Aprendiendo a morir

El cordobés sino hubiera sido torero habría valido para actor.
Se defiende bien ante la pantalla, teniendo en cuenta que interpreta su propia vida hasta ese momento.
La película tiene su interés para los aficionados al toreo porque es un resumen muy bien construido del típico torero que surge del anonimato, buscando su oportunidad, lanzándose de espontáneo, recibiendo cornadas.
Sus planos largos, profundos, de las ciudades, de los pueblos y los campos, añaden más autenticidad a la historia.
Hay también retransmisiones de tardes de toros con el famoso matador e incluso aparecen fotos de su vida entre las secuencias con lo que además de película, es documental.
La historia de amor es muy simple, se queda parca; luego también hay constancia del deseo del cordobés de aprender a leer, de salir de la ignorancia y de mostrar su generosidad, representado como se hacía antes, que parece que ha sucedido un milagro cuando le regala una bicicleta a un caminante.
Atención también a la forma de correr que tenía el cordobés.

Autobiografía de Manuel Benitez “El Cordobés”, protagonizada por él mismo, demostrando su fotogenia y facilidad para adaptarse a la cámara, la azarosa vida del diestro de Palma del río, su bien proclamada vocación taurina, la vida de un joven humilde y analfabeto, pero de un carisma arrollador para conseguir sus propósitos de ser torero. Aunque los “purístas” de la fiesta nacional, nunca lo consideraron un maestro de la perfección artística, criticando sus “Payasadas” ante el toro, no cabe duda que con su arrojo, su valor y su entrega, siempre conquistó al público con ese estilo nada ortodoxo, pero su personalidad acabó convirtiéndole en un fenómeno mediático de la España de los sesenta.

La película pasa de puntillas por esa España Negra, sin libertades, donde el periódico de sucesos “El Caso” nos contaba las fugas de “El Lute”, chivo expiatorio del régimen. Unos años sin esperanzas para tantos jóvenes sin futuro que veían en la tauromaquia una oportunidad para cambiar de vida y abandonar la miseria de los desheredados. Una España de toros y fútbol, donde un “roba gallinas” como “El Cordobés” llegaba a ser millonario y a ocupaba las portadas de los medios informativos. El film de Pedro Lazaga realiza una dramatización de su vida y obra, nos cuenta sus inicios, sus capeas clandestinas nocturnas, las relaciones con su hermana (Elvira Quintilla), la pobreza y el hambre, sus problemas con los caciques y la autoridad, sus irrupciones como espontáneo en la lidia, además de un amago de romance con una chica bien (Paula Martell).

La gran oportunidad vendrá de la mano de su primer apoderado (Ismael Merlo) que atisbó inmediatamente la proyección del muchacho. Asistiremos a grandes tardes del diestro, por otro lado un hombre siempre generoso con los necesitados. El film se ve con agrado, aunque no seas un entusiasta del mundo de los toros. El film es respetuoso con la cultura y el folclore, y nos muestra una vez más, la delgada línea que separa la gloria de la muerte, una cinta que se aprecia modesta y sin grandes alardes artísticos, resulta algo tópica pero es simpática y realista, muy cercana al documental.

Claro que la película no es ninguna maravilla, pero hay bodrios inmundos por ahí que tiene en Filmaffinity puntuación de 6, 7 o más. Estoy convencido que la ristra de 1 se la dan antitaurinos que ni la han visto. Yo no soy taurino, pero estoy seguro de ello, de que hay una banda de fanáticos a la caza de películas con cualquier tipo de vínculo taurino para darle automáticamente al 1. Es más, no me extrañaría que su extremismo y estulticia llegara a tanto que hasta se hayan dado de alta solo para tal propósito. A mí, de verdad, que lo único que me dan es lástima.

Para mí la película es simple, algo naif y poco profunda, pero hay cosas en ella que no están mal. La actuación del torero es meritoria, las escenas taurinas trasmiten y desprenden autenticidad, la fotografía es excelente... El guion es otra cosa.

Menos que un hombre, es el toro, categóricamente afirma, y él mucho más, añadimos nosotros, o si no nos creen, pasen y vean y aprendan, queridos amigos.
La primera mitad es muy superior a la segunda, incluso buena en ese neorrealismo de miseria seca negra, de ambición ciega desnuda, en la pelea y la capea, en la delincuencia en las naranjas, o te visto de negro o te compro una casa, hermana, esperanzas de gloria, no de camilla, la segunda, cuando por fin triunfa, es un continuo disparate cursi fúnebre lamentable aliñado con sentimentalismo de derribo que no hay quien se lo crea, de hecho, no hay proceso o transición entre el cero y el infinito, pasamos de un estado a otro, de aguas calientes al puro humo nubla tus ojos por arte de birli birloque ya que en las pruebas fracasa estrepitosamente siempre, no hay motivos aparentes para darle tanta oportunidad, tan puerta grande o chula, tomamos la iniciativa, aquí no aparecen o vemos más que sus cojones, le revuelcan becerras de mala manera varias sucesivas abundantes aberrantes veces u ocasiones las pobres, no atina, no hay destreza, se atora o aturulla tropieza.
Y no faltan a la cita peliculera de la época, parte del paisaje indispensable o imprescindible, la monjita to güena por el ayuntamiento mejor la iglesia puesta y la enamorada de turno pavisosa mosquita muerta que es tan santa y perfecta que prefiere aconseja a su chico que se vaya de picos pardos o por lo menos con andovas otras mucho más que ella estupendas, que luego ya si eso, nunca antes, bien follado y trasegado, probado por las demás otras de alto copete y mucho tronío tremendas hembras, vuelva, el hijo pródigo, el descanso del guerrero, el regreso de las cruzadas del zorreo con la llave del cinturón de castidad en la misma boca del deseo más fiero, de conquistar las américas, no le sirve o quiere tan pipiolo pimpollo, ella espera un hombre hecho y derecho, con pelo en el pecho, curtido como el acero, baqueteado, castigado, de brega, más toreado, comido por la perra vida y el sexo loco, me lo creo, todo.
Y un apoderado Merlo con un puro eterno, lo da el dinero, lo lleva puesto, más majo y chulo que ninguno y un ocho.
Así como la película va en picado cayendo a medida que va transcurriendo, el tiempo degenera, lo mismo pasa con el mal que va despareciendo, asustado, aterrorizado el pobre ante tanta gazmoñería, generosidad y altura de miras, directamente proporcional lo uno y lo otro, a mayor bondad, menor cinematográfica calidad, no hay otra, esto es la definitiva prueba. Para hacer cine, o cualquier otra cosa seguramente, como dios manda hay que ser un cabrón con pintas, de lo contrario, vas llorando por las esquinas y dando pena a la tristeza, el indio haciendo, al personal y a todas las ovejas de paso aburriendo.

Es una película interesante porque para los que crecimos en esos tiempos nos hace darnos cuenta de lo mucho que ha cambiado España. Qué injusta es la gente, un 3,7 de puntuación, solo por ver a Manuel interpretándose a sí mismo y toreando de verdad ya merece un aprobado. En fin, eran otros tiempos, a la gente entonces le gustaban los toros, ahora no y supongo que más de uno lo ha manifestado suspendiendo la película.