Los clarines del miedo

Curiosa producción de 1958 , y digo lo de curiosa por que pese a ser un film que trata el tema taurino en la época franquista ( me refiero al año de producción ) , lo hace sin ningun tipo de maniqueismo y desde la neutralidad más absoluta.
Ni glorifica los toros, ni los demoniza, simplemente expone lo que hay.
Otro aspecto llamativo de la película es como trata a los toreros que en ella se reflejan, haciéndolos humanos, personas con miedo ante lo que se les avecina.
En cuanto al resto de apartados técnicos y de otro tipo, destacar que está bien rodada, el guión es correcto al igual que las interpretaciones, por cierto, bastante creibles.
Por todas estas consideraciones, estimo que este film merece un visionado.
Un saludo, efelson.

Dos toreros, uno joven, ingenuo y con ganas de comerse el mundo, otro veterano, fracasado y de vuelta de todo ( inconmesurable Rabal), un poblucho de los de charanga y pandereta, unos mozos más brutos que un arado, de los de boina calada y cayado, la moza "monumento" que se iría a la ciudad con el primero que se lo propusiera, el señorito machote que va de la formal a la en apariencia frívola, la banda de música, el alcalde, el cura...y por supuesto los toros, la fiesta nacional.

¿Puede surgir algo original y digno de interés más allá de lo folklórico de toda esta suma de arquetipos?

El veterano Antonio Román sorprendentemente nos demuestra que sí. "Los clarines del miedo" es una obra atípica dentro del subgénero taurino ( la corrida en sí no tiene lugar hasta bien avanzado el metraje y está rodada de manera un tanto desganada ), no se parece a ninguna otra y pese a rondar y juguetear con todos los tópicos nunca cae de lleno en ellos, ofreciéndonos una inesperada hondura dramática e invitando a la reflexión sobre el saber afrontar los envites de la vida,la dignidad hacia los demás y hacia uno mismo y el sentido del deber. Ojo al epílogo final.

En la vida siempre solemos fijarnos en los triunfadores, en esos hombres dignos de admiración por diferentes motivos a imitar, su osadía, su valor y su sacrificio, pero no tanto en esos otros hombres que se quedaron en el camino, abandonados a su suerte por diversos motivos, a veces traicionados por la fortuna, a veces traicionados por ellos mismos, y sobre esos perdedores se apoya esta película. “Los clarines del miedo” es una fábula pesimista y desoladora, donde el miedo se erige en gran protagonista, el miedo a la cogida por las astas del toro, el miedo al fracaso, el miedo al público siempre exigente, el miedo al olvido. Antonio Román, un cineasta sobrio y respetado en la profesión adapta la novela de Angel María de Lera, que nos muestra la cara brillante y la cara oscura de la Fiesta Nacional, la delgada linea que separa la gloria de la tragedia.

Un drama desgarrador trasladado al mundo de los toros. Un atinado y cruel retrato de la España rural, donde se cuestionan una serie de valores que van más allá de la tauromaquia, porque lo que aborda son valores humanos y universales. La ambientación de ese pueblo es de un verismo desbordante, un microcosmos donde está representada la sociedad de la época con sus fuerzas vivas, la autoridad, el alcalde , el médico y lo que es más lamentable, sus moradores que forman una variopinta muestra de una sociedad burda y zafia, provinciana de boina calada hasta las cejas y mezquina que se manifiesta a través de incontroladas pasiones primarias.

El Aceituno (un excelente Paco Rabal), su físico transmite la frustración de un torero fracasado y sin esperanza, que tuvo que ejercer de limpiabotas y El Filigranas (el matador Rogelio Madrid), un joven vitalista que tiene ilusión por el triunfo, son dos pobres diablos, arrastrados por la pobreza y la desesperanza, empujados a sobrevivir por pueblos y pedanías participando en capeas y novilladas sin relevancia y sin excesiva proyección de futuro. El primero aconseja y protege al joven, casi como un hijo al que pretende ayudar con su experiencia. Ambos actúan en un espectáculo taurino de un pueblo castellano en fiestas. El joven torero ha conocido a la chica guapa del pueblo (Silvia Solar, una bella ex miss) y le ha prometido dedicarle un toro si asiste. Pero ella tiene primero que deshacerse de las pretensiones del señorito hijo del médico, un gallo al que no le gusta que le alboroten el gallinero.

La película se centra en esa fiesta mayor a través de las vivencias y fantasmas de esos dos infortunados toreros enfrentándose al peligro y reaccionando ante la catarsis emocional.
Una película emocionante, dura y verista, una historia cargada de amargura y frustración. A los héroes anónimos del mundo del toreo, a los que soñaron con la gloria está dedicada la película, a los que dejaron su vida y su juventud por esas plazas de España.

Interesante revisitación del mundo del toreo. Bien realizada e interpretada, refleja fielmente las esperanzas, ilusiones, y temores de los hombres que se juegan la vida en cada plaza.
Hay humor en los diversos personajes entrañables "de pueblo", retratados un poco tópicamente: brutos pero con buen corazón, bromistas con el visitante del pueblo, socarrones, maestros en el comer y catedráticos en el beber, amén de las diversas cuitas amorosas entre gentes del lugar, entre los que se encuentra la muchacha guapa del pueblo, harto de él y que desea escaparse a la capital cuanto antes..., estando el alma de un pueblo de Castilla está perfectamente reflejado.
Por su parte, la pareja protagonista está muy bien definida, cada uno con su personalidad, pero ambas compenetradas, sintiendo en el fondo el mismo miedo al toro, a la muerte, amén de la esperanza (al menos el más joven) de la gloria y así poder, entre otras cosas, ofrecer dinero, tierras y posición a su querida madre.
Una película sincera, drama en toda regla que refleja el otro lado de la Fiesta Nacional, donde no todo son aplausos, fama y riqueza, sino que muchos toreros sin nombre se ganan una pesetas en plazas de cuarta y quinta categoría, sin, casi, el reconocimiento de nadie.
Recomendable por su dignidad y honestidad.

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