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Voto de Archilupo:
9
Ciencia ficción. Intriga Un científico es enviado a la estación espacial de un remoto planeta cubierto de agua para investigar la misteriosa muerte de un médico. Adaptación del clásico de ciencia-ficción del escritor polaco Stanislaw Lem. (FILMAFFINITY)
22 de noviembre de 2008
105 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) En el prólogo terrícola añadido por Tarkovsky al argumento de Lem, el melancólico Kelvin, viudo prematuro, pasea entre jirones de niebla en torno a una laguna pegada a la dacha paterna. Un enviado de la organización cosmonáutica llega para proponerle, una vez más, una complicada misión.

En la estación espacial situada junto Solaris, un gigantesco océano de gas arremolinado en la vecindad de Júpiter, océano que es una entidad inteligente, están dándose fenómenos alarmantes: astronautas exploradores hablan de fantasmales apariciones con figura humana. Entre la expedición científica hay muertes y suicidios; algunos eran conocidos de Kelvin. Debe viajar hasta allí para averiguar qué está sucediendo.

Tras un viaje más detallado en la circunvalación de Moscú al volante que en el veloz recorrido de los millones de kilómetros hasta la región jupiterina, Kelvin llega a la estación espacial situada en Solaris.
Al mismo tiempo que con los dos científicos supervivientes y desquiciados, de quienes obtiene informes confusos, entra en perturbador contacto con la entidad Solaris, algo así como el alma ubicua del gigantesco océano de gas, contacto misterioso que no consiste en hablar, desde luego, ni en telepatías.

2) A semejanza de La Zona, de “Stalker”, Solaris es un singular campo de energía donde el contenido mental latente se plasma: de ser meramente psíquico, pasa a lo denso, se hace corpóreo. Un espacio inteligente donde inconsciente y memoria se materializan.

Y, como en “Stalker”, el componente de ciencia-ficción es un pretexto abocetado para introducir el tema metafísico. Realmente escenarios y efectos no pueden estar más abocetados. Al disidente las autoridades daban cuatro rublos y, con la película Kodak justa, se ruedan tomas únicas. La precariedad se convierte en forma ascética. Y, de paso, en una especie de lentitud antigravitatoria…

También como en “Stalker”, el protagonista, que reacciona en ese espacio donde lo interior se transmuta en ilusiones reales, comparte la experiencia con dos escépticos, en significativo debate entre posturas de fe, por una parte, y posturas de intelectualismo exacerbado por otra, o de cientifismo de laboratorio, que en lo extraterrestre proyectan sus paranoias y con lo no-humano se empeñan en hacer experimentos, como si de monos o cobayas se tratara.

2) Se debate, con intensos parlamentos, en la reunión de la biblioteca, amueblada a la antigua, Bach y Brueghel (maravillosamente desmenuzado por la cámara) al fondo. Los científicos viven en crispación crónica, pero Kelvin puede entrar en comunicación con Solaris: se plantea vivir el mundo personalizado que Solaris genera a partir de su mente. Intuye que podría retomar conflictos íntimos enquistados y superarlos, cancelar deudas emocionales, compensar a la esposa muerta…

Podría afrontar, no sin dramatismo y abismales sobresaltos, la vía evolutiva, la tarea espiritual ahí, en el universo plástico y dialéctico de Solaris.
Archilupo
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