John Dillinger, el hombre de los huevos de oro, qué crack, qué macho. Para él todo es coser y cantar, ¿que hay que liberar a todos mis colegas de la cárcel? se hace con la punta, ¿que estoy aburrido? me meto en la comisaría para darle un poco de emoción a mi vida, nena. Porque tú eres mía, soy el ladrón más buscado del país y tú eres mía, porque yo lo digo, ya te has enamorado de mi ¿ves? ¿para qué te resistes a mis encantos si YO ya te he elegido?

Mis amigos en realidad importan bien poco, no te vas a acordar de ellos, muchos nombres complicados e incluso sus caras se parecen entre si, y entre la pólvora y el párkinson del que maneja la cámara digitalmente, no vas a distinguir a ninguno, así que te va a dar lo mismo quien muera o deje de morir, quien se escape o me ayude a robar el siguiente banco.

Y no te preocupes de la pasma, muñeca, no tienen nada que hacer contra el todopoderoso John, son todos unos inútiles de tres pares de narices, incluso el coprotagonista, cuyo papel está tan poco cuidado que te olvidarás de él constantemente.

Joder, no sé que esperas a caer en mis brazos despues de más de dos horas de insufrible petardazo genérico, mejor me busco a otra que sepa apreciar más mi cara de niño bueno y mi espíritu rebelde, zorra.