Sueño que cada uno de mis años, durante el resto de mi vida, vivo una vez más, una prodigiosa aventura que me traslade de nuevo a esa bella, tierna e ingenua infancia. Tesoro invaluable de la vida. Que devolverte a aquella época ha de ser, una de las mayores bendiciones que alguien o algo te puede brindar. Porque rebasa lo tangible y lo intangible. Porque desconoce el término “efímero”. Y porque son de aquellas sensaciones que en la condición del ser humano, puede estar totalmente orgulloso de ello.

Sueño que cada una de aquellas ocasiones que me adentre en ellas. Me invada un espíritu de un nostálgico optimismo. Maravillado por enésima vez. Descubriendo que aún tengo esa gran capacidad de asombro. Ya sea que rememore una vez más el amor y el valor por los juguetes, por la incansable busqueda de un hijo con aleta feliz, por esa dulce vuelta de tuerca al curioso mundo los monstruos, por un crítico que retorne a la infancia gracias a los ingredientes secretos, por un vals en el espacio como un réquiem al amor universal, o por descubrir que nunca es demasiado tarde para comenzar una aventura que prometiste con tu otra mitad. Todos esos momentos vienen de sentimiento. Acaso la emoción que un humanista es la que más resguarda bajo su ser.

Sueño, no está de más, que espero fervientemente y en un futuro esperanzador comenzar mi aventura que me gustaría realizar con mi pareja ideal. Que los sueños han de ser un aliciente en cada uno de nosotros. Que la imaginación no tiene límites. Y que, si ha de llegar el momento en que tenga que realizarlo solo, porque el caprichosos destino decide que tenga que ser de esa manera, lo haga en la plenitud de la felicidad. Una hermosa aventura termina … otra esta por comenzar.

Mientras Pixar siga vivo, estoy seguro que mi libro de aventuras, nunca acabará.