Charlotte Lowell (Davis) son dos primas de unos 20 años de edad, que viven con la abuela paterna en la mansión familiar de Filadelfia. El día de la boda de Dalia con el joven Joe Ralston (Stephenson), se presenta de improviso con intención de casarse su antiguo novio, el teniente Clem Spender (Brent). Le hace los honores Charlotte para distraerle y evitar que provoque un incidente durante la ceremonia. Enamorada en secreto de él, Charlotte se deja seducir y queda embarazada. Clem muere en la guerra. Charlotte es joven, bonita, alegre, responsable, sacrificada y generosa. Dalia es menos agraciada, más efusiva, más despreocupada, más rica y algo malévola. Le agrada manipular a las personas y dominar las situaciones. Tina (Bryan), la hija biológica de Charlotte y Clem, es vitalista, espontánea, extrovertida, irreflexiva e impulsiva, como el padre.

El film desarrolla un melodrama que es tratado con esmero y altura de miras por Goulding. La obra es, a la vez, un drama de época y una historia de mujeres, que se inicia junto con las hostilidades de la Guerra Civil. La obra forma parte de las cuatro cintas protagonizadas por Bette Davis que Goulding realiza para la Warner entre 1937 y 1941: "Aquella mujer" (1937), "Amarga victoria" (1939), "La solterona" (1939) y "La gran mentira" (1941), tetralogía de cuidada dirección y de realización elegante y digna. Contiene una brillante interpretación de Bette Davis, que exhibe una amplia variedad de registros a medida que pasa el tiempo y su personalidad se torna seca, oscura, atormentada, autoritaria e impositiva. Ofrece, además, un interesante duelo interpretativo de Davis y Hopkins, que llena la pantalla, trasmite vibración al relato y hace las delicias del espectador. La ambientación visual y el vestuario están resueltos con corrección y propiedad. La progresión dramática es admirablemente. El final, por el contrario, es abrupto e intempestivo.

La obra explora diversas cuestiones sociales, como la moral puritana, la estigmatización de la madre soltera y de sus hijos, la doble vara moral para juzgar el comportamiento de hombres y mujeres, la visión complaciente de la separación de las clases sociales, los prejuicios sobre los matrimonios interclasistas, el culto al dinero y a los privilegios sociales, etc.
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Miquel
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3 de marzo de 2009
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una densa película en la que, por encima de todos sus valores, destaca el trabajo interpretativo de Bette Davis, que en este momento tenía treinta y un años, lo cual no es precisamente una excepción en su brillante carrera.

La Davis venía de ganar un Oscar por su interpretación en “Jezabel” (1938), a las órdenes de William Wyler, y haber estado nominada por su trabajo en “Amarga victoria” (1939), bajo la dirección de Edmund Goulding con el que repite es esta ocasión. Aquí encuentra una adecuada réplica en Miriam Hopkins, seis años mayor, con la que protagonizó fuera de las pantallas otro tipo de rivalidades. Esto es una simple hipótesis: A Robert Aldrich le inspirarían estas relaciones extra cinematográficas para acometer con Davis aquella maravilla titulada “Qué fue de Baby Jane?” que protagonizaría con Joan Crawford veintitrés años después. El esquema es parecido, aunque en el caso de Baby Jane los límites se ponen más lejos: dos mujeres que en el fondo son rivales están condenadas a vivir juntas.

Goulding tira de oficio y todo lo hace bien. El guión es aceptable, inspirado en la novela de Edith Wharton, y el conjunto funciona admirablemente. Hay unos primeros planos antológicos, especialmente los que acapara Bette Davis, que aquí también se va transformando de una jovencita ilusionada y feliz en una vieja malhumorada e intransigente por razones del destino. Y, por supuesto, la eficacia de Max Steiner en la composición de una banda sonora llena de refritos (conviene escuchar atentamente el final…) estaba asegurada.

La película no recibió demasiados premios ni tuvo nominaciones a los Oscar. El resultado es suficiente, dentro de unos parámetros de calidad indiscutibles.
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Paco Ortega
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2 de septiembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente melodrama de un director poco conocido que sin embargo Bette Davis contaba entre sus favoritos, ambos hicieron juntos también Amarga victoria, otro intenso trabajo de gran nivel.

Goulding era de los catalogados sensibles, un magnífico cineasta en realidad desde la época muda como guionista y director, cuyo recuerdo ha quedado parcialmente eclipsado actualmente, pero bajo su mano llegó al éxito por ejemplo Grand Hotel, en cuanto a Bette Davis las palabras se quedan escasas a la hora de definir su talento, personalidad, inteligencia, poder... cada fotograma en el que sale es un placer a lo largo de su extensa carrera, aquí su personaje le permite demostrarlo en muchos momentos, con un final en el que su actuación es siempre recordada.
Ennis
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8 de mayo de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo quien ha vivido directamente una situación particular de la vida, está habilitado para comprenderla y visionarla de la manera más objetiva. Se necesita haber sentido en cuerpo y alma los vicios, la hipocresía, la discriminación y la estrechez moral de la clase alta, para poder describirla con la precisión que lo ha hecho Edith Wharton (1862-1937) en sus novelas “La casa de la alegría”, “La edad de la inocencia”… y “La solterona”. Y cuando uno se entera de las difíciles situaciones por las que tuvo que pasar esta escritora y diseñadora newyorkina por su carácter bisexual (complejos matrimonios, rechazo, injurias directas e indirectas, agresiones personales…) entonces comprende la ironía y la inconformidad que se hacen manifiestas en sus recreaciones literarias.

Escrita en 1921, “LA SOLTERONA” sería brillantemente convertida a guión cinematográfico por Casey Robinson, partiendo de la novela y de la adaptación teatral que hiciera Zoe Akins, y sería el director Edmund Goulding, quien de nuevo dirigiría a la gran Bette Davis en la que podemos asumir como otra de las grandes interpretaciones de su carrera. Carácter para mantenerse presente, invisible pero perceptible; espíritu de sacrificio para darlo todo por la felicidad de su hija y en recuerdo del hombre amado; y una gran fortaleza para soportar las detracciones que origina el desconocimiento, son algunas de las cualidades que brillan esplendorosamente, en un personaje singular que inspira admiración y compasión a partes iguales.

Con un perfecto estudio de caracteres, en el que los matices psicológicos lucen profundos y matemáticamente delineados, Goulding logra una historia de fuerte impacto donde el amor alcanza cuotas sumamente altas, dejándonos ver las formas tan diversas y complejas como consigue manifestarse entre los seres humanos. La manera como se desenvuelven Charlotte y Delia, las dos hermanas que parecieran rivalizar por el amor perdido y eterno de Clement Spender, nos da una edificante prueba de que las apariencias engañan y de que puede haber mucho amor entre lo que, a primera vista, luce como simple rivalidad.

De nuevo, exaltar la brillantez de la puesta en escena (cuidada hasta el último detalle para que no haya lugar a excesos u ostentaciones) y esa precisa composición de planos donde todo está hecho para decir, para significar. Obsérvese, a manera de ejemplo, la escena en que Tina a punto de casarse, le dice a “su madre” Delia: “Sé cuánto te debo. Te lo debo todo, ¡todo!”… y cuando esto ocurre, en primer plano entra Charlotte (con luto en el alma y en el cuerpo, recreado en su traje oscuro) a quien vemos ante una mesa con unas velas apagadas (metáfora de su corazón), mientras oye a su hija decir a su prima: “¡Prefiero que seas tú mi madre antes que nadie en el mundo!”. ¡Esto es arte puro, arte por excelencia! ¡¿Cómo pudo ser que tantísimos historiadores hayan dejado de lado a un director como Edmund Goulding?!

Si quieren saber más acerca de las relaciones interpersonales, “LA SOLTERONA” será una ocasión muy, pero muy especial.
Luis Guillermo Cardona
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18 de diciembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juego de los equívocos que tanto hiere cuando afecta a los asuntos del corazón, una visión de la aristocracia que en Hollywood gustaba recrear, la ambientación en los años de una guerra que parecía no tener final, cierta problemática inherente a las clases sociales y la exitosa caracterización psicológica de unos personajes creíbles conforman el armazón de una película muy bien dirigida y magníficamente interpretada.

Y con la cuota justa de incertidumbre que se vierte sobre al celuloide mediante el dosificador de un ritmo envidiable por su precisión.

¿Un melodrama?
Sí, un melodrama.

Un estupendo melodrama.
ÉGIDA
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