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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
7
Drama David (Vladimir Cruz) es un comunista convencido que estudia sociología en la Universidad de La Habana. Diego (Jorge Perugorría) es un artista homosexual acosado por la homofobia del régimen castrista. A pesar de las abismales diferencias que los separan, entre ellos surge una profunda amistad. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2012
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Fresa, porque es una película alegre, dulce. Un vodevil tronchante excelentemente defendido por sus actores. La película solo precisa de pocos escenarios y el diálogo constante de sus tres protagonistas para ganarse el afecto y arrebatar el corazón de la audiencia. Contados escenarios filmados entre la belleza y la asfixia, como esa Habana que se cae a pedazos y que sigue conservando su encanto.

Chocolate, mucho chocolate negro, porque es una película desangelada, triste. Un cuento sobre la tolerancia, la necesidad de abrir puentes, de acercarse al otro, de ponerse en la piel de nuestro vecino, de entender la revolución no como una causa egoísta o idealista sino como una lucha por el bien social. Es la crónica oscura de una dictadura que mata la creatividad, que crispa, que enfrenta, que aniquila el arte y a sus artistas, que exilia, que olvida sus referentes, que acaba con las raíces, que no respeta a sus intelectuales, que no mira al pasado para acabar en el presente con los errores del pretérito.

El bol que une las dos bolas de helado es la homosexualidad, pero no es tanto un film sobre la realidad gay oprimida por regímenes dictatoriales, que también, como un cuento sobre la necesidad de comprender y escuchar. Eso es lo que hacen los protagonistas. Ese es el cambio que se produce en el personaje de David, un títere con más ideología que ideas que encontrará en la mirada del otro la intuición y luego la certeza de un mundo rico en pensamientos y vivencias. Y con ellos el público se alimenta, porque escuchar sus diálogos es una lección de cine fresco y veraz, mezcla de opereta y crítica social, y al mismo tiempo una constante fuente de inspiración e ideas.

Al coger la cuchara y jugar a remover los dos sabores sale un postre exquisito con su regusto trágico y su pizca de optimismo. Imposible no evocar la sombra del castrismo, del franquismo y de otros horrores. Es vitalista y lapidaria. Humana y cruel. Con contrastes. Como la vida misma. Un cine para sentir y para pensar. Para sentirse bien y para marcarse una buena sesión de psicoanálisis y autocrítica. En el bote pequeño está la mejor confitura: Fresa y chocolate es un triunfo.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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