La disparatada historia de Hitchcock es justificada en aras de alterar nuestro estado emocional. Porque primero nos muestra una familia “modelo” y luego con un estridente choque de bombos y platillos, ya estamos instalados en una intriga de espionaje en una tierra exótica, aduana misteriosa y épica.
Si de Fez a Marrakech es un largo y sinuoso camino; esto parece no importar, porque ya estamos acostumbrados a los cantos de Doris, que ahora se transforman en gritos histéricos buscando un hijo. Y esto a más de cuatro, por supuesto que impacta.
Resulta extraño ver a un hombre en Tánger o en Casablanca o en Fez o en Marrakech involucrado en una historia de espías. Pero todos lo aceptamos, aún incluso con los colores chillantes. Porque el “gordo” Hitchcock, era un titiritero que sabía bien eso del manejo del guiñol en aras del disfrute de los amantes del cine de aventuras e intrigas.