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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
6
Drama En 1924, con sólo 29 años, J. Edgar Hoover fue nombrado director general del FBI para que reorganizara la institución. Obsesionado con detener a comunistas, gángsters, delincuentes y a cualquiera que fuera un peligro para la nación, Hoover ocupó el cargo hasta su muerte en 1972, sobreviviendo a siete presidentes, alguno de los cuales intentó inútilmente destituirlo. Los archivos que guardaba celosamente, llenos de secretos inconfesables ... [+]
24 de marzo de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era de esperar que la vida de John Edgar Hoover, considerado el fundador del FBI, fuese llevada a la gran pantalla. Actualmente se discute muchísimo sobre los conceptos de intimidad y seguridad en relación a una sociedad globalizada en una era tecnológica dominada por las redes sociales. Para entender quién gobierna a los gobiernos, quién controla nuestros datos y qué mecanismos siguen aquellos que imparten justicia es interesante volver la vista atrás, rememorar los inicios y recordar cómo, cuándo, dónde y sobre todo quién empezó a revolucionar los parámetros de búsqueda, rastreo y control ciudadano. Afortunadamente esta tarea de revisionado, investigación y filmación ha recaído en un hombre tan inteligente como Clint Eastwood, y en sus manos la historia de J. Edgar Hoover adquiere nuevos significados.

J. Edgar se presenta como un film sólido en lo narrativo, con el pulso de los maestros que están detrás del proyecto, tanto en las tareas de guión como de dirección. El gran problema es que las preocupaciones de uno y otro discurren por caminos distintos: Lance Black entiende el oficio de Edgar Hoover como una excusa para construir un cuento de amor frustrado, presiones sociales e insatisfacciones sexuales; y Clint Eastwood centra sus esfuerzos en describir a una de las máximas figuras del S.XX. Ambas visiones no dejan de ser complementarias y juegan a favor de las sombras que rodean a John Edgar Hoover: ¿era un héroe o un villano?, ¿un ególatra o un hombre con verdadera vocación de servicio público?, ¿simplemente alguien inseguro o un tipo que canalizaba sus complejos castrando a aquellos que le rodeaban? Y al mismo tiempo, la sensación de que J. Edgar funciona en todo momento pero solo a pleno rendimiento en ciertas escenas resta convicción a la propuesta. Esto explica su ninguneo en los Oscar: su mirada homosexual habrá molestado a la parte conservadora de la Academia, y su inevitable lectura parcial del Hoover director general del FBI tampoco habrá gustado a los que esperaban una radiografía lúdica de la historia reciente de Norteamérica como hizo Spielberg en Munich o Scorsese en Gangs of New York.

Algo que no resta interés a J. Edgar, una película con trampa pero que se sustenta gracias a la magnífica interpretación de Leonardo DiCaprio y a la intensidad de ciertos momentos en los que el mejor Eastwood se encuentra con el mejor Dance Black (cítese: la secuencia en la que J. Edgar sale al balcón ante la multitud, no sabemos si víctima de su grandilocuencia, en el fondo dominado por cierto miedo escénico o bien consciente de su responsabilidad con la sociedad que lo mira simbólicamente desde abajo).

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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